jueves, 11 de diciembre de 2008

La Nación, el racismo y la discriminación racial... III Parte

La Nación, el racismo y la discriminación racial en la historia de Cuba y en la contemporaneidad. ¿Otra batalla ideológica? III Parte

Por Orlando Cruz Capote

  • El triunfo de la Revolución Cubana y la problemática racial.

El primero de enero de 1959, al acontecer el triunfo de la Revolución Cubana, constituyó un importante punto de inflexión de toda la problemática social, económica, política y cultural, incluido por supuesto, la racial, las políticas y prácticas discriminatorias. Por primera vez, en la historia de Cuba, el problema del racismo, la discriminación racial y los prejuicios raciales iban a ser abordados decididamente de manera profunda y tratar brindarle soluciones programáticas de corto y largo alcance. Una genuina revolución social y radical, antiimperialista por antonomasia, debía incorporar a su proyecto nacional-emancipador y de justicia social a todas las masas populares y, en especial, a aquellas clases, capas, grupos, sectores, segmentos y estratos de la población más explotados, excluidos y marginados. Permítanme simplificarlo de forma muy esquemática al problema racial, con una explicación lógica-histórica temporal que, en momentos, vuelve al pasado, rompiendo quizás con esa propia lógica propuesta. Tal enunciación la realizamos no sobre la base de lo alcanzado, que es rotundamente superior a los cerca de 500 años de colonización y neocolonización impuestos, sino con una mirada crítica-reflexiva del porque subsisten algunos problemas aun por resolver.

A inicios y mediados de los años 80 de la pasada centuria, la vanguardia política del proceso revolucionario advirtió que entre los grupos dirigentes del Partido Comunista de Cuba (PCC), del Estado y el Gobierno Cubano había una mínima presencia de mujeres y de individuos de la raza negra, mestizos o mulatos, proporción que no era correspondiente con los esfuerzos que la Revolución había realizado en la preparación educacional, cultural e ideopolítica de todos los integrantes del cuerpo societal. Dichos grupos y segmentos, ahora no segregados ni discriminados, oficial e institucionalmente, no estaban representados de la manera más justa y plena en el ejercicio del poder, si bien habían alcanzado lugares destacados como maestros, médicos, profesionales, científicos y en otras esferas vitales de la construcción socialista. El discurso político, legitimado por los II y III Congresos del PCC, celebrado en 1980 y 1985-1986 -hubo una sesión diferida del mismo-, respectivamente, propuso sin necesidad de imponer cuotas precisas, pero bien trazados los lineamientos, que en todos los casos de elección de posibles cuadros de dirección a nivel de municipios, provincias y de la nación se debían seleccionar, principalmente, a los compañeros/as de ese género y raza pero, teniendo siempre presente sus valores y méritos patriótico-revolucionarios, ejemplaridad y prestigio, elevada ética, compromiso sociopolítico, vocación de servicio y capacidad intelectual, organizativa y de trabajo. No obstante, a la vuelta de unos años, se puso de manifiesto una verdad de Perogrullo: no fue posible franquear fácilmente los obstáculos de un problema que no podía ser solucionado por normativas y decretos, ni siquiera por la voluntad y la decisión política de los que dirigen el sistema sociopolítico y económico más avanzado que conoce la humanidad: el socialismo. En parte, porque se estaba enfrentando, aproximadamente, a cinco siglos de explotación colonial española y neocolonial norteamericana, contra la esclavitud y sus secuelas, contra el sistema capitalista dependiente y subdesarrollado que existió en la Isla -que el atraso-subdesarrollo era perdurable y lo sigue siendo hoy-, contra los remanentes de la explotación y opresión que habían sufrido las clases trabajadoras y contra el racismo, la discriminación, la alineación / enajenación, la marginación y exclusión de una inmensa mayoría del pueblo. El historiador y politólogo cubano Jesús Guanche, advierte que en los primeros años de la Revolución se eliminaron barreras esenciales que permitieron legalmente la igualdad entre las razas en Cuba, pero “[...] Se pensó ingenuamente que si se eliminaban las vías institucionales que propiciaban la práctica de la discriminación racial y se enfatizaba en la educación y en la convivencia cotidiana, automáticamente se podían barrer las raíces del racismo y de los prejuicios raciales”, y continúa que se “[...] dejaba sin revolucionar otra más profunda y diversa, que se reproduce y se multiplica a nivel horizontal; desde la autoestima personal, los complejos psicológicos heredados y transmitidos, que condicionan la autoimagen sobre la supuesta "pertenencia racial", los gustos estéticos para la elección de pareja, los vínculos de la pareja antes y después del matrimonio, las relaciones familiares y vecinales, así como entre los diversos grupos socio-ocupacionales, entre muchos aspectos”. (1) Muchas de estas manifestaciones discriminatorias supervivieron, otras no fueron en parte superadas aunque estaban, y continúan estando, en proceso de poder ser disminuidas, pero alcanzaron una nueva dimensión en contra de la más elemental lógica revolucionaria desplegada desde 1959: la racial; la de género, en cual la mujer es la más afectada por el machismo presente, aunque si esta es negra y está embarazada se hace más evidente; la religiosa, principalmente contra la proveniente de los cultos africanos muy mal apreciada y percibida por los leyendas y mitos negativos levantados históricamente en su contra, aunque también contra otros credos cristianos motivados por el agudo conflicto ideopolítico acaecido, en los inicios del proceso transformador, entre la Jerarquía la Iglesia Católica y la Revolución (2) que, funestamente, trascendió por un tiempo dilatado hacia los creyentes contrapuestos con los no creyentes suponiendo que estos últimos eran los más revolucionarios. Sólo en 1991, en el IV Congreso del PCC, (3) se permitió la entrada de los mismos en las filas del PCC, así como en la Reforma a la Constitución, (4) aprobada en 1992, se varió el enunciado y el contenido, rectificando la aprobada en 1976, referidas a esta problemática religiosa. La homofóbica, que alcanzó ribetes dramáticos a finales de los 60 e inicios de los 70, en el denominado “Quinquenio Gris”, y que en la actualidad ha retomado una verdadera práctica de solución mostrada en la solidez del debate-diálogo, la tolerancia, el compromiso y la comprensión del fenómeno desde muchas aristas que anteriormente eran consideradas tabúes; y la etárea que no solo abarca a los jóvenes -muchas veces en cargos de menos importancia y, en el mejor de los casos, intentando trabajar en edades que debían estar estudiando porque el sistema educacional en Cuba lo permite, por problemas puramente económicos-, y en el peor de los casos vagabundeando, sino que también implicó a los ancianos que aún no recibían una seguridad y asistencia social adecuada y que, en algunos casos, eran presionados para que se jubilaran con el pretexto de dar lugar a las nuevas generaciones, subestimándose la experiencia y sabiduría de muchos de ellos. Asimismo, muchas de estas realidades, actitudes y conductas discriminatorias se entrecruzaban y hacían más complicado su intento de interpretación y solución. Aunque, advertimos, no se debe confundir racismo y discriminación racial, con otras formas discriminatorias variadas.

