sábado, 4 de julio de 2009

Carta a un amigo hondureño que está lejos

Por Miguel Cáceres Rivera
Alai-amlatina


Compadre Rodolfo:

Ya debés saber del golpe militar contra Mel Zelaya. Lo acusan de querer reelegirse. Lo derrocaron porque, mediante una encuesta nacional que se iba a celebrar el 28 de junio, se le preguntaría a la población si quería o no que en las elecciones de presidente, diputados y alcaldes de finales de noviembre se colocara una cuarta urna en la que la ciudadanía dijera si deseaba o no la celebración de una Asamblea Constituyente que abriera en la constitución un espacio de participación, consulta y decisión ciudadana sobre aspectos cruciales de la vida del país, de los que en la actualidad está excluida la población. La Asamblea Constituyente se realizaría cuando Mel Zelaya ya hubiera entregado el poder. No había, entonces, posibilidad alguna de reelección.

De lo que sí Mel es culpable es de haber incitado la participación ciudadana y haber desbocado ese deseo entre la gente común. Para sólo mencionar dos puntos críticos, las modificaciones constitucionales habrían posibilitado replantear los leoninos términos de los contratos de generación de energía térmica con el empresariado élite del país o de las concesiones telefónicas y habrían permitido la representación democrática a través de otros sectores sociales más allá de los partidos políticos tradicionales, votados por menos de la mitad de la población electoral y, por consiguiente, con baja legitimidad social.

¿En qué se basa la confianza que aparentemente de pronto se vuelca sobre la propuesta de Zelaya y hace de él un inesperado líder con amplísimo apoyo, confianza que muchos de nosotros, dentro o fuera del país, no le otorgábamos en lo más mínimo?

Hoy, compadre, en retrospectiva, me doy cuenta que esa confianza y apoyo no brotaron de improviso, sino que se fueron gestando como resultado de su gestión económica gubernamental, que no supimos entender tempranamente.

Fijate que Mel hizo dos cosas. Puso en práctica medidas económicas orientadas a estabilizar, reducir o impedir que aumentara el costo de vida de la gente y llevó a cabo otras que buscaban mejorar el ingreso de las personas.

Entre las primeras, recordá que desde inicios de su gobierno se dio a la tarea de reducir el margen de intermediación de la cadena de distribución de los combustibles a favor de un ahorro en el precio de la gasolina y los otros derivados del petróleo. Esto molestó mucho a las petroleras y su molestia aumentó cuando se concretó el contrato concesionario de abastecimiento de petróleo con Venezuela. El acuerdo, además, permitió pagar una porción del costo en un plazo dilatado y significó menor presión de la factura petrolera sobre la disponibilidad nacional de divisas. La otra gran medida fue el subsidio al precio de los combustibles, duramente criticado por la ortodoxia antisubsidio. El ahorro y el subsidio abarataron el precio de los combustibles y evitaron el aumento del costo del transporte de las personas y de todos los productos que se movilizan en el territorio nacional. Sin el ahorro y el subsidio habría sido más caro el transporte y más caro todo lo que se transporta y consume en el país y habría sido mayor la inflación y el costo de vida.

¿Estamos de acuerdo, amigo Rodolfo, con este encadenamiento lógico y real que ha sido escamoteado por los analistas nacionales? La tercera medida fue la reducción de la tasa de interés de los créditos para vivienda ¿Vos sabés, hermano, la diferencia entre pagar intereses entre el 24 y el 32 por ciento anual (como en el caso de La Vivienda, desaparecida por incapacidad competitiva y gerencial) y luego tener la posibilidad de pagar la mitad o un tercio de eso? A Mel le gustaba decir en privado, “le torcí el brazo a los bancos para que bajarán los intereses”. Tampoco esta medida fue del gusto de los banqueros. La medida fue efectiva sobre todo porque nuevos entes financieros de origen extranjero de reciente inserción en el sistema nacional y con afán competitivo por ganar un espacio en el país jugaron un papel muy dinámico (Credomatic-General Electric, por ejemplo). No sólo financiaron muy ágilmente nuevos préstamos de vivienda, sino que compraron la deuda de aquellas personas que habían adquirido créditos con los bancos tradicionales del país. Y lo hicieron a tasas entre el 10.7 y el 12.7 por ciento. Todo esto, amigo Rodolfo, ha abaratado el costo de adquisición de las viviendas y contribuido a un costo de vida más bajo.

