Por Tomás Borge
Cuando Mario Vargas Llosa llegó a Nicaragua, durante el primer gobierno Sandinista, casi paso inadvertido. No le dimos, y eso fue lo mejor, mayor importancia. Escribió contra el FSLN un largísimo artículo, dividido en 5 ó 6 partes, publicado, si no me equivoco, por el Washington Post.
Yo le ofrecí una pequeña recepción y una entrevista y de aquel encuentro apenas recuerdo su afirmación publica de que yo “usaba las metáforas hasta la perversidad”, sus miradas persistentes de admiración masculina hacia la hermosa poeta nicaragüense Gioconda Belli y de que se fue de Nicaragua para nunca volver.
Mario es un escritor excepcional. Mi talentosa hija Camila lo considera un maestro en el arte de la trama y la redacción. Mi hijo Juan, de 11 años, ha devorado “La ciudad y los perros” y no hay en América Latina quien no se deleite con su literatura.
Tiene un lucero en la frente y merece, que le otorguen por ello el premio Nobel y si no se lo han dado debe de ser porque no le perdonan sus tinieblas ideológicas para las cuales habría que inventar un premio, tal vez el del chavo del 8. El prestigio del autor de la novela clásica “La Guerra del fin del Mundo” ha sido, utilizado, por desgracia, para defender las malas causas.
No se conoce una palabra del famoso peruano–español, sobre logros tan valiosos como haber liquidado el analfabetismo en Cuba, Bolivia, Venezuela y Nicaragua, jamás protesto por el facineroso bloqueo contra Cuba. No ha dicho palabra sobre la disminución, a nivel de milagro, de la mortalidad infantil en Cuba. No se opone, que yo sepa, a la discriminación racial o de género, no forma parte de la sociedad protectora de animales. No ha creado una fundación para proteger a los inválidos, nada en su vida, es una prima hermana de la solidaridad humana. Se ha limitado a alinearse con representantes de las más rechinantes de las derechas en este mundo.
Fue a Venezuela con el fin deliberado de provocar, sabiendo que su prestigio como escritor encontraría un eco desmesurado e ignominioso en los medios de comunicación de América Latina. Su prestigio lo condujo a una intensa vanidad, retando a una confrontación verbal al presidente Hugo Chávez. Nunca retó a Busch, no se atrevió a iniciativa parecida con el presidente de su país, con el cual ha tenido contradicciones políticas. De haberlo hecho me hubiese parecido una inadmisible falta de respeto. Pero lo que no quieras para el Perú, no lo quieras para Venezuela, ni para ningún otro país.
La frase: “Chávez y Fidel son reaccionarios de izquierda”, es una estulticia, una simple tontería. Solo hay reaccionarios y revolucionarios. Revolucionarios son Fidel, Raúl, Chávez, Daniel, Evo, Correa, Chomsky entre otros y reaccionarios son los Vargas Llosa, George Busch, Orlando Bosh, Mariátegui, el pequeño, Chespirito y cuanto oligarca y vende patria hay en este mundo ancho pero ya no tan ajeno.
No se puede ser revolucionario sin amar al género humano, sin vocación a la solidaridad y al sacrificio. Los oligarcas, defendidos por los reaccionarios, no aman más que a sus padres y a sus hijos. A veces aman a sus mujeres a la SIP y a los perros de su casa. Mario defiende su doble nacionalidad, la cual tan solo es explicable para los hijos de padre y madre nacidos en diferentes paises.
Muchos patriotas de este continente jamas optaron por renunciar a su patria o para tener dos patrias. Somoza arrebato vidas, haciendas y pasaportes. Nosotros jamás buscamos ser mexicanos, con todo y nuestra amistad con López Portillo, ni cubanos aunque fuéremos entrañables hermanos de Fidel Castro, ni españoles a pesar de nuestras excelentes relaciones con Felipe González. La patria es una sola y jamás se comparte. Apartidas son nada mas quienes tratan de arrebatarte la patria. Nosotros siempre fuimos y seremos orgullosamente Nicaragüense y, nada más.
Están lejos los días en que el gran escritor peruano se dolió por la muerte heroica del joven poeta y revolucionario Javier Heraud. Yo le oí decir a una persona muy intima de Vargas Llosa, cuando perdió las elecciones presidenciales “Perú no merece a un hombre como Mario”. Pero el Perú es la tierra de Túpac Amaru, Micaela Bastidas, de Mariátegui, de Vallejo, de González Prada, de Haya de la Torre, de Blanca Varela, Jose Santos Chocano y Arguedas, es la tierra de la fantasía y del heroísmo. Podría estar en esta lista Mario Vargas Llosa, si este no se hubiera convertido en un opaco y vagabundo vocero del capitalismo salvaje.
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