Los vericuetos y tortuosos caminos de la política hegemónica de los Estados Unidos, para muchos, una estrategia de dominación imperial, concentraron el debate en uno de los paneles más reveladores de la penúltima jornada de sesiones.
Las "escandalosas continuidades" del gobierno de Obama en relación con su predecesor George W. Bush fueron expuestas por Luis Suárez, del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de Cuba, quien fundamentó la permanencia de los ejes estratégicos principales de la administración derechista bajo el manto de un liderazgo de "potencia inteligente" que busca el rescate de la credibilidad de la nación norteña.
Construida sobre los pilares de la seguridad, el libre comercio -que ni es tan libre ni es solo comercial- y del esquema de la democracia representativa como fórmula para privilegiar el dominio de las oligarquías, la estrategia de dominación imperialista tiene expresiones muy concretas en Norteamérica, Centroamérica, el Caribe y Suramérica, según demostró el académico cubano.
El politólogo argentino Atilio Borón alertó sobre el peligro de confundir la decadencia del imperio con una actuación más benigna o suave. "Los imperios en declive suelen ser más peligrosos que en su época de esplendor", argumentó.
La agresividad de los Estados Unidos combina con su posición aún irremplazable en el sistema imperialista internacional, en lo militar, lo político e incluso lo económico, como acaba de demostrar la actual crisis, pero ello no niega la erosión de ese poder, aunque puede ser un proceso lento.
"El imperio no caerá si no hay una fuerza que lo haga caer y el actor para hacerlo no está visible aún", consideró Borón, quien recordó que el gasto militar de los Estados Unidos es equivalente al de todos los demás países del planeta, y su enrolamiento en varios conflictos militares a la vez los impulsa también a tratar de asegurar su dominio sobre su patio trasero: Latinoamérica.
La reactivación de la IV Flota, la extensión de la red de bases militares y el hostigamiento a los gobiernos de izquierda mediante varias fórmulas que van desde el estímulo a los movimientos secesionistas hasta los golpes al estilo de Honduras, son algunas de las expresiones de la continuidad del proyecto imperial en la era de Obama, donde el objetivo inmediato, de acuerdo con el intelectual argentino, es derrocar a la Revolución Bolivariana de Chávez en Venezuela.
Por su parte, el mexicano John Saxe profundizó en los entramados del dinero que están detrás de las guerras de conquista contemporáneas, con el propósito de lograr el manejo de los recursos naturales en la periferia capitalista, tales como el petróleo, los minerales, el agua o la biodiversidad.
Reveló la existencia de estructuras bajo el eufemístico nombre de "programas de estabilización y reconstrucción" que prevén -antes incluso de producirse los conflictos- los contratos para las grandes transnacionales que restañarán lo destruido por la guerra.
Las numerosas intervenciones y preguntas de los participantes apuntaron otras aristas del fenómeno, entre ellas el peligro del retorno del neoconservadurismo en los Estados Unidos, el papel que pueden desempeñar los movimientos sociales en la precipitación del actual sistema imperialista, el esclarecimiento de los pretextos más socorridos para agredir a Venezuela y la posibilidad real de una ralentización del proceso integracionista en el continente si se cumplen los pronósticos de un retorno de los gobiernos de derecha.
"Otro mundo también muy peligroso es posible", sintetizó un delegado, ante lo cual uno de los panelistas razonó que es evidente el nerviosismo de los Estados Unidos debido a la aparición en la ecuación de poder de nuevos actores entre las fuerzas populares y los estados, así como por su relativa pérdida de control de determinadas situaciones, situación que conforma un escenario tenso, pues "el uso de la fuerza militar es una expresión de la debilidad de los imperios".
SOCIALISMO, LA ALTERNATIVA
En el panel siguiente -La disputa por la hegemonía: hacia la afirmación o confrontación del capitalismo-, el profesor Julio Gambina, de la Universidad de Rosario, Argentina, observó la existencia de distintos diagnósticos y propuestas de salida ante la crisis, fundamentalmente productivos y neodesarrollistas, de un lado, y anticapitalistas y a favor del socialismo, del otro.
Declarándose a favor de esta última alternativa, dijo que también, para enrumbarla, le conviene el debate, la crítica, en aras de construir un discurso y una subjetividad propios, que permitan implementarla en medio de esta crisis mundial del capitalismo contemporáneo, cuyo epicentro es Estados Unidos, cosa de la que hay que hacer conciencia.
Hoy se ha reinstalado la potencialidad de la discusión entre un sistema y otro, y es momento de construir esa alternativa socialista, dentro de lo que constituye una batalla de ideas, advirtió, señalando como evidencia de ello el surgimiento de los conceptos "Socialismo del siglo XXI", de Hugo Chávez, o "Comunitario", en la Bolivia de Evo Morales.
El neokeynesianismo es atractivo para muchos, pensando en los estados de bienestar que una vez fueron, pero, ¿es posible construir un capitalismo nacional autónomo, en estos tiempos de transnacionalización?, comentó Gambina y añadió: el neodesarrollismo hoy no es posible.
La crisis es una gran oportunidad para los que piensan de esta manera, pero también para las clases dominantes que la utilizan como chantaje para nuevos ajustes enfilados a perpetuarse, con más explotación. El capitalismo en crisis está siendo pensado para ese relanzamiento y tenemos que pensar la salida desde el socialismo, resumió.
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