La misma reducción de la tasa de interés para vivienda mejoró el ingreso de las familias. Motivó una mayor construcción de casas, estimuló la compra de más cemento y otros materiales de construcción, aumentó la venta de las ferreterías, incrementó la demanda de transporte de materiales y, sobre todo, dio lugar a mayor empleo para los trabajadores de la construcción. Mayor actividad económica y más empleo significó más ingresos para las familias pobres, para los pequeños y medianos empresarios y hasta para los grandes importadores (Los Larach, por ejemplo) y dueños de las cementeras (Rosenthal, entre ellos). Inclusive, los bancos que estuvieron a la cabeza de este proceso ampliaron sus ganancias, porque el impresionante aumento del volumen de los préstamos más que compensó la baja inducida de la tasa de interés. Los bancos de la zaga pudieron ser los afectados con la medida. (Mire, compadre Rodolfo, fueron muchos los que se beneficiaron y quizás los perjudicados hayan sido los menos, pero eso sí, los más jurásicos del parque y con el mayor poder económico. ¿Entiende, amigo, cómo se ha ido formando la urdimbre de apoyos y oposiciones ciudadanas a la gestión gubernamental de Zelaya? Pero no crea que porque a algunos grandes les haya ido bien estuvieron al margen del golpe). Este período ha sido calificado como el boom de la construcción.

El otro gran hito del mejoramiento del ingreso fue el aumento del salario mínimo. Esta fue una medida en cierta forma reactiva. Recordarás seguramente el aumento de los precios internacionales del trigo, petróleo, maíz, aceite de palma, etc., del año pasado. Se transmitieron obviamente al mercado nacional y afectaron la capacidad de consumo de la población. Los precios internacionales bajaron pero aquí el alza se mantuvo. Zelaya estuvo reiteradamente pidiendo a los empresarios que bajaran los precios. Se lo solicitó a los empresarios de la harina, el pollo, los huevos, el aceite (los de complejo agroalimentario del país: Banco e Inversiones Atlántida, por ejemplo) y a todos aquellos que al amparo del alza del petróleo justificaron los aumentos de sus productos y de algunos servicios como el transporte. En general los que lo hicieron bajaron los precios en una proporción nanométrica de lo que los habían incrementado. Zelaya respondió entonces elevando el salario mínimo en alrededor de un 60 por ciento. (Esto significó otro reacomodo en la correlación de apoyos y oposiciones).

Hermano, si Ud. ahora me acompaña en un esfuerzo de abstracción yo le diría que la gestión de Mel Zelaya constituye un punto de quiebre en la tendencia de los gobiernos desde 1990. Y fíjese que ya nos salimos del período de Zelaya y nos situamos en un plazo más amplio que nos permita una perspectiva más amplia. La diferencia estriba en cómo se costea el crecimiento económico y qué sectores se priorizan como receptores de los beneficios de ese crecimiento. El boom de la construcción es un buen ejemplo. Fue la actividad cuya dinámica imprimió a la economía nacional una de las más altas tasas de crecimiento de la presente década, se costeó con la baja de la tasa de interés para la construcción de viviendas y los beneficios del crecimiento de la actividad se distribuyeron en una amplia gama de sectores sociales, incluyendo a los propios bancos de vanguardia.

En cambio, desde 1990 y durante unos 16 años la devaluación ha sido quizás el principal medio por el que se ha costeado el crecimiento económico del país. Amigo Rodolfo, ambos sabemos cómo eso sucede, pero recordémonoslo por un momento. Imaginemos que yo produzco y vendo camisetas en el exterior a un dólar cada una y que ese dólar vale dos lempiras. Imaginemos que hoy devaluaron y por un dólar ahora me entregan cuatro lempiras. Significa que por la misma camiseta y por el mismo dólar ahora, en virtud de la devaluación, yo gano dos lempiras más. Pero, ¿de dónde salen esos dos lempiras? Bueno, ahora imaginemos que Ud. vive en Honduras y es importador de derivados de petróleo y un galón de combustible lo importa a un dólar. Ayer, antes de la devaluación, Ud. lo vendía a dos lempiras, hoy lo va a tener que vender a dos lempiras más, es decir, a cuatro (estamos suponiendo que Ud. sólo traslada el aumento del costo en lempiras, un supuesto poco realista en la lógica empresarial). Entonces, al consumidor el galón de combustible le costará dos lempiras más que es la ganancia adicional que yo estoy obteniendo por exportar la misma camiseta al mismo dólar de siempre. Este es, compadre, un juego suma cero, porque lo que uno gana es lo que el otro pierde, lo que es ganancia por devaluación para mí es inflación para todos los consumidores.