A cuatro lustros de la victoria de la Revolución se demostró que era prácticamente imposible cambiar totalmente una mentalidad y conciencia colonial y atrasada -esa colonialidad que hemos señalado-, subyacente en el pueblo que provenía del modelo capitalista eurocéntrico (norteamericanizador además), patriarcal, homofóbico, racista y discriminatorio -herencia de un pasado reciente- y una forma de ser y actuar que también tenían una visibilidad contraproducente en los medios de comunicación masivos, tanto nacionales como extranjeros, y en las diversas representaciones de la cultura, o sea que se reproducían inconsciente y conscientemente, de forma espontánea además, en la propia sociedad y sistema socioeconómico y político socialista cubano. Y porque también tales lacras proseguían presentes en la arena internacional, incluso recrudecidas: el nazi-fascismo y su secuela cultural e ideológica, a pesar de haber sido derrotado, fundamentalmente, por el Ejército Rojo soviético durante la Segunda Guerra Mundial; el sistema del Apartheid en la Sudáfrica anterior del triunfo de Nelson Mandela y el Consejo Nacional Africano, que continúa funcionando subrepticiamente; el sionismo de Israel contra los pueblos árabes; el antisemitismo de grupos xenofobicos, neofascistas y neonazis; la fuerte segregación racial en los Estados Unidos de América que tuvo una solución parcial en las luchas por los derechos civiles y de los negros en las décadas del 60 y el 70 de la pasada centuria, pero que continúan marcando pautas racista-discriminatorias Ku-Klux-Klanescas (el Ku-Klux-Klan) y de “supremacía blanca” que llegan hasta la actualidad, y que se manifiestan contra el propio primer presidente negro elegido en ese país; la refundación de grupos neofascistas; la xenofobia; la segregación racial y étnica en los países capitalistas e imperialistas desarrollados, política que continúa hasta hoy bajo con las leyes antimigratorias, y otras formas más sutiles; las guerras étnica-nacionales y religiosas en la vieja y civilizada Europa; la exacerbación de la pedofilia, la pedestaria, la pornografía, la prostitución femenina y masculina, ahora divulgadas a todo color en periódicos, revistas, folletos y libros de amplia circulación a través de Internet. Todo reproducido en gran parte del planeta por la hegemonía del Sistema de Dominación Múltiple (SDM) del capital y que se manifestaba incluso, dentro del socialismo este-europeo, en el cual existían serios enfrentamientos nacionales, étnicos, religiosos y raciales, a pesar de que la política oficial lo ocultaba a través de un ateismo científico ramplón y una mirada superficial hacia los diversos nacionalismos existentes.

