sábado, 15 de agosto de 2009

El Salvador, tan violentamente dulce

Por Adriana Vega

DEDICADO AL MEDICO PERIODISTA JOSE MARIO ZAVALETA, ALUMNO DE RUTILIO GRANDE EN SU NIÑEZ.

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicnWpWu2DNXSQto56PLHzsVt0-IOdzIGRyryzsMxgLq38N1JZtB5KoNT_boNIaKHhyO-C-vduDjKN4c_NPnP0kEOPIuFnhHsiCiqREn1puHXk1jrR0yBLJp3OwQ6ISFqI_8McSOixwcV-1/s320/monse%C3%B1or+romero.jpgEl Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) es un partido de izquierda y principal fuerza política de oposición entre 1992 y 2009. Tras alcanzar la victoria en las elecciones presidenciales del 15 de marzo de 2009, su candidato Mauricio Funes asumió la Presidencia de la República el 1 de junio de 2009.

Había sido creado en 1980 como organismo de coordinación de las cinco formaciones político-militares que participaron en la guerra civil entre 1980 y 1992 y que se constituyeron en partido legal firmando los Acuerdos de Paz de 1992.

El año 1980 había sido muy determinante para el inicio de esta guerra civil en El Salvador, por la serie de eventos represivos por parte del Estado y organizaciones paramilitares, refutados por acciones y respuestas de las organizaciones guerrilleras.

El 24 de marzo fue asesinado el Arzobispo de San Salvador, Monseñor Óscar Arnulfo Romero, después de haberle exigido a Estados Unidos retirar su apoyo militar al régimen salvadoreño y ordenar a la misma Junta el cese de la represión. El mayor Roberto D’Aubuisson fue imputado como organizador del crimen y nunca se lo llevó a juicio.

El mundo fue estremecido en mayo por la violenta masacre de más de seiscientas personas en el Río Sumpul situado en la frontera con Honduras, crimen que fue producido por las fuerzas militares concertadas entre ambas naciones. El 10 de octubre los ímpetus guerrilleros se organizaron bajo el nombre de Frente “Farabundo Martí” para la Liberación Nacional (FMLN) y en diciembre se unió el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC).

http://www.marxists.org/espanol/grande/rutiliogrande.jpgEn memoria del obispo Romero, inmolado y venerado desde entonces y porque el 15 de agosto cumpliría 92 años, queremos homenajearlo refiriéndonos a uno de sus grandes amigos, el sacerdote Rutilio Grande y abordar el tema de aquellos que desde el catolicismo tercer mundista, fueron excelentes revolucionarios en nombre de su opción por los pobres.

El asesinato del Padre Rutilio al que nos referiremos, inició la larga lista de crímenes de sacerdotes que culminó con la muerte del mismo Romero y, muy posteriormente, con el asesinato de seis jesuitas de la UCA y sus dos trabajadoras.

Después de la muerte de Monseñor Romero, la misma Guardia Nacional entró en el templo de Aguilares, mató al sacristán a sangre fría y deportó a tres sacerdotes que conformaban el equipo parroquial. Profanaron el oratorio, abrieron el sagrario, desparramaron hostias consagradas por el suelo.

Cuentan los testigos que cuando el arzobispo llegó a Aguilares y contempló el cuerpo sin vida del jesuita, se deshizo en llanto. No han faltado quienes atribuyen a este asesinato el cambio de Monseñor, que a partir de esa fecha comenzó con una serie de denuncias que lo enfrentaron cada vez más con los poderes militares, mediáticos y políticos.

Amigo y conocedor de Rutilio, sabía que el Padre Grande no era una persona dedicada a la política, sino que vivía su sacerdocio y las propias exigencias sacerdotales con modestia y vocación. El hecho de ser testigo directo del ensañamiento que rodeó su muerte le ayudó a comprender, sin duda, las profundas raíces de injusticias que se vivían en El Salvador y el tipo de represión brutal que en aquel tiempo se estilaba.