El caso de los bancos es mucho más interesante. Imagínese, ahora, compadre, que Ud. es un banquero que ayer tenía una reserva de diez millones de dólares o sea veinte millones de lempiras. Después de la devaluación esa reserva será siempre de diez millones de dólares, pero en lempiras equivaldrá a cuarenta millones. Esos veinte millones de más es inflación para los consumidores y como a mayor inflación mayor será la tasa de interés que aplique a los préstamos que Ud. hace, habrá pegado patada y mordida.

Ud. cree, amigo Rodolfo, que es gratuito que la actividad bancaria sea una de las que más ha crecido desde 1990 cuando Rafael Leonardo Callejas devaluó la moneda nacional. Tampoco es gratuita la notable expansión de la industria maquiladora de ropa. ¿Por qué cree, compadre, que el ex presidente Ricardo Maduro, propietario de una de las principales exportadoras de café, es adicto a la devaluación?

¿Me entiende, entonces, cómo opera la devaluación y quienes hemos estado costeando el crecimiento de todas estas actividades bancarias y de exportación y quienes han sido los beneficiarios? Aunque, le voy a decir, que no son todos los consumidores sobre los que ha recaído el costo, sino sobre los consumidores de ingresos fijos y aquellos otros que por el tipo de actividad que desarrollan no le pueden pasar la factura de costos a otros. En todo caso, una importante mayoría. Pero, debo decirle algo más. No sólo hemos costeado el crecimiento de esas actividades sino el aumento del consumo importado de esa élite empresarial gobernante. Cree que es gratuito que en esa década de los noventa las importaciones se hayan disparado lo mismo que el déficit comercial del país. Como no ha vivido aquí, Ud. no ha visto la proliferación de autos europeos de lujo y de mansiones del mismo orden. Si Ud. hubiera vivido aquí en todos estos años también tendría el cuero curtido de costear ese crecimiento y ese consumo. Y, además, estoy seguro que tendría caldeado su ánimo o, quizás, tendría rabia contenida.

¿Quiere saber qué ha significado, del otro lado, el financiamiento de esas actividades y el aumento del consumo de esa cúpula empresarial? Pues bien, en 1989, antes de la entrada de Callejas, el salario agrícola, según cifras oficiales, era de 9.12 lempiras que a la relación oficial de 2 lempiras por dólar equivale a 4.56 dólares. En el 2007 ese salario baja a 3.97 dólares (Lps. 75.48/19.03), o sea el 87 por ciento de lo que fue 18 años antes. Y este cálculo, como bien lo sabe colega Rodolfo, peca por subestimación porque se estima en relación a la devaluación y no a la inflación, que siempre es mayor. Esta depreciación de los ingresos y de la capacidad de compra ha sido igual en otros estratos sociales, por eso es que Ud. va a ver cómo la compra de ropa usada, de zapatos usados, de electrodomésticos usados y de todo usado, ha venido a ser la común práctica antípoda del consumo exquisito de la élite aludida. Vea, entonces, que el aumento del salario mínimo que en el corto plazo aparece como una acción reactiva del Presidente Zelaya, desde esta perspectiva más amplia viene a ser un imperativo de subsistencia de una población a la que le han ido vaciando los bolsillos con la sutileza abstracta de la devaluación. Zelaya contribuyó a reducir ese gran déficit social.

Con este panorama de deterioro de vida cree Ud., amigo mío, que ha sido pura casualidad el que un millón y medio de jóvenes haya decidido irse del país, como espaldas mojadas la mayoría. Si los ochenta fue la década de los desterrados políticos, los noventa y la presente han sido las décadas de los desterrados económicos, de los sin empleo.