Sin embargo, en el caso cubano, debían haber resonado los ecos vitales de varios discursos pronunciados por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en los primeros meses de 1959 acerca de esta problemática racial. El 22 de marzo de ese año, aseveraba “[...] Porque es cierto que ha existido en nuestra patria, en algunos sectores, el bochornoso procedimiento de excluir al negro del trabajo [...] Hay dos tipos de discriminación racial: una, es la discriminación en centros de recreo o en centros culturales, y otra, que es la peor, la primera que tenemos que evitar, la discriminación racial en los centros de trabajo, porque se limitan las posibilidades de acceso a determinados círculos en la primera, y en la otra, mil veces más cruel, porque se limita el acceso a los centros donde pueden ganarse la vida; limita las posibilidades de satisfacer sus necesidades, y así cometemos el crimen de que al sector más pobre le negamos precisamente más que a nadie las posibilidades de trabajar; cometemos el crimen de que mientras la sociedad colonial hacia trabajar al negro como esclavo, y hacia trabajar al negro más que a nadie, y hacia trabajar al negro sin retribución alguna, en esta sociedad actual, a la que algunos han querido llamar “sociedad democrática”, sucede todo lo contrario, se le quiere impedir que trabaje para ganarse la vida. Así, mientras la sociedad colonial lo mataba de trabajo y lo mataba a palos, nosotros queremos matar de hambre a nuestros hermanos negros [...] No debiera ser necesario el dictar una ley, no debiera ser necesario dictarla para fijar un derecho que es un derecho que se tiene por la simple razón de ser un ser humano y un miembro de la sociedad. No debiera ser necesario dictar una ley contra los prejuicios absurdos; lo que hay que dictar es el anatema y la condenación pública contra aquellos hombres llenos de pasados resabios [...], que tienen el poco escrúpulo de maltratar a unos cubanos por cuestiones de piel más clara o más oscura. Porque aquí el que no la tiene un poco morena, porque viene de español, y a España la colonizaron los moros, y los moros venían de África, la tenemos más o menos morena porque nos viene directamente de Africa, pero nadie se puede considerar de raza pura, y mucho menos de raza superior [...] vamos a poner fin a la discriminación racial en los centros de trabajo, haciendo una campaña para que se oponga fin a ese oprobioso y repugnante sistema [...]” (5)

