martes, 19 de mayo de 2009

La vigencia de José Martí

Por Armando Hart Dávalos

Rendimos emocionado tributo de recordación al Apóstol en el aniversario 114 de su caída en combate en Dos Ríos y de su ascenso a la inmortalidad. Es una ocasión propicia para exaltar su pensamiento y sobre todo su vigencia en estos tiempos que vivimos, sin duda los más complejos y dramáticos de la historia de la especie humana.
Se suelen comparar estos instantes con la crisis del capitalismo en 1929; sin embargo, la situación es muchísimo más grave y solo comparable con la caída del imperio romano a mediados del primer milenio. Pero aún más, porque lo que está en peligro es la vida sobre la Tierra.
Hace más de un siglo, Rosa Luxemburgo sentenció: socialismo o barbarie. Hoy podríamos decir: barbarie si tenemos suerte. Ante este desafío universal, los cubanos tenemos el deber insoslayable de mostrar al mundo quién fue José Martí, el más profundo y universal pensador de lo que se llamó Nuevo Mundo, es decir, desde Alaska a la Patagonia, en la historia del hombre.

En fin, cada día se hace más necesario conocer y promover cabalmente las ideas de quien Rubén Darío llamó «Maestro». Fue precursor del modernismo en la poesía; es considerado entre los mejores prosistas de habla castellana, ensayista capaz de abordar, destacar e identificar todo lo nuevo que se reveló en la ciencia y la cultura de su tiempo. Entusiasta crítico de arte y, en primer lugar, organizador del Partido Revolucionario Cubano en la última guerra de independencia (1895-1898).

La clave de su vida como revolucionario y como pensador la podemos encontrar en que en su carácter y en su mente logró articular ciencia, conciencia y acción. Y lo hizo a partir de su ética, porque Martí era un hombre medularmente ético.

La dignidad de su conducta se entiende cuando se toma en cuenta que no era un guerrero, pero a su vez tenía conciencia de que la guerra constituía una necesidad objetiva para la independencia de Cuba, y comprendía que debía enseñar con el ejemplo. Ahí está la raíz de la tragedia de su caída en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, a poco tiempo de iniciada la guerra que él preparó y convocó. En ello está la esencia de su virtud educativa, y la prueba definitiva de la consecuencia de su vida.

Ante la crisis universal que enfrentamos, Martí se presenta como el paradigma que puede ayudarnos a encontrar los caminos hacia el futuro. Hoy, cuando están en marcha en América Latina distintos procesos revolucionarios y de profundo contenido popular, podemos encontrar las formas correctas de hacer política y de defender culturas fundamentadas en la tradición latinoamericana y en las ideas de José Martí, quien procura el logro de aspiraciones radicales a la igualdad y justicia social, y al propio tiempo aspira a unir el mayor número de fuerzas posible para alcanzar esos objetivos, es decir, «Con todos, y para el bien de todos».

Para recorrer este camino de forma unida orientémonos por José Martí cuando dijo: «Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos».

Para la realización de todo este esfuerzo se requiere de una cultura general integral como la que tiene América Latina. Los grandes pensadores latinoamericanos, desde Francisco de Miranda, Simón Rodríguez, Félix Varela y José de la Luz y Caballero hasta los de hoy, tuvieron una aspiración a la cultura general integral. ¿Cuál es la originalidad de Martí y de Fidel? Que ambos volcaron esa cultura en lo que el Apóstol llamó el arte de hacer política. Su definición de política resulta muy esclarecedora:

«La política es el arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación, cueste el sacrificio, o la merma importante del ideal que se persigue; de cejar para tomar empuje; de caer sobre el enemigo, antes de que tenga sus ejércitos en fila, y su batalla preparada».

La percepción martiana de la política es una categoría de la práctica. Repasen la definición del Apóstol y observarán que esta resulta válida para cualquier práctica política, independientemente de los fines que se persigan. Pero esa práctica tiene en Martí una función regida por la ética, y esta se define, como señaló Luz y Caballero, concibiendo la justicia como el sol del mundo moral. Lo dice también el Apóstol: «(...) dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos»1. Obsérvese que hay una diferencia entre política como práctica y ética como principio.

En Maquiavelo, representante del pensamiento burgués en ascenso en el siglo XV, el objetivo de la política es el de dividir para vencer. Esto porque la política no se atiene a principios éticos y se vuelve oportunista. En el pensamiento martiano, la articulación de esas categorías es un componente esencial. Ética, política y derecho, sobre el fundamento de la cultura general integral, es la fórmula latinoamericana y caribeña que presenta al mundo de hoy.