Rutilio se dedicaba a la formación del clero secular y quiso participar de la aventura de varios sacerdotes salvadoreños que acompañaban formando a su pueblo, en medio de una dificultosa, rígida y vertiginosa alternativa.

Defendió a los pobres y a los humildes de la espeluznante violencia indiscriminada que los gobiernos de entonces regentaron contra quienes pedían un mínimo respeto a su dignidad. Dar la vida en servicio de los demás es siempre el mayor legado que hacen los revolucionarios, aunque la iglesia los designe como mártires.

El padre era una persona muy moderna, estaba al cabo y a fondo de la realidad de la gente, y al mismo tiempo se preocupaba por su trabajo pastoral ejercido con profunda condición humana. Cercano y participativo, se dice que tenía una salud débil y sin embargo un carácter firme de tendencias contenedoras. Buen mozo y elegante, su ofrecer la vida por los demás no le fue dificultoso porque comprendió al ser humano que sufre y le fue construyendo, a partir de necesidades, nuevos elementos abiertos al amor.

http://blog.chento.org/wp-content/uploads/2008/05/rutilio_homenaje-300x225.jpgSu mensaje de vida y de muerte no ha desaparecido ya que impregnado de ternura encontró a Dios en los pobres, pudo crecer y continuar vivo, multiplicado y trascendido en ejemplos. Como un Che.

Había nacido en El Paisnal y en su juventud fue reclutado al sacerdocio. Estudió en el seminario de San José de la Montaña y allí comenzó su amistad con Romero, que también lo estaba cursando. Mantuvieron ese aprecio a través de los años, y Grande fue el maestro de ceremonias cuando Romero fungió como obispo auxiliar. Párroco en Aguilares, feligresía donde había pasado su niñez y juventud, estableció las Comunidades Eclesiales de Base, organización campesina que consiguió la oposición de los terratenientes de la zona, que interpretaron amenazaba su poder. También juzgaron lo mismo algunos sacerdotes conservadores, temerosos de ser controlados por fuerzas izquierdistas.

Contrariamente, Rutilio fue una respuesta a intenciones destinadas a perseguir sacerdotes compatriotas o no, como ocurrió con el colombiano Mario Bernal Londoño, expulsado por el gobierno, hecho que lo llevó a pronunciar la homilía llamada "sermón de Apopa", denunciando su destitución.

Según la OEA, esta imputación puede haber provocado el asesinato del padre Grande, que El 12 de marzo de 1977 fue emboscado y ametrallado junto a Manuel Solórzano, un anciano, y Nelson Rutilio Lemus, un adolescente, en campos de caña de azúcar cercanos a El Paisnal cuando iba a impartir misa vespertina.

Al enterarse, Monseñor Romero fue al templo donde reposaban los tres cuerpos y celebró misa. Después pasó varias horas escuchando a los campesinos locales, conociendo sus historias personales y de sufrimiento. Al día siguiente, luego de reunirse con sacerdotes y consejeros, anunció que no asistiría más a ninguna reunión gubernamental ni a juntas con el presidente hasta que la muerte se investigara. Durante casi tres años, no concurrió.

El domingo sucesivo Monseñor Romero canceló las misas en toda la arquidiócesis por una sola a la que acudieron en la catedral de San Salvador más de cien mil personas para escuchar un discurso que pedía el fin de la violencia.

Refugiados salvadoreños regresados luego de once años de exilio en Nicaragua fundaron la Comunidad Rutilio Grande el 15 de marzo de 1991 y entre los proyectos diversos del grupo figuró "Radio Rutilio” radioemisora que destaca jóvenes locales como presentadores de noticias y anuncios comunitarios.