El 25 de marzo, en una comparecencia ofrecida por la televisión, Fidel continuaba con esa idea central y explicaba que “[...] El problema de la discriminación racial es, desgraciadamente, uno de los problemas más complejos y más difíciles de los que la Revolución tiene que abordar [...] la más difícil de todas las injusticias de las que han existido ennuestro ambiente. [...] Hay problemas de orden mental que para una revolución constituyen valladares tan difíciles como los que pueden constituir los más poderosos intereses creados. Nosotros no tenemos que luchar solamente contra una serie de intereses y de privilegios que han estado gravitando sobre la nación y sobre el pueblo; tenemos que luchar contra nosotros mismos, tenemos que luchar muy fuertemente contra nosotros mismos [...], hay gente que va a la iglesia y es racista, hay gente que se llama buena y es racista, hay gente que se llama culta y es racista [...], los prejuicios no se combaten con leyes; se combaten con argumentos, se combaten con razones, se combaten con persuasión, se combaten con la educación [...] Hay gente muy humilde que también discrimina, hay obreros que también padecen de los mismos prejuicios de que pueda padecer cualquier señorito adinerado. Y eso es lo que resulta más triste. [...] Porque si aquí los que hubieran protestado de que yo abordara el problema de la discriminación, hubiesen sido los mismos que tienen latifundios, que tienen rentas, aquellos que las leyes de la Revolución hubiesen perjudicado, tendría una lógica; pero lo absurdo, lo que debe obligar al pueblo a meditar, es que haya levantado ronchas entre gente que no tiene latifundios, ni tiene rentas, ni tiene nada, que no tiene más que prejuicios en la cabeza. Y eso es realmente doloroso. Lacra que hay que decírsela al pueblo, lacra que hay que aquí escribirla y hablarla; prejuicios que hay que erradicar, no por la ley, porque quien le va a quitar un error de la cabeza a nadie con una ley; hay que hablar y persuadirle, demostrarle - porque para eso es un pueblo es un pueblo inteligente, este es un pueblo que razona, este es un pueblo que oye [...] Este no es un pueblo de fanáticos [...] pero yo no he tocado este problema para abrir heridas, sino para curar heridas profundas que laten desde hace siglos en el corazón mismo de nuestra nación. [...] Respeto les pido a unos y les pido a otros; comprensión les pido a unos y comprensión les pido a otros”. (6) Y cerraba esta lección política-pedagógica trascendente con un discurso el 29 de marzo, en una concentración de apoyo a la reforma agraria, afirmando que, “[...] La Revolución no es obra de una minoría, la Revolución es obra de la voluntad absolutamente mayoritaria del pueblo de Cuba y es virtualmente imposible oponerse a ella, ya que cuenta con el respaldo mayoritario y casi unánime de una nación entera [...] ¿Por qué hay prejuicios? Porque el pueblo no ha sido educado. ¿Por qué? Sencillamente porque los gobernantes anteriores no hicieron absolutamente nada para ponerles fin a los prejuicios. [...] De ninguna manera un hombre del pueblo puede dejarse llevar por el prejuicio; de ninguna manera un hombre de pueblo puede dejarse llevar por las aberraciones que le han dejado los siglos pasados. No hay nada más absurdo ni nada más criminal que la discriminación; aquí ha sido con el negro, en otros lugares fue con el blanco, o con el trigueño, o con el amarillo; porque los alemanes se creían una raza superior, persiguieron a los judíos porque eran judíos; persiguieron a los yugoslavos porque eran yugoslavos; persiguieron a los polacos porque eran polacos; persiguieron a los eslavos porque eran eslavos; y en nombre de esos prejuicios, cometieron los peores crímenes y las peores depredaciones [...] Nosotros, que somos un pueblo en que figuran hombres de todos los colores y de ningún color; nosotros que somos un pueblo constituidos por distintos componentes raciales, ¿cómo vamos a cometer la estupidez y el absurdo de dar albergue al virus de la discriminación? Aquí, en esta multitud, veo blancos y veo negros, porque el pueblo es eso: el pueblo está integrado por blancos y por negros y por amarillos. Y eso debe ser Cuba. Eso es lo que debe predominar entre nosotros. Si hay que defender la Revolución y empuñar un fusil, que lo hagan blancos, negros y mulatos; si hay que defender la patria, que empuñemos las armas blancos y negros, y mulatos, y trigueños, y rubios”. (7)

Ese discurso desde la alta política, lamentablemente, no fue retomado por otros, ni por los estudios científicos y las investigaciones sociales, hasta los años 80 del siglo pasado. También es cierto que esas manifestaciones de racismo y discriminación no fueron nuevamente analizados, con ese rigor y profundidad en los años posteriores, porque había pasado a un primer plano, en el escenario nacional -muy intervinculado con el regional e internacional-, la urgencia de lograr en el menor tiempo posible la unidad nacional-patriótica y clasista-popular, revolucionaria y socialista del pueblo cubano frente a las agresiones del imperialismo norteamericano, de las oligarquías burguesas y los sectores más reaccionarios del subcontinente latinoamericano y caribeño y de las actividades in crescendo de la propia contrarrevolución interna en la Isla. Asimismo, otros problemas internos de la unidad revolucionaria, como el sectarismo y la microfracción en 1962 y 1968, habían propiciado priorizar ese discurso unitario, porque estaba en juego la propia nación y revolución cubana, así como la historia que se pretendía realizar, en la cual el discurso político sin querer trazar patrones, lo realizó de manera indirecta. Ni fue tampoco abordado, reiterativamente, porque existió una censura o autocensura muy dañina que lo ocultó pensando que, quizás, no existían en una dimensión considerable y dañina, o porque no se debían mostrar en público -el famoso “síndrome del misterio” en una “plaza sitiada”- en un país realmente asediado y bloqueado por la mayor potencia imperialista de la historia, a tan sólo 90 millas de sus costas, y porque esa realidad racial aunque fuera insignificante podía hacer daño al proceso revolucionario y “echar leñas al fuego” del enemigo externo, tan vigilante a cualquier desviación, insuficiencia y deficiencia de la Revolución Cubana, que la agredió no solo de forma verbal sino militarmente de forma continuada hasta la actualidad.