El principal error práctico de la llamada izquierda del siglo XX fue divorciar la política de la cultura; el primer deber de los hombres de cultura está en buscar la relación con la política práctica. Ahí está la clave del socialismo que necesita el siglo XXI.

Cada día tengo mayor satisfacción al recordar que la Generación del Centenario de Martí, la de Fidel, desde hace más de medio siglo mantiene la cultura ética como tema central. Recordemos la definición de Fidel del concepto Revolución, formulado el Primero de mayo de 2000, y constatemos allí los estrechos vínculos entre la ética y la práctica política.

En la articulación de cultura, ética, derecho y política solidaria se halla la fórmula del amor triunfante y del equilibrio del mundo postulada por el Maestro.

Una prueba de la fuerza real de la ética, de la que no se hizo un profundo análisis filosófico científico, la da el hecho de que las religiones la han tomado como elemento esencial. Por eso, Martí dijo que Dios estaba en la idea del bien. Nosotros, procurando buscar la idea del bien en la práctica concreta de la vida y de la historia, tenemos que analizar la importancia de las condiciones económico-sociales y del desarrollo cultural en general.

En relación con el derecho, recuerdo, como postulaba Martí, que lo esencial estaba en la justicia. Subrayaba también el Apóstol:

«Todo hombre es una fiera dormida. Es necesario poner riendas a la fiera. Y el hombre es una fiera admirable: le es dado llevar las riendas de sí mismo».

Las riendas están en la cultura, y el derecho es la única forma culta de ejercer la violencia; y cuando se viola la ley y se crean condiciones para la violencia, se están creando situaciones graves en el orden público. Este es uno de los temas esenciales que debiéramos discutir a la luz de la tradición ética y jurídica cubana.

En cuanto a la política solidaria, recordemos que Martí era un hombre radical y al mismo tiempo armonioso. Hay quienes son radicales y no son armoniosos, y por ello crean innumerables problemas. Hay quienes intentan ser armoniosos y no son radicales, y no logran nada realmente efectivo. El pensamiento revolucionario de Martí está insertado en estas dos categorías fundamentales: armonioso y radical.

Ha llegado la hora de superar esquemas y dogmatismos que nos llegaron de fuera con diferentes etiquetas y estudiar la vida y la obra de todos los pensadores y forjadores de grandes ideas a lo largo de la historia. Es la única forma política y científica para hallar un camino que nos libere de los sistemas opresivos y nos permita arribar a una genuina humanidad, como la que soñaron los grandes utópicos. Y esto solo lo podemos hacer con principios científicos y cultivando el amor y la solidaridad.

Por estas razones, hemos venido insistiendo en la necesidad de estudiar lo que hemos llamado cultura de hacer política, presente en Martí y en Fidel. Promover estas investigaciones, sobre el fundamento del pensamiento de Bolívar y de Martí, es un deber con la ciencia histórica con el pensamiento filosófico y con el futuro político de América y del mundo.

Esas investigaciones profundas deben partir del método electivo de la tradición filosófica cubana, de la vida y obra de los precursores Francisco de Miranda, Simón Rodríguez, Félix Varela y José de la Luz y Caballero, quienes podrían mostrarnos los hilos invisibles de que nos habló Martí, que unen a los hombres en la historia. Ellos asumieron el más elevado pensamiento filosófico, político y social del Viejo Mundo, lo reelaboraron y así concibieron la América nuestra.

Si en Europa pusieron en antagonismo las ideas de unos sabios respecto de otros, América buscó siempre la articulación y la armonía; por eso ha podido recrear el pensamiento universal y situarlo como la opción necesaria del siglo XXI. Mientras que en Europa se divide y antagoniza el patrimonio de sus sabios, en América se promueve la mejor síntesis del pensamiento de todos sus sabios sobre el fundamento de la justicia como sol del mundo moral y del derecho, en cuya esencia está la búsqueda de la justicia por el hombre. Esa es América, la de Bolívar y Martí, dos gigantes que junto a la inmensa legión de próceres y pensadores, constituyen referentes indispensables para la búsqueda de los caminos que conducen al socialismo del siglo XXI.

1 José Martí, Periódico Patria, Nueva York, 14 de abril de 1893, t. 2, p. 298.

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