Asesinato de las monjas en El Salvador

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7QmNCfxUqbMW803OiGYQ_Mt8-SZiZWjiZAci9e5mxbS0bZck-Q2hvHlT_8iPqiltJazN9ufa7rth6IEqZxbVr22x67fOcwgG5oa7f4XZuuAOJRGX-x3u5Cs00UX_c_aKuMbdjSHFc8OA/s400/maryknoll.jpg El 2 de diciembre de 1980, al inicio de la guerra civil salvadoreña, fueron violadas y asesinadas las religiosas Ita Ford, Maura Clarke y Dorothy Kazel y la misionera laica Jean Donovan, aberrante suceso que fue llevado a cabo por cinco miembros de la Guardia Nacional.

Las monjas y la seglar pertenecían a las congregaciones de las Hermanas de Maryknoll y las Hermanas Ursulinas de Nueva York. Habían sufrido violación antes de asesinarlas disparándoles, sólo por haber defendido a los salvadoreños del terror desatado por su gobierno.

Por el crimen de las cuatro religiosas de nacionalidad norteamericana, en 1984 fueron condenados a treinta años de cárcel los cinco agentes de la Guardia Nacional. De ellos, tres fueron dejados en libertad cuatro años después.

La violación y asesinato de las monjas por sicarios y militares provocó que el gobierno norteamericano suspendiera la ayuda militar al gobierno salvadoreño… por un mes.

El Comité de Abogados para los Derechos Humanos de Nueva York inició en el dos mil una demanda penal por homicidio contra dos generales salvadoreños, a quienes acusaron de ordenar la muerte de las religiosas.

El crimen, denunciado por el New York Times, indujo a que la embajadora en Naciones Unidas Jean Kirkpatrick acusase a las monjas de actividades subversivas. Ella y su sucesor, Vernon Walters, el homicida subdirector de la CIA que organizó los grupos de carniceros de la Operación Cóndor, negaron la veracidad de estos hechos. Los generales acusados son Eugenio Vildes Casanova, y José Guillermo García.

Cuando ocurrió la masacre, el primero era el jefe de la Guardia Nacional y el segundo Ministro de Defensa. Los dos viven en Florida, Estados Unidos. Fueron declarados inocentes de cualquier responsabilidad en el secuestro, violación y asesinato de las religiosas en una Corte Federal de Florida.

Dos años después, por otro caso, condenados por la misma Corte a pagar 54,6 millones de dólares a tres víctimas de torturas durante la guerra civil salvadoreña.

En septiembre de 1981, la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador (CDHES), informó que un total de 32,000 civiles fueron asesinados por fuerzas gubernamentales y escuadrones de la muerte vinculados al Ejército, desde que la primera junta asumió el poder en el país. Ese mismo mes, D’Aubuisson anunció la fundación del partido Alianza Republicana Nacionalista, ARENA, y posteriormente, su postulación como candidato presidencial.

Las Fuerzas Armadas salvadoreñas se involucraron directamente en la represión indiscriminada, siendo el más notorio de estos incidentes la denominada Masacre de El Mozote entre el 10 y el 13 de diciembre de 1981 contra la población civil cometido por el Batallón Atlacatl de la Fuerza Armada salvadoreña durante un operativo de contrainsurgencia en las aldeas de El Mozote, La Joya y Los Toriles, en el norte del departamento de Morazán.

Según la Comisión de la Verdad, organismo de la ONU creado para investigar los hechos, aproximadamente novecientos campesinos fueron asesinados allí y en los cantones aledaños. No sólo es el mayor acto de violencia contra población civil cometida por agentes gubernamentales durante la Guerra Civil de El Salvador, sino también la peor masacre en el Hemisferio Occidental en tiempos modernos.

Hoy los salvadoreños, como nosotros todos, se ven amenazados por la Cuarta Flota y el Comando Sur que amplían sus enclaves en Colombia, mientras el narco-presidente Uribe visita nuestros países para que el atropello sea consumado.

¿Más de lo mismo?

Buenos Aires, 15 de agosto de 2009

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