No obstante, un halo de triunfalismo y apología inundó a casi todos los medios divulgativos y, en menor escala, a las investigaciones académicas, acerca de la solución del problema racial en Cuba, influenciado además por la copia mimética de algunas ideas manualísticas de marxismo-leninismo pro-soviético. No obstante, una revisión de la bibliografía de la época advierte que la disciplina histórica fue menos permeable a esas influencias y hubo investigaciones-publicaciones muy variadas. Aunque algunos estudiosos de las ciencias sociales y en las propias esferas políticas se conocía de la persistencia de tales realidades raciales y discriminatorias en el seno de la sociedad cubana y que constituían obstáculos muy problémicos para ser asumidos de forma integral y abierta.

A finales de la década de los 90 de la pasada centuria e inicios del siglo XXI, cuando comenzó la gran “Batalla de Ideas, en ocasión de la lucha patriótica-nacional y popular por el retorno a su patria y familia, del niño Cubano Elián González Brotón, la máxima dirección de la Revolución, liderada por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, orientó el estudio pormenorizado de algunas esferas de la sociedad cubana, con el fin de brindarle una respuesta adecuada a cada problemática conocida, que no se percibían en su verdaderas dimensiones. Algunas de estas conflictos, fueron quizás formulados con las siguientes preguntas: 1) ¿Quiénes conformaban la población penal de la Isla, las causas por las cuales se encontraban en el presidio y cómo marchaba su proceso de reeducación y reinserción en la sociedad?; 2) ¿El comportamiento, rendimiento y permanencia escolar de niños y niñas, aspecto que abarcó desde la enseñanza primaria, secundaria y preuniversitaria hasta las universidades?; 3) ¿Quiénes constituían las familias disfuncionales en toda la Isla y cuáles eran las motivaciones que conllevaban a esa situación?; 4) ¿Cuáles eran los grupos sociales de alto riesgo en el consumo de drogas -este siempre en niveles muy bajos- y alcoholismo y que, además, eran los más propensos a prostituirse, delinquir y tener actitudes antisociales?; 5) ¿Qué sectores poblacionales habían sido los más golpeados por la crisis económica del Período Especial, enunciado en 1990?; (8) 6) ¿Por quiénes, individuos y colectivos, estaban compuestos los barrios marginales en las ciudades cubanas, en especial, luego del gran éxodo de las zonas rurales a las urbanas, y cuáles eran las situaciones reales del hábitat de tales comunidades?; 7) ¿Cuáles familias, por provincias, municipios, regiones y comunidades de la nación padecían de secuelas genéticas y cuáles eran las causales de las mismas?; 8) ¿Qué procedencia social tenían los grupos de jóvenes que se encontraban sin trabajar y estudiar, desaprovechando las oportunidades que la Revolución les brindaba y por qué esos sectores juveniles habían quedado desamparados de las organizaciones políticas, de masas y sociales?; 9) ¿En quiénes, por qué y como se evidenciaban, con mayor nitidez, las desigualdades sociales, surgidas con cierta fuerza en los años de Período Especial?, etc.

El estudio encomendado que conllevó a investigaciones científicas y políticas muy serias, rigurosas y profundas, desplegado por contingentes de médicos especializados y de medicina integral, trabajadores sociales jóvenes (los llamados médicos del alma), maestros emergentes (profesorado en preparación urgente pero integral), alumnos y profesores de las numerosas universidades del país, instructores de arte, de educación física y abogados, entre otros participantes, arrojó que dentro del cuerpo societario cubano, los individuos y colectivos más pobres -algunos de ellos muy cercanos a la pobreza y en condiciones de precariedad habitacional, laboral y salarial- eran aquellos que tenían una composición social-racial, fundamentalmente, negra y mestiza (aunque no faltaron individuos de raza blanca), por lo que se encontraron en el escalón más retrasado y conflictual de la población.

Entonces, no existieron dudas. A pesar del extraordinario esfuerzo del proceso revolucionario y socialista cubano por llevar similares oportunidades y condiciones de vida, estudio y trabajo, educación y salud gratuitas, así como igualdad y equidad -muy afectadas en el período especial, lo que conllevó a desigualdades sociales muy variadas- a todos los sectores sociales, principalmente, a los anteriormente explotados y oprimidos por el capitalismo, aún subsistían y se reproducían en los años 90 del siglo XX y en los inicios del Tercer Milenio. Algunas de las problemáticas raciales y discriminatorias estaban incidiendo en la articulación con la identidad nacional y otras diversidades identitarias, a las cuales había que ponerles freno a las más dañinas, pero con mayor democratización real participativa-decisoria y, a la vez, brindarles una acertada solución con una política educacional y cultural integral, y con medidas de tipo económico y social muy solidamente pensadas y consensuadas.