En Honduras, como en otros países, Ud. bien lo sabe, compadre, son la micro, la pequeña y la mediana empresa las principales fuentes de empleo. Pero su potencial de crecimiento ha estado limitado por una devaluación que ha incrementado constantemente el costo de la materia prima, herramientas, maquinaria y repuestos importados que requieren para sus operaciones. Este gran bloque de empresas está orientada básicamente a la producción de alimentos procesados (micro y pequeñas panaderías, comedores, restaurantes), al comercio micro, pequeño y de mediana escala y a la prestación de servicios de transporte de personas y de carga, entre otras actividades. Orientado al consumo nacional, sus ventas no le generan dólares que compensen el aumento del costo importado. Para un segmento de este bloque, el abastecimiento de harina (de trigo y maíz), azúcar, aceite, huevos, leche y otras materias primas básicas alimentarias depende del gran complejo agroalimentario nacional que maneja con carácter monopólico los precios. El financiamiento bancario de todo el bloque está sujeto a las tasas de interés más elevadas de Centroamérica y el costo de la electricidad, telefonía y los combustibles son críticos en su funcionamiento.

Como Ud., amigo Rodolfo, hace muchos años no ha estado aquí quizás no sepa que además de este bloque existe otro formado por ese gran complejo monopólico agroalimentario, por las grandes casas exportadoras e importadoras, por la banca, por las grandes corporaciones comerciales e inmobiliarias, por las compañías importadoras y refinadoras de petróleo, por las grandes redes de medios de comunicación, por las cadenas de comida rápida, etc., bloque al que se han incorporado las compañías generadoras de energía térmica y de telefonía. Se trata de un breve número de familias y empresas extranjeras para las cuales no hay sector económico alguno en el que no hayan hecho inversiones y no ha habido integración vertical y horizontal alguna que no hayan puesto en práctica. Para adaptar y acuñar una frase, es el vivo e ideal ejemplo de un “modelo de desarrollo urbano sostenible con enfoque territorial”. ¿Usted me entiende, compadre, verdad?

Este bloque élite además de manejar monopólicamente los precios de las materias primas nacionales y de ofrecer las más altas tasas de interés, también opera con uno de los precios más elevados de la electricidad, telefonía y combustibles del istmo centroamericano. ¿Comprende ahora, amigo, por qué el bloque de la micro, pequeña y mediana empresa ha tenido limitado su crecimiento (además de lo que ha significado la devaluación), por qué ese potencial de generación de empleo no ha podido desplegarse en toda su extensión, por qué millón y medio de jóvenes (casi un tercio de la población trabajadora del país) ha tenido que ir a buscar empleo fuera de aquí, por qué se puede afirmar que ese crecimiento económico basado en la devaluación y en el manejo monopólico e irrestricto de los precios de insumos críticos para la producción ha sido un crecimiento para las familias del bloque élite, por qué se puede afirmar que los gobiernos han venido manejando una política económica que impulsa un crecimiento cuyos costos recaen sobre la mayoría y los beneficios fundamentalmente sobre el bloque élite?

¿Entiende ahora, compadre, que el andamiaje político y la forma de gestión gubernamental es muy compatible con la manera en que el bloque élite tiene organizada y maneja la economía de este país? ¿Entiende que esta compatibilidad hace del funcionamiento del país una cajita que produce constantemente pobres en serie y a gran escala? ¿Comprende ahora que si a esa cajita no se hacen los ajustes económicos y políticos necesarios la polarización económica y social va a ser cada vez mayor? ¿Entiende que sin esos ajustes por más estrategias para reducción de la pobreza, por más ayuda internacional bien intencionada, por más enfoques territoriales de desarrollo rural sostenible que hayan, los esfuerzos para abatir la pobreza van a ser la perenne proeza de Sísifo?

Ahora volvamos al inicio de todo esto. Comencé hablándole del golpe y le he relatado todo esto porque considero que lo económico es marco de referencia obligado para el análisis político y porque creo que la nariz, por más grande que la tengamos, no puede ser el horizonte de nuestras reflexiones; por eso me remití a los hechos ocurridos desde 1990, cuando se inicia en el país esa sesgada política económica y peculiar forma de gestión gubernamental.

Entiende, entonces, amigo Rodolfo, qué significa hacer una gestión gubernamental diferente queriendo que el crecimiento del bloque de la micro, pequeña y mediana empresa se costee con la reducción del precio de los combustibles al revisar el margen de intermediación y abrir una fuente alternativa de abastecimiento concesionario (Petrocaribe), subsidiando el precio de los derivados del petróleo, obligando a bajar la tasa de interés de los préstamos para construcción e intentando el pecado capital de querer reducir los precios de la energía eléctrica en los contratos del Estado con las empresas térmicas (Miguel Facussé, Callejas y otros más)? Son los contratos que han tenido al punto del colapso financiero a la empresa estatal de energía eléctrica en uno de los más rentables negocios junto con el de la telefonía, beneficiaria de concesiones que el buró político otorgó al bloque élite, por decirlo así, por diez centavos cuando costaba un millón de lempiras?

¿Comprende que haber tocado el interés de las transnacionales del petróleo es haber movilizado la animadversión de la embajada de EUA y de todos los recursos y fines a su alcance para restaurarles sus beneficios? ¿Usted cree que es gratuito que una de las primeras medidas tomadas por Micheletti haya sido devolverles el control monopólico del abastecimiento del petróleo a esas compañías?

Y como el sentido de propiedad del bloque élite no se reduce a las inversiones empresariales sino que se extiende a sus inversiones políticas, si Ud. estuviera aquí sabría a qué familia o corporación le pertenece la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio Público o entre quienes está repartido el Congreso Nacional, obviamente con todos sus magistrados, fiscales y diputados. Y por tanto se daría cuenta también que ese bloque élite no necesita meter directamente sus manos en un golpe, porque esa élite “democrática” puede permitir que se juegue con el Santos pero no con la limosna.

Mire, amigo, esa cajita que arriba le mencioné no sólo es una cajita económica sino también política y jurídica. De manera que no sólo es su parte económica sino también su andamiaje político y jurídico el que produce pobres a granel. Y ese andamiaje son todas las leyes primarias y secundarias, las normas, regulaciones, estructuras, instituciones y las personas que las operan como representantes de la ciudadanía. Así que, en la idea y propósito de Zelaya, una apertura participativa y representativa más amplia (incorporando a sectores que han estado excluidos), la introducción de mecanismos de democracia directa como el plebiscito que implica la cuarta urna y la inserción de nuevas normas y reglas del juego democrático son requisitos y cambios ineludibles sin los que se volvería imposible combatir la pobreza y la exclusión. Pero, a la vez, son atentatorias contra el estilo de conducción política del Congreso y sobre todo contra los beneficios personales y políticos que el puesto y ese estilo les han venido reportando. Fíjese, compadre, que apenas se hicieron pequeños cambios en los procedimientos de votación y ya no salieron electos diputados pétreos como Ramos Soto y otros del mismo género. Esa experiencia les enseñó mucho. Entiende Ud. que perseverar en el estatus quo es un asunto de supervivencia para esta prole y la propuesta de cambios es equivalente a que les muevan el petate.

Ve Ud. entonces que ampliado el contexto y el horizonte, esa polarización de la sociedad hondureña que mira desde aquellos lares no es un asunto promovido por Mel Zelaya, sino un trabajo tesonero y esforzado que el bloque élite y el estamento político han venido construyendo desde hace dieciocho años, para sólo hablar de lo más reciente de esta construcción. El común de la gente mira que trabaja y trabaja y no ve avance. Mire, compadre, esa polarización está tan metida en el tuétano social y la lleva la gente a flor de piel que la más nanométrica propuesta de justicia y participación dispara instintivamente las ilusiones y los anhelos. Seguramente a Zelaya y su rol lo construyeron también las circunstancias, y como pudo ser él podría haber sido otro. Mel sólo es parte de la ecuación.

La participación de los militares en el golpe merece sólo un breve comentario. Cuando se requirió su participación en la consulta popular, como llamado de la población, el proceso era ilegal. Cuando el bloque élite le designó el papel golpista muy solícitamente lo hizo respaldándose en un argumento de legalidad. Esos militares son eso, obedientes y no deliberantes.

Yo te agradezco, hermano Rodolfo, que me hayas motivado a hacer estos apuntes para darte una vista panorámica y de amplio horizonte de lo que aquí pasa. Un abrazo fraterno

Tu amigo

- Miguel Cáceres Rivera es economista hondureño

Tomado de Rebelion

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