El hecho de que se trate de vivir la fantasía de hablar sobre un problema cuya existencia se niega en varios círculos de la sociedad, constituye por si misma una situación que evidencia no sólo el tremendo peso de una ideología y cultura discriminadora construida desde la colonia y reforzada en la neocolonia, sino que los distintos ámbitos en donde se reproducen las prácticas racistas han sido legitimados como cuasi naturales por la sociedad en conjunto. Lamentablemente, algunas expresiones de esa discriminación racial se asume por los propios negros y mulatos, con respecto a los otros -los blancos- y quizás lo más inaudito, contra sectores y capas sociales del mismo color. Este conjunto de acciones, prácticas, costumbres, imaginarios sociales y políticos, lejos de ser casuales e inofensivos, constituyen un derrotero diferente en los individuos excluidos en aquellas sociedades que comparten o no esas dinámicas.

Desde ese punto de vista, si bien las expresiones del racismo varían de acuerdo con el contexto social en el que se desarrollan, se trata casi siempre de actitudes, sentimientos y apreciaciones que justifican o provocan fenómenos de separación, segregación y “explotación” de un grupo por otro, legitimando en cualquier caso las relaciones de poder existentes, a pesar de que en el caso cubano fuera socialista -en transición constante hacia el comunismo. Es por eso que, en situaciones donde las acciones de marginación, exclusión y estigmatización continúen presentándose como racismos verbalizados, como anuencias mudas pero también cómplices compartidas por muchos de "nosotros" frente a un "ellos", el mundo de la vida social permanecerá como un espacio racializado impregnado de odios y humillaciones sutiles. Esa complejización es más dinámica y tensional en un país caribeño como Cuba, en que el choteo vernáculo -positivo y negativo- es idiosincrásico para el cubano común, que constituye una forma además de resistencia y de salir airosos, con bromas y burlas, ante situaciones que pueden ser peligrosas hasta para la vida. (9)

La discusión teórica y práctica actual acerca del tema que nos ocupa tiene un carácter político, filosófico, económico-social y cultural, que no excluye lo ideológico, así como forma parte intrínseca del quehacer de las distintas disciplinas científicas: la historia, la etnología, la antropología, la filosofía, la sociología, la psicología social, la politología, la arqueología, la literatura, el arte y todas las manifestaciones artísticas, la semiótica, la lingüística y los estudios culturales, entre otros saberes, que concurren con urgencia en las inter y multidisciplinaridades, como vías adecuadas para analizar desde la complejidad y la integración de los conocimientos científicos y los saberes de la cotidianidad, para arribar a resultados más integrales y holísticos.

Los atentados que se dan en las sociedades contemporáneas contra la identidad de los negros, no tienen ese carácter manifiestamente "flagrante". No se trata de excluirlo, sino de integrarlo desde una visión de inferioridad por el color de su piel, de convertirlo en “chivo expiatorio” de situaciones que se crean en la vida cotidiana y en los acontecimientos trascendentales, nacional e internacional. (11) El fenómeno de la invisibilidad es investido como probable y menos agresivo, contrario dialéctico, y es esta la manera en que se va pactando y configurando la presencia del negro, en su dimensiones históricas y contemporáneas. El negro es en esencia y leído desde la concepciones hegemónicas de las sociedades multirraciales desde su conformación, ajeno imponderable como no sea en estereotipaciones negativas. Evidentemente el problema no se da sólo en Cuba. Así lo demuestra este fragmento de la Resolución propuesta y aprobada en el simposio "Racismo en las Américas y el Caribe", del XLIX Congreso Internacional de Americanistas, Quito, 1997: "En forma especial, se les incita a los Estados a adoptar medidas inmediatas para promulgar leyes e implementar reformas que permitan tanto la constitución de un sistema educativo efectivamente intercultural y respetuoso de la diferencia, como el control de los medios de comunicación, sobre todo en aquello que implica flagrante atentado en contra de la dignidad de un individuo o de su pueblo, en términos de su condición étnica, de género, capacidad física, disponibilidad material o pertenencia cultural".

El proceso de ficcionalización continúa hasta el presente mutando estrategias y mecanismos de control en virtud de la complejización de las sociedades latinoamericanas. En esta etapa ya no es la corona española el poder hegemónico que ejerce el control ideológico, ni son los criollos-nacionales en el acto fundacional y desarrollado de una nación imaginaria de pretendida relación igualitaria entre sus ciudadanos -que niegan u omiten las diferencias culturales internas- creando un sistema institucional que es la continuación de los mecanismos de control coloniales, tampoco de la presencia determinante del imperialismo norteamericanos, sino de un país construyendo o desarrollando un socialismo original y muchas veces creativo.

En los países latinoamericano-caribeños, las pequeñas elites burguesas interiores -ya no tan nacionales luego de la gran transnacionalización de las décadas de los 80 y los 90 del pasado siglo- generan países imaginarios imponiendo una organización política, social y económica que deriva en la continuidad del eurocentrismo. No obstante, subyace en la profundidad de América Latina la "otra realidad", la de los pueblos indígenas y otros grupos subalternos que han sido y siguen siendo negados en la representación imaginaria de la misma. Y estos sujetos poseen una identidad racial altamente elaborada, sin que se revelen conflictos de pertenencia. Algunas de sus manifestaciones son la tendencia a la inclusión personal en las valoraciones sobre el grupo y que la aparición de otros contenidos motivacionales no solapen a la identidad racial. Asimismo estos sujetos, pueden tener un autoconcepto que esté centrado en otra identidad social. Son los casos de personas con una fuerte identidad religiosa, nacional o de género. En ellos se da un espectro variado de relaciones entre las dos o variadas identidades que pueden ir desde el solapamiento o superposición de ambas o todas, hasta la subordinación de la identidad sociorracial; al unísono son sujetos cuyos sentimientos de pertenencia se erigen en una escisión o identificación en la valoración del grupo a los cuales pertenecen o quieren integrar. La identidad es activa y positiva respecto al segmento del grupo que es percibido como poseedor de valores positivos y no con el grupo como totalidad y existen otros donde el autoconcepto es excluyente respecto a la identidad racial.

En Nuestra América es a veces difícil contestar hasta donde se concurre con una conciencia acerca de esa discriminación racial, porque como ha habido eufemísticos discursos acerca de la existencia de una legitimidad ideológica respecto a la pertenencia y diferencia basada en la discriminación racial, difícilmente existiría un reconocimiento de lo que se percibe y practica en las esferas cotidianas de la sociedad. Y es que nuestros países, por el solo hecho de haber remarcado a lo largo de su historia la unicidad imaginaria de la nación, por pretender que la supremacía del mestizaje es la fuente constitutiva de la verdadera "nacionalidad" y por incorporar una serie de imágenes de un pasado glorioso y heroico, sustentado en una supuesta etnicidad milenaria, merece ser acreedor de muchas sospechas que ocultan la verdadera naturaleza de sus relaciones identitarias y políticas en su proceso constitutivo como sociedad nacional.

Porque en las nuevas acepciones, según Fredy Rivera Vélez, hay nuevos elementos que deben considerarse. “[...] El racismo contemporáneo, de reciente data, enfatiza más bien el principio de la diferencia para rechazar las otras culturas en nombre de la pureza y de la especificidad de la propia, se aparta de todo universalismo y promueve con ello un comportamiento de relativismo cultural exacerbado. En este contexto, el término cultura es asumido por el de raza, ya que se sustenta en una alteridad sustancial y elemental, tanto en el plano individual como en el colectivo y no acepta que las diferencias culturales pueden ser transformadas y dejar de ser insuperables. De esa manera, el racismo implica que la constatación de las diferencias se materialice en el ámbito político, social y económico, y justifique las conductas de rechazo, exclusión o exterminio. Esta última condición justifica que el racismo se entienda como un fenómeno social y no, como sucede a menudo, como un hecho biológico con repercusiones sociales”. (10)

Quedando entonces demostrado que el racismo y las actitudes discriminatorias en cuando a la raza en cuanto el color de la piel, son problemáticas a resolver en un largo plazo histórico con medidas, más que legislativas y de voluntad política, aunque sin subestimar las mismas, con la educación, concientización y la formación cultural que abandone los viejos cánones del etno y eurocentrismo. Esto último se configura como lo más difícil porque esa construcción sigue vigente aunque hagamos cambios socioeconómicos y políticos, se reproducen una y otra vez, como la lógica metabólica del capital. Entonces habría que crear un Estado nación diferentes al importado e impuesto, una sociedad que piense diferente, no solo en sus formas sino en sus contenidos. Y esa es una tarea gigantesca, desde el plano teórico, cotidiano y de las prácticas sociales y políticas alternativas. Una cosa significa elaborar una práctica y un discurso político macro o micro, y otra llevarlo a una realidad contraproducente, donde los verdaderos protagonistas: las clases, sectores e identidades-diversas: continúen con una mentalidad colonizada y racializada, es cuando la continuidad y ruptura deben encaminarse hacia una superación radical, articulando todo las experiencias y enseñanzas realmente asimilables, adecuándolas a la realidad contemporánea.

Y, a la vez, se trata de satisfacer el lugar ganado por estos grupos identitarios, en los espacios sociales donde se manifiesten con la misma intensidad que el resto de la sociedad. Y no se trata de crear un Partido Independiente de Color, de azuzar asociaciones negras y llamar hacia un retorno al África, como sucedió a principios del siglo XX en Cuba y el Caribe, sino de mostrar en total plenitud los derechos de todos, no como complementariedad, sino como partes de un todo, sin reduccionismos. Porque, como escribió Nicolás Guillén, “El problema del negro en Cuba es el problema del blanco”. Esa sociedad civil y política plena y democrática que es consustancial al socialismo -como etapa de tránsito hacia el comunismo reiteramos que es indiscutiblemente muy extensa e intensa en el tiempo- es el mejor escenario para estas acciones y pensares. Pero podemos aseverar que la problemática racial no constituye un peligro para la Identidad Nacional en Cuba. Porque si de preservar de lo dañino a la identidad se trata, lo más adecuado es preparar al sujeto popular-nacional como un receptor fuerte, activo, crítico, capaz de aprender, comprender y sobre todo aprehender, lo positivo del “otro”, para incorporarlo (apropiándose críticamente) a lo original y auténtico, de hecho enriqueciéndolo con genuinidad y flexibilidad humana universal, sin atavismos ancestrales y cambiando la conformación económica, ideopolítica y cultural heredada y asumida hoy del sistema-mundo capitalista imperialista dominante y hegemónico.

Entonces, alguna vez en la historia de la humanidad podremos botar hacia el basurero, las teorías que aseveran, contra viento y marea, que la raza negra es inferior, muy próxima a los animales, intelectualmente limitadas, con pasiones irrefrenables; la raza amarilla, con inclinaciones a la apatía, con capacidades mediocres, sin impulsos de creación, y la raza blanca poseedora de toda índole de méritos, energía razonable, inclinación al orden, monopolio de la belleza y una enorme superioridad intelectual

. Así como reconocer, sin cierto sentido de culpabilidad, bochorno y pena, que la primera guerra de liberación en la América latina y caribeña se dio en Haití, con la República negra de Toussaint Louverture, enmarcándola en su época histórica-concreta, reviviendo más sus luces que sus sombras, con orgullo y asombro.

Y en la historia de Cuba, podremos preguntar sin vacilaciones de ningún tipo “¿Sería usted capaz de autorizar el matrimonio de su hija blanca con un ciudadano negro?”. La respuesta ante la interrogante martiana, parafraseada, solo sería un sí, sin temores, prejuicios y recelos.

Notas bibliográficas y referencias:

(1) Jesús Guanche La cuestión “racial en la Cuba actual: algunas consideraciones, Internet, La Habana, 1996.

(2) María del Pilar Díaz Castañón Ideología y Revolución. Cuba, 1959-1962, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2001.

(3) IV Congreso del Partido Comunista de Cuba. Santiago de Cuba, 10-14 de octubre de 1991. Discursos y documentos, Editora Política, La Habana, 1992.

(4) Constitución de la República de Cuba, Editora Política, La Habana, 1976; Constitución de la República de Cuba. Nuestras reformas ratifican el rumbo de nuestra Revolución democrática y socialista, en periódico Granma, 22 de septiembre de 1992, La Habana, 1992, pp. 3-10.

(5) Fidel Castro Ruz Discurso en la concentración popular en el Palacio Presidencial, La Habana, 22 de marzo de 1959, en Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, El pensamiento de Fidel Castro. Selección temática, T. I., Volumen 2, enero 1959-abril 1961, Editora Política, La Habana, 1983, pp. 393-394.

(6) Ídem., Comparecencia en el Canal 12 de televisión, 25 de marzo de 1959, Ob. Cit., pp. 395-398.

(7) Ídem., Discurso en la concentración de apoyo a la reforma agraria, Ob. Cit., pp. 398-399.

(8) Fidel Castro Ruz Discurso pronunciado en ocasión del XXX Aniversario de la fundación de los Comités de Defensa de la Revolución, periódico Granma, 1ro de octubre de 1990, La Habana, 1990, pp. 1-3.

(9) Jorge Mañach Indagación del Choteo, (1928), 2da edición, Editorial La Verónica, La Habana, 1940.

(10) Fredy Rivera Vélez Racismo ecuatoriano: imágenes e identidades", coeditado por el autor y E. Cervone, http://www.yachana.or/ecuatorianistas/essays/N_1_

(11) Inmanuel Wallerstein La decadencia del poder estadounidense, Ediciones Le Monde Diplomatique. El Dipló, Capital Intelectual S. A., edición Cono Sur, Buenos Aires, 2006.

No hay comentarios: