lunes, 5 de abril de 2010

Racismo, un problema por resolver

Por Patricia Grogg

Entrevista con Esteban Morales, economista,  politólogo, ensayista e investigador del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU)), adscrito a la Universidad de La Habana.

esteban_morales-_patricia-grogg-ips.jpg“El tema racial ha resultado ser el  más soslayado  e ignorado   de la realidad  social cubana. Nada lo ha  superado en cuanto a una actitud prejuiciosa para su tratamiento”, alerta Esteban Morales, cuyas investigaciones y numerosos artículos y ensayos lo hacen voz autorizada en este asunto, de alta sensibilidad en este país socialista.

Para el autor del libro "Desafíos de la problemática racial en Cuba", se trata de un tema que  debe ser estudiado y discutido sin medias tintas, e inclusive formar parte de la agenda política con vistas al VI Congreso del gobernante Partido Comunista de Cuba (PCC), en fecha aún  por precisar.

Morales conoce con igual profundidad a Estados Unidos, desde donde unos 60 intelectuales, algunos de reconocido prestigio, acusaron al gobierno del Raúl Castro de perseguir y  acosar a las personas por el color de su piel. En su opinión, esas acusaciones “desconocen”  la realidad de su país y “están montadas en las mismas campañas que los gobiernos norteamericanos (de Estados Unidos) han hecho ya históricamente   en contra de la  Revolución Cubana”.

“Nosotros hablamos de racismo y decimos que hay que continuar perfeccionando los  derechos civiles, democráticos, pero no sólo para los negros, sino de toda  la sociedad. En esa lucha tenemos de aliados al más alto liderazgo político del país”, afirma. Sin embargo, el investigador admite que, en la actualidad, “la dificultad mayor” está en hacer comprender a muchos  que “el problema existe  y que debe ser atacado fuertemente”.
  • Al conocer, a fines de 2009, las acusaciones de los intelectuales estadounidenses sobre racismo en Cuba, una joven profesional cubana percibió que le hablaban de un país que no era el suyo. Esto sin dejar de ser muy crítica con la discriminación racial que, en su opinión, subsiste en la sociedad cubana ¿Cuál es su percepción?   ¿Acaso no es lo mismo hablar de  racismo en Estados Unidos o en Cuba?
Bueno,  esa percepción es razonable. En primer lugar hay que decir que, realmente, se puede hablar en Cuba hoy de racismo, de estereotipos raciales,  de discriminación racial,  no como  simples  lastres,   sino como un fenómeno que la sociedad cubana,  en su imperfección actual,  es capaz de reproducir. Pero  el racismo  cubano,  en la actualidad,  no  se parece al de Estados Unidos ni al que existe en otras partes de  este hemisferio.
  • ¿Cómo se explica esa diferencia?
Hay que hacer un poco de historia.  La colonización española  fue distinta a la inglesa. Dentro del sistema esclavista, en la sociedad norteamericana, lo existente entonces  fue prácticamente un estado de  apartheid con el  negro esclavo. Ellos  no podían cantar sus canciones,  hablar sus lenguas, ni  practicar y desarrollar sus culturas traídas  de África o sus creencias religiosas,   tenían  que hablar inglés y no podían  mezclarse con el blanco,   el único considerado como persona.  La  esclavitud inglesa apartaba  fuertemente  al negro. De un lado y del otro la relación era muy limitada y casi inexistente. Esta característica se debe a que los colonos ingleses llegaron con sus familias y no se produjo el natural fenómeno de que al venir  hombres solos, y muy pocas mujeres, como fue el caso de Cuba, por razones naturales obvias los colonizadores se aparearon primero con las indias y después con las negras.

En el aspecto del  comercio, la banca  y la participación en la estructura del poder político,  la colonización española  fue muy rígida,  pero desde el punto de vista cultural y de las relaciones sociales  con el negro,  diría que fue un poco menos  inflexible.  Otro fenómeno importante  fue que el  negro en Cuba, desde 1526, podía comprar su libertad,  mezclarse más con el blanco.  Existía no solo la esclavitud de plantación, sino también  la doméstica, en la que las relaciones dentro de la familia del hacendado con  el negro eran menos rígidas que en la plantación. Al negro, no pocas veces,  le enseñaban a leer, algunos modales de comportamiento,  le daban  un tratamiento  más o menos  familiar,   sin que dejara de ser esclavo.  Obviamente, el esclavo doméstico también vivía bajo la amenaza de que al menor problema de desobediencia podía ser enviado para el duro trabajo de la plantación o directo al castigo del cepo.

De todos modos, la esclavitud buscaba fuertemente la deculturación del negro, dejándole solo aquellos elementos de su cultura que contribuyeran a  hacer  más efectiva la explotación de su trabajo. La plantación terminaba siendo una verdadera cárcel, aislada de la vida urbana, en la que el negro recibía todo lo necesario para sobrevivir como fuerza de trabajo bruta. Por lo que la verdadera posibilidad de encontrar un lugar dentro de la sociedad, cuando por algún motivo lograba  comprar  o recibir   de manos  del amo la libertad, dependía de la edad que tuviesen. 

Si ya eran viejos, solo les quedaba echarse a morir a la orilla del  camino. Muchos padecían el llamado fenómeno de la institucionalización: al salir de la plantación, habiendo recibido todo dentro de ella para sobrevivir como fuerza de trabajo, la mayoría no sabía qué hacer. Otros tenían menos mala suerte, algunos incluso llegaban a la ciudad, conseguían hacerse de algún oficio o de un trabajo cualquiera y, en su inmensa mayoría, se refugiaban en la marginalidad de los barrios más pobres, practicando no pocos el llamado cimarronaje urbano.
  • ¿Así es como continuó la mezcla de negros y blancos?
Es más,  yo diría que en Cuba surgió un fenómeno que es el llamado  fenómeno del blanqueamiento. El blanco hacendado algunas veces  le compraba el título de blanqueamiento al hijo que tenía con una negra esclava y había que atenderlo cono si fuera un blanco.  Incluso ese negro podía  heredar.  Hubo ocasiones en que,  poco antes de morir, el hacendado concedía la libertad a su esclavo preferido, que le había acompañado durante  muchos años. Una ironía, porque a veces ese esclavo era muy viejo, sin oportunidad práctica de gozar de esa libertad. Se trata del fenómeno que se conoce con el nombre de manumisión. Aunque también, como el negro podía comprar su libertad, ello  funcionaba generalmente como un acicate para explotarlo más.

Fue surgiendo la mezcla. Para el mestizo, la esclavitud no fue tan fuerte como en las colonias inglesas,  pero fue un régimen de esclavitud fuerte, que sobre todo duró tanto porque representaba mucha riqueza para España. El año 1886 es la fecha oficial de abolición de la esclavitud en Cuba, penúltimo territorio del hemisferio en abolirla. De modo que el racismo de nuestro país presenta sus peculiaridades  a partir de las características de la  esclavitud que hubo en Cuba,  que llegó como una herencia del régimen colonial  esclavista,  hasta el año 1959.

Aunque el racismo no apareció con el capitalismo, durante la república desempeñó una función importante como instrumento de poder de las clases explotadoras. El racismo no  surge con el capitalismo, pero tampoco  se acaba con él. Cuba es el ejemplo más aleccionador en  este hemisferio de que acabar con el capitalismo no significa el fin del racismo.

La colonización española fue relativamente diferente respecto a la inglesa, porque en Cuba hubo una fuerte corriente nacionalista antirracista-abolicionista en toda la segunda mitad el siglo XIX. Luego, el proceso social y político vivido por Cuba después de 1959  ha cambiado el país y ha influido bastante  en las interrelaciones  humanas y raciales, generando una cierta cultura antirracista  y una ética antidiscriminatoria, algo no completado, pero que ha avanzado considerablemente de manera paralela a  la lucha por la igualdad y la justicia social durante los últimos 50  años.
  • ¿De acuerdo, pero que pasó con el tema racial en la era republicana?
Antes de 1959, en Cuba existía  un racismo que venía de la colonia,  con el fenómeno de la esclavitud y la trata, que es  la combinación  clave en  ese proceso  de  la emergencia de este fenómeno en la sociedad cubana y que se reforzó hacia finales del  siglo XIX y  principios del XX,  con la entrada de Estados Unidos,  es decir,  con la  intervención  de ese país  en Cuba y  el  control que diseñaron  los  interventores  sobre la república  que entonces emergió, la que sin dudas  comenzó siendo un protectorado.

A principios del siglo XX, en Cuba hubo lugares  sólo  para blancos,  así como   intentos, que no fructificaron,  de fundar un Ku Kux Klan en 1910. También   existió cierto interés de algunas personas de volver a África,  un poco copiando lo que pasaba en Estados Unidos durante esos años, aunque este último fue un fenómeno que no prendió en Cuba. Los cubanos negros estaban  muy vinculados a la patria cubana. Lucharon desde ella, en las guerras de independencia, cifrando en estas sus esperanzas de libertad y mejor vida  y no se generó ninguna ideología del retorno al África (aunque algunos, muy pocos,  regresaron). Lo que sí hubo fue un gran proceso de frustración, que afectó muy seriamente a los negros, en primer lugar, como resultado de haber emergido de la contienda independentista, sin tierras, muchos de ellos analfabetos y sin posibilidades de obtener un empleo decente.

Pero hay que decir que la situación del racismo en Cuba nunca fue como en Estados Unidos, no llegó a ese estado de agresividad, de  continuada   depredación, de apartheid   contra  las personas negras.  Aunque  en 1912  tuvo lugar  el fenómeno del  Partido Independiente de Color, con  la entonces  llamada Guerrita del Doce, con lo cual el racismo que ya existía se exacerbó y todavía estamos averiguando cuántos asesinados hubo por aquello de  los ataques contra los miembros del  Partido Independiente de Color y su contradicción con la llamada Enmienda Morúa. Todo indica que  hubo más de 3.000 o 4.000 asesinatos. Fue algo muy fuerte,  que afectó mucho  la situación de la población negra cubana, asunto  poco conocido y prácticamente casi  no  estudiado en nuestro sistema nacional  de educación.
  • ¿En qué falló el proyecto social de la Revolución Cubana que no logró eliminar las desventajas de su población negra?
Al triunfo de la Revolución,  la política social no hizo diferencias. Todos los  pobres fueron tratados  por igual,  no hubo distinciones por el color de la piel,  lo que debió haberse hecho porque  esa es, en Cuba, una fuerte variable de diferenciación social. El blanco llegó  por voluntad propia,  con un proyecto de vida que no pocas veces realizó, mientras  el negro fue traído obligado,  en los barcos negreros. Las consecuencias de esa situación no se pueden  eliminar en 50 años de Revolución. Tales puntos de partida, de los diferentes grupos raciales que componen la población cubana, se hacen sentir  hasta hoy.

Pero también, dentro del proceso revolucionario, se cometieron errores. El primero fue no diferenciar por el color de la piel, dentro de la política social. Se partió de atacar la pobreza y de que esta última era igual para todos los grupos raciales que componen la sociedad cubana. Por lo que,  aunque todos los pobres  elevaron  su nivel y, entre ellos,  los negros llegaron a tener una posición mucho más favorable, cuando llegó la crisis económica del llamado período especial nos dimos cuenta de que esos puntos de partida actuaban. Pudimos constatar que la gente que más sufría el impacto de la recesión eran precisamente los negros y mestizos y que, entre la gente que no había logrado  forjarse un proyecto de vida,  era el negro el que había quedado en más desventajosas condiciones para lograrlo. Eso es lo que se pone de manifiesto en Cuba ahora.  Fenómeno que Fidel Castro ha  caracterizado  como “discriminación objetiva".

El segundo  error fue inducido por la propia situación de la Revolución Cubana, desde el mismo año1959. Se trata  del enfrentamiento con el Imperialismo, en particular con Estados Unidos. La agresión económica de Estados Unidos, desde el principio: bandas contrarrevolucionarias prácticamente en todas las provincias,  sabotajes, asesinatos, una invasión mercenaria en 1961, el llamado Plan Mangosta y  una confrontación en 1962 por la que Cuba estuvo a punto de verse envuelta en una guerra nuclear.

Durante el  propio  año 1962,  después de  que Fidel había criticado fuertemente el racismo, especialmente  en marzo de 1959,  habiéndolo declarado como una lacra social que debía ser solucionada,  se dio como un  problema resuelto. Se quería evitar que el componente  de división, subyacente en el problema racial, se pusiese de manifiesto,  en medio de una situación  en la que se consideraba que los cubanos  debíamos estar  muy  unidos  para enfrentar los serios  problemas de la contrarrevolución.
 
Hubo entonces  un largo período de silencio, que se justificaba por algunos criterios relativos al mantenimiento de la unidad, porque hablar de esas diferencias era como hacerle el juego al enemigo. Por tanto,  en medio de las fuertes presiones sociales del momento,  a quienes  hablaban de esos temas se les  acusaba de  racistas y divisionistas.

Se vivía en medio de una situación  de búsqueda de la igualdad y de la justicia social para todos,  también de igualitarismo, que aliviaba fuertemente las diferencias, aunque no las solucionaba todas, pero acciones en fin que  generaban   entonces   un ambiente social y político  represivo  ante  cualquier  intento  que pretendiera sacar de nuevo a flote los problemas del racismo y la discriminación racial.

Hubo algunas personas, intelectuales sobre todo, que continuaron hablando  del tema, entre ellos Walterio Carbonell y otros, que sentían disgusto por ese silencio respecto al asunto. Pero, en realidad, fueron más bien actitudes aisladas que, aunque tuvieran la razón,  no encontraban mucho coro ni aceptación. Pensamos  que estaban en lo cierto, el tema no debía ser olvidado, pero el ambiente de entonces no les  era propicio.

Si aun en los días que corren hay quienes reaccionan mal ante el tema y se asombran tanto de que se diga que en Cuba hay racismo y discriminación racial, imaginemos cómo sería en medio de los años sesenta y setenta, cuando realmente las preocupaciones eran fundamentalmente otras, cuando no se quería hablar de algo que algunos pensaban como resuelto y que  se consideraba nos dividía,  con una idea predominante para entonces de  que el asunto racial  no se hacía sentir de manera suficiente. Aun hoy, la dificultad mayor con que tropezamos es hacer comprender a muchos  que el problema existe  y que debe ser atacado fuertemente.
  • Volviendo a la acusación  de los intelectuales estadounidenses, entre quienes hay varios de renombre. ¿Usted dice que están equivocados completamente?
Lo afirmo. No pocos de ellos han apoyado históricamente a la Revolución Cubana, pero ahora se les manipula haciéndoles firmar un documento que no expresa la realidad interna cubana respecto al tema racial.  Algunos han solicitado que, finalmente,  se quite su firma de ese  documento.

Lamentablemente, la persona que ha liderado esta acción es Carlos Moore,  cuya actitud mercenaria en África está más que aprobada, al haber sido traductor de Holden Roberto, jefe del denominado FNLA;  acompañando a este  en sus viajes a Washington y haber permanecido a su lado durante el exilio de Roberto en los  Estados Unidos.  Sabiéndose, además, que las llamadas Alianza Afrocubana,  la Asociación de Encuentro de la Cultura Cubana y las Bibliotecas “Independientes” por Cuba, lideradas por Moore,  han sido continuamente receptoras de fondos de la NED, dispositivo creado por el gobierno norteamericano para canalizar los fondos de la CIA hacia la actividad subversiva contra Cuba.

Por eso, este  documento  tiene sus peculiaridades,  no está asentado única y exclusivamente en dar  una interpretación  de  la situación  racial en  Cuba, sino  que  se trata de  una campaña de algunas personas en Estados Unidos  que hacen  una  crítica al racismo en Cuba (apoyándose en algunos problemas de nuestra realidad ),  montándola  en otros pilares. 

Critican la discriminación y el racismo,  pero no como lo hacemos nosotros, que luchamos por los derechos civiles de los negros; hablamos de racismo, de discriminación, estereotipos, de  asuntos  que hay que resolver aquí, en Cuba,  con las dificultades propias de que,  durante mucho tiempo, no le dedicamos atención al tema, nos atrasamos en  su tratamiento.

En segundo lugar,  cuando observas la crítica que ellos hacen, dicen que este señor  está preso no por haber cometido un delito, sino  porque es negro y es un luchador por  los derechos civiles de los negros;  y eso no es así:  ese señor no es un luchador por los  derechos civiles  de los negros en Cuba,  más bien es un  desconocido  dentro  de  la lucha  que estamos  librando  internamente en Cuba, dentro de  un tema que nuestra sociedad debe superar definitivamente.

Ellos, sin embargo, parten de la base de que el racismo y la discriminación  en Cuba es  culpa de la dirigencia política del país,  montando  la crítica sobre  los mismos parámetros  con  que han hecho sus acusaciones a Cuba las diferentes administraciones de Estados Unidos. Según ellos, no hay derechos humanos, no hay derechos civiles, no hay libertades para los negros, y ello -por tanto-  los hermana fuertemente  tanto  a los  mercenarios  internos,  como a la critica contrarrevolucionaria que se hace desde Miami,  desde los grupúsculos políticos de la llamada disidencia interna y desde  Washington. Los  que hacemos esas críticas desde aquí  no las montamos  en esos parámetros; no se  habla  de dictadura  totalitaria, ni de falta de  democracia y de derechos civiles para los negros en Cuba. Hablamos de una lucha que debe librar toda la población cubana para perfeccionar el proyecto social de la Revolución, que siempre ha sido un proyecto de igualdad y justicia social para todos.

Estos críticos del llamamiento tratan, al mismo tiempo, de inmiscuirse en la crítica en Cuba, para darle  una orientación “disidente”, contrarrevolucionaria. Aunque estoy seguro que muchos de ellos, de tener un contacto exacto con nuestra realidad,  se asombrarían de la profundidad y  fortaleza de nuestra postura. La nuestra es una crítica desde la Revolución, que asumimos casi como una autocrítica,  porque estamos conscientes de que, aunque haya muchos problemas, los negros no hubiéramos podido llegar a donde no pocos hemos  llegado si no hubiera sido porque en Cuba hubo una Revolución. Y eso es lo que hace nuestra realidad  profundamente diferente a cualquier otra.

Por tanto, seríamos muy tontos los que en Cuba libramos estas batallas contra el racismo y la discriminación racial, si nos dejáramos llevar por los “cantos de sirena” de que, fuera de la Revolución cubana y bajo otro régimen político  u  otros liderazgos,  vamos  encontrar algo mejor que lo que hoy tenemos en este país. Sería preferible que  esos que nos critican, desde fuera,  emplearan  sus fuerzas para luchar  contra el racismo y la discriminación dentro de la sociedad norteamericana. Para ver si tendrían entonces  las  libertades  y el apoyo para hacerlo, como nosotros lo tenemos en Cuba.  Porque nosotros, en Cuba,  no necesitamos ese tipo de defensa que ellos quieren desarrollar, supuestamente, en  favor nuestro.

Yo dije en una entrevista en el semanario Trabajadores  (14 de diciembre de 2009) que hay que perfeccionar la democracia,  los derechos civiles,  pero no solo para los  negros, sino para toda la sociedad.  Porque en Cuba el racismo no es institucional,  no es un problema de sectores. Aunque en algunos  casos  pueda adoptar   formas institucionales,  no lo ejercen las instituciones a sabiendas y por mandato del Partido Comunista de Cuba (PCC) y del gobierno,  sino que es un fenómeno cultural, social, económico, político, tiene todas esas manifestaciones. Se trata de un fenómeno que atañe a toda sociedad y la característica  principal de la lucha es que tiene como aliados  al gobierno y al PCC. Y el primer aliado  es  Fidel Castro; el primero que habló del tema en 1959  y quien  también lo retomó después que  resurgió, durante  el período especial, abordándolo  en  los congresos de pedagogía, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y otros encuentros.
  • Sí, usted  ha aclarado  en más de una ocasión,  que en Cuba el fenómeno del racismo no es institucional,  pero también ha dicho que en este país se educa a las personas “para ser blancas”. ¿Cómo explica esa contradicción?  ¿Cree justo considerar este tipo de contradicciones una  forma “institucionalizada” de racismo?
Sí, es una cierta forma institucionalizada, pero no por directiva política  consciente, sino derivada de fallas y errores en el proceso educacional.  Entre otros, porque en la educación no se menciona el color, y hay muchas deficiencias  en la enseñanza de la historia (falta mucho el estudio de África, Asia y Medio Oriente),  falta aún mucha representatividad racial en nuestros libros de texto y en nuestra bibliografía en general, sobre todo en los libros de historia.  Pero son  problemas que  no tienen que ver,  simplemente, con el organismo de Educación,  sino con errores y fallas de la vida social, disfunciones sociales,   junto a deficiencias administrativas, por lo que las cosas no funcionan  como debe ser. Pero no porque haya una conciencia superestructural, una ideología  organizada  para  ejercer el racismo desde una institución determinada.
  • ¿En concreto, cómo se manifiesta esta educación para ser blanco?
Tenemos que resolver algunos  problemas de occidentalismo en nuestra educación, que  arrastramos  y no pocas  veces  reproducimos;  debemos profundizar en la enseñanza de la historia, en la representatividad racial en  nuestra  bibliografía. Tenemos que  llevar el debate de la discriminación racial a la escuela, para que cuando el muchacho salga a la calle y  se tope con  una expresión racista esté en condiciones  de reaccionar adecuadamente en defensa de nuestra cultura multicolor. También porque debido a insuficiencias en la enseñanza sobre África, Asia y Medio Oriente,  el muchacho sale de la escuela sin conocer suficientemente y a fondo  las raíces de la cultura cubana. ¿De qué cultura cubana, general e integral,  vamos  a hablar, si los estudios sobre la esclavitud quedan casi siempre en el siglo XIX y no se estudian las profundas  consecuencias de ese fenómeno presentes aún en  nuestra  sociedad?

En realidad, no debiéramos educar para ningún color. Pero,  si al educar  dentro de una sociedad multirracial, multicolor, aún de hegemonía blanca,  dejamos el color fuera de la educación, en la práctica estamos educando para el color que aún ostenta la hegemonía: el blanco. Sobre todo, si tomamos en consideración que todavía existen otros asuntos que conspiran  contra una educación equilibrada en cuanto al color.

No es difícil percatarnos de que resulta muy poco lo que se enseña sobre la cuestión racial en las escuelas. Dentro  de ello, se repiten algunas frases de José Martí, como “hombre es más que negro, más que mulato...”,  sin  ir muy al fondo de lo que ello significa, y dejándolo solo  en una cuestión ética.

Como resultado de todo ello, el pensamiento de  José Martí respecto a la raza está menos en la escuela cubana  que las tesis de José A. Saco, con su no aceptación del negro y su famosa idea  de “...blanquear, blanquear, blanquear y luego hacernos respetar”. Es más, Saco se sentiría muy  apoyado, dentro de nuestra realidad  social  actual, al existir aún el “blanqueamiento”, la famosa tesis del “adelanto de la raza” y la tendencia existente todavía dentro  de Cuba de “siéndolo, no autoasumirse como negro o negarlo”.  Lo cierto es que no atacamos, todo lo fuerte que debiéramos hacerlo, los estereotipos, la discriminación y el racismo. 
 
Nos preguntamos entonces qué pensamiento   tiene mayor  presencia dentro de nuestra realidad, respecto a los problemas de la raza,  si nosotros no asumimos el tema en  la educación  de nuestras nuevas  generaciones;  si en las escuelas no se menciona el color; si el estudio de la esclavitud, dentro de nuestro sistema de educación,  llega apenas hasta finales del siglo XIX; si  en nuestra enseñanza apenas abordamos África, Asia y Medio Oriente,  y si dentro de nuestro trabajo científico apenas asumimos la investigación de los problemas raciales. Si es apenas, en los últimos 20  años,  que volvemos a hablar de la cuestión racial y es aún  tímidamente que  hemos comenzado a asumir el tema.

Entonces, la conclusión es muy evidente. No es que tengamos  solo  un  problema, al  no asumir el tema racial;  sino algo aún peor: Es que el pensamiento   dominante sobre la raza en Cuba, hoy, parece ser aquel  que dentro  del siglo XIX  asumían los liberales del período, liderados por José A. Saco. Pensamiento al que los contemporáneos le hemos permitido irse por encima de  aquel pensamiento nacionalista y antirracista que combatió contra la colonia y el racismo, por la abolición de la esclavitud y la independencia de Cuba desde mediados del siglo XIX.  Por lo que las consecuencias de no abordar el tema racial son más negativas de lo que hubiéramos podido imaginar.
  • En el aspecto cultural, a veces queda la impresión de que lo negro, la negritud,  se convierte en algo folklórico.
No solo eso. Está también la discriminación de las religiones africanas, a las que no pocas veces se les  considera, por muchas personas, como  oscurantismo, no la ven como un patrimonio ético, cultural  y de  la educación filosófica  para  la vida,  que está  presente  en esas  religiones, como en la regla de Palo Monte, Ocha y otras.  Mis abuelas tenían un concepto de la educación, de la alimentación, de la salud, del buen comportamiento, un sentido ético; y  no lo tenían a partir de una educación occidental, ni siquiera  por  haber ido mucho  a la escuela,  sino por   haber bebido, dentro de  la  tradición familiar, de ciertos criterios  éticos, a partir de sus propias creencias religiosas y de muchos valores que venían  a veces de la propia esclavitud. Pero demasiadas personas ven todavía esas religiones como oscurantismo, aunque, para vergüenza de no pocos, ellas  hayan logrado imponerse y sean hoy  la clave de la religiosidad del cubano, blanco,  mestizo  o negro.

Todo ello es fruto  también de   fallas  institucionales, pero no  se trata de un racismo institucional, sino de   insuficiencias  y errores  que traen como resultado que las mismas instituciones  hagan su  aporte negativo para la existencia del  racismo.

Pero eso que explicamos no  es lo que existía antes.  En  el capitalismo cubano, el negro no podía trabajar en compañías y oficinas bancarias, industriales, de servicio,  o en las grandes tiendas de La Habana.  Y aunque a eso la Revolución le puso un valladar, no quiere  decir que ello  no pueda ocurrir hoy como un hecho aislado, aunque la Revolución lo haya convertido en algo ilegal e incorrecto. Entonces, al combatirlo, hay que llevarlo a la vida cultural, a la contradictoria dinámica económica y política  de la  sociedad;  puede ocurrir que un jefe de cuadros de cualquier empresa eche  a un negro o  no le dé la oportunidad,  pero no dice que es por negro. Por lo cual nosotros planteamos  que hay que crear mecanismos para que nadie se pueda dar el lujo de hacer eso, porque el Estado, nuestras leyes, lo condenan. Para que no suceda hay que crear mecanismos que eviten que ocurran esas prácticas discriminatorias en la dinámica  práctica de la vida, no dejándolo  solo a la conciencia, a la subjetividad o a la espontaneidad.
  • ¿Considera usted que las propias personas negras desconocen cómo hacer valer sus derechos?
Por supuesto, porque en  Cuba  uno de los problemas que tenemos es la falta  de conciencia racial.  Tal parece como si estuviéramos planteando retroceder.  Para el   llamado blanco eso no es tan  importante,  porque siempre estuvo en el poder, eso  es  un problema principalmente  para  el negro y el mestizo,  que  debe de  tener conciencia de que tiene que pelear por sus derechos, de que  debe tener conciencia racial para luchar contra el racismo y  pelear por su lugar  dentro de  la sociedad cubana. Ser consciente de que puede  luchar por todo, pero  también por su identidad como negro y mestizo  y, en la práctica,  ser suspicaz para darse cuenta cuándo me discriminan si soy negro; porque  en mi identidad, por derecho y realidad histórica,  entra  el ser negro. 

El negro en Estados Unidos no está protegido,  ni  desde el punto de vista institucional, ni en el empleo ni en la administración de justicia, ni en  nada.  Aquí, en Cuba, decimos que hay que buscar  más esa protección,   fortalecerla no solo a partir de la institucionalidad revolucionaria, sino también de la individualidad. En Cuba aún hay racismo y sin conciencia racial no se puede  luchar contra eso. Tengo que estar consciente de que no vivo en una sociedad perfecta, donde todos están dispuestos a respetar mis derechos; no, debo tener la conciencia de que,  desde mi  individualidad, más allá de lo que el Estado, el gobierno y toda la institucionalidad revolucionaria me puedan defender, yo también tengo que luchar porque se respeten mis  derechos.

En la televisión cubana hay dos canales educativos y, hasta  hace  muy poco tiempo,  no aparecían caras negras y mestizas. Hay camarógrafos que nos han dicho,  en discusiones con ellos,  que  el negro "no televisa” bien. En los casting eligen a veces solo a blancos y en las novelas no aparecen prácticamente caras negras y mestizas, en posiciones protagónicas. Es algo en lo que se ha comenzado a avanzar un poco, pero aún es muy insuficiente lo que se ha logrado. Hasta no hace mucho tiempo, había  programas infantiles donde no pocos niños, sino casi  todos, eran  blancos,  rubios y de ojos azules.  Es algo que también hemos comenzado a superar, pero todavía de manera insuficiente.
  • ¿Diría entonces que el racismo es un asunto pendiente de solución en la sociedad cubana?
Sí, porque se trata de un fenómeno que persiste en la conciencia de la gente, en la familia, en ciertas  instituciones y en las relaciones personales de la gente, aunque esté penado desde el punto de vista  moral y social. Siendo  algo que no se puede resolver en 50 años,  sino  con cada generación,  con la educación, hay que hacer  un trabajo cultural fuerte y a la vez atacando  aquellos enclaves  en los cuales, administrativamente, el racismo puede aparecer. Sin olvidar tampoco la parte de las oportunidades económicas para todos por igual. Porque hoy todavía hay muchos lugares donde a los negros no se les  ve desempeñando papeles protagónicos de  cierta jerarquía, ejemplo claro de lo cual es la llamada economía emergente: la  del dólar, el turismo y las corporaciones.
  • ¿Si el racismo se manifiesta de tan distintas maneras en la sociedad cubana, a contrapelo de un rechazo institucional,  qué ha faltado o qué falta por hacer?
Falta mucho por hacer,  porque algo que nos pasó a nosotros con el tema es que, al declararse resuelto en el 1962,  no le prestamos atención específica y  suficiente durante muchos años después. Yo diría que es en los últimos 20  años cuando hemos venido poniendo de nuevo el tema en la picota. Pero aún falta mucha actividad práctica. Aún falta  entrar en  algunos  “patios particulares”, romper  algunos “colectivos excluyentes”, que se cohesionan fuertemente, para evitar a los “de afuera”.
  • ¿Se declaró resuelto el problema, sin estarlo?
Sí, por un error de idealismo y  voluntarismo,  presionado por una circunstancia política, porque se pensaba que eso podía resquebrajar la unidad, por la realidad política de ese momento. Acepto que esos  momentos, de los años sesenta y setenta,  eran realmente críticos  para la supervivencia de la Revolución. Acepto al mismo tiempo que el debate hay que orientarlo muy bien, porque  el tema tiene un alto componente de división social.  Pero  pienso que hace  falta,  después de esa circunstancia vivida,  que la gente sepa que el problema existe, que interprete bien  cuáles son sus manifestaciones,  cómo nos afecta y  el daño que hace, no solo a negros y mestizos, sino al  proyecto social de la Revolución. Que la gente entienda bien que los cubanos no somos iguales. Somos iguales ante la Ley, pero la igualdad social es algo mucho más complejo; no se trata de  un fenómeno puramente  económico, político e ideológico,  sino  multidimensional, que  lo abarca  fuertemente el  fenómeno cultural y  también el de la identidad.

Debemos partir de que  la desigualdad  existe,  porque  la igualdad es el proyecto, la desiderata,  mientras  la desigualdad y la diferencia son  aquellas cosas  con las  que te tropiezas todos los días. Tenemos que ganar conciencia de eso para poder luchar contra la desigualdad.  Solo con una conciencia clara de las desigualdades aún existentes es que se puede alcanzar la igualdad verdadera y, sobre todo, duradera.

Si creemos que todos estamos parados sobre la misma cuerda,  estamos muy  equivocados; hay que tener conciencia de que la desigualdad existe y, aunque se ha luchado contra ella  hasta el mismo borde del igualitarismo, nuestra sociedad todavía presenta  serias  desigualdades,  como  herencia y al mismo tiempo como fenómeno  que si no se atiende se reproduce,  como resultado de las imperfecciones de nuestro  modelo social,  que  debe ser perfeccionado,  porque  en su interior  persisten disfuncionalidades, aspectos que no avanzan como deben y que no mejoraran por sí solos.

Quiere decir que hay  fenómenos dentro  del modelo social que, aunque nosotros tengamos como proyecto la igualdad para todos,  no avanzan hacia la igualdad. Cuestiones que no podemos resolver sino,  a veces,  solo tratar de equilibrarlas,  como es el caso de   que unas personas reciban remesas y otros no;  eso no lo podemos resolver. En Estados Unidos, más del 80 por ciento de la población cubana emigrada es blanca, más o menos un  15 por ciento de la población es negra y mestiza.  Son  los blancos  los que más remesas mandan,  porque los negros llegaron  tarde a Estados Unidos y, en general, sin apoyo que los ayudara a encontrar las posiciones menos desfavorables.

Yo he pasado por Miami en más de 40  ocasiones  y en  la fila del aeropuerto, para tomar el vuelo de regreso para Cuba,  si acaso,  te encuentras  con dos o tres familias  negras que vienen. Se trata de  una rareza. Eso te dice que quienes más remesas reciben son los blancos. Que los negros son los que en menos condiciones están de ayudar a sus familias en Cuba.  Los cubanos blancos llegaron a Estados Unidos desde  1959, por lo general, con apoyo de otros familiares; mientras  los negros  solo lo hicieron masivamente a partir  de la década de los ochenta, en las oleadas de los llamados “marielitos”, principalmente, y ya no llegaron en el momento de mayores oportunidades; el pastel ya estaba repartido, precisamente de manera mayoritaria  entre aquellos que  discriminaban racialmente a los negros y mestizos  en Cuba,  y entonces  estos últimos  no tienen los mejores empleos, ni las mejores condiciones de vida,  ni las mismas oportunidades para enviar paquetes y remesas a su familia, lo cual se notó más que todo en el período especial.  Son los blancos e intelectuales los que más remesas reciben. Los que menos las reciben son los negros, mestizos y los obreros.

  • ¿Por qué la marginalidad y la pobreza se reproducen mayormente en sectores negros de la población cubana si la política educacional, por mencionar aquella que puede abrir oportunidades de avanzar en la escala social,  es gratuita y favorece a  todos por igual? 
Porque los  puntos de partida  del negro con respecto al blanco están  muy detrás y son  también  culturales. El negro es el menos culto y el de menor autoestima,  el que menos sabe vivir, el que partió de más atrás en la escala social. Cultura es saber vivir y el negro es el menos culto para saber vivir, el que más problemas de  autoestima tiene. Es el que más sufre el fenómeno de que,  al no poder muchas veces alcanzar las oportunidades para  destacarse por lo positivo, decide a veces destacarse por lo negativo.

El negro ha sido, históricamente, el grupo  social que menos acceso ha tenido a la riqueza, la cultura y  que  más ha  vivido enclaustrado en su ámbito cultural, dentro de una sociedad de hegemonía cultural blanca. Es el que menos oportunidad ha tenido de prepararse para  acceder  a la revolución científico técnica. A lo que se le ha agregado el  haber sido, históricamente, el menos aceptado en los mejores empleos y en las posiciones más ventajosas, el discriminado por su color, el que arrastra aún parámetros de vida más desfavorables: vivienda,  espacio de vida, barrios donde vive, si tiene o no  una computadora, si tiene o no una familia que lo estimule  a estudiar, si tiene más o menos acceso a los  bienes materiales necesarios. Por eso Fidel se refiere a la  discriminación objetiva,  hablando de un fenómeno que está asociado  a la distribución de conocimientos y niveles de vida.

Hubo un momento determinado en que yo discutí bastante este aspecto. Por ejemplo, había un trabajo que se presentaba anualmente sobre pobreza en La Habana y yo lo criticaba,  y le decía a los autores: hasta que ustedes no midan la variable color de la piel no estará completo, porque no van a encontrar realmente la pobreza. Y, cuando lo hicieron,  llegaron a una conclusión diferente y precisa: no es lo mismo ser pobre y blanco que ser pobre y negro y mestizo, si, además de eso,  eres mujer  negra, tienes  las tres cruces de desventaja aun.
  • ¿Qué sucedió entonces con los proyectos sociales de la Revolución?
Los proyectos sociales, durante años, no tuvieron en cuenta el color;   lo tienen en cuenta ahora, porque nos percatamos,  en el  período especial, de que a pesar de todo  lo hecho en los campos de la educación, la cultura y la tecnología,  los negros siguen por debajo. Ahora, si vas al Centro de Ingeniería Genética,  ves muchos  negros doctores, especialistas,  investigadores,  pero si vas  a ciertos  barrios populares, vemos más negros jugando dominó, bebiendo, matando el tiempo, en la marginalidad,   y el fenómeno de que estén más en  las  cárceles  viene de ahí.  El negro,  por múltiples desventajas sociales que aún arrastra,  está más cerca del delito. No por tener la piel negra, sino por haber  sido  quien más   arrastra  aún los puntos de partida de la esclavitud, el racismo y la discriminación racial  que la República reprodujo y que aún, después de 50 años, la  Revolución  no ha  podido eliminar.
  • ¿En qué momento se comenzó a tener en cuenta este problema?
Desde el mismo período especial se orientó tener en cuenta eso. Fidel lo orientó personalmente. En la capital había 80.000 jóvenes  que no trabajaban ni estudiaban  y la inmensa mayoría eran negros y mestizos; de ahí viene el Programa de los Trabajadores Sociales y otros que le siguieron,  que han  contribuido mucho a encaminar las  soluciones  para  un conjunto de problemas. Yo tenía un aula de 70 alumnos al principio del período especial,  donde  había 14 negros y mestizos. La Universidad, en el período especial, empezó a blanquearse. De mis 14 alumnos negros  en un semestre, cuando terminó quedaban seis  y se trataba de  seis etíopes que estaban estudiando en Cuba. Los cubanos negros tuvieron que salir corriendo a buscar cómo sobrevivir y ayudar a la familia;  es un fenómeno que se arrastra y que, en alguna medida, si no se le ataca fuertemente, se reproduce  de generación en generación.

El único intelectual en mi familia soy yo. Ya  mis hijos son universitarios, porque sus padres también lo son. Pero, en mi familia, el único que pudo hacer estudios superiores fui yo. Mi padre era carpintero; mi madre, ama de casa;  mis abuelas fueron empleadas domésticas. De mis hermanos ninguno llegó a  terminar la Universidad. Mi padre era un magnífico hombre, me quería mucho, pero vivíamos cinco en un cuarto y a las 10 de la noche había que apagar la luz, porque él debía levantarse a las cuatro de la mañana y no lo dejaba dormir;  yo  tenía entonces que sentarme bajo el único  bombillo en el patio del solar o  buscar una vela para  continuar estudiando.
  • ¿Cuál es su experiencia personal respecto de este asunto?  ¿Se ha sentido marginado o discriminado en algún momento de su vida por el color de su piel?
Hay que decir que en Cuba, después de  1959, pudo haber uno u otro momento en que yo me sentí discriminado. Pero antes de 1959 tuve una terrible experiencia. Gané una beca para estudiar en una escuela católica de mi pueblo, por un concurso de  oposición; había que hacer una composición sobre Martí. La planilla de inscripción al concurso no llevaba foto, pero cuando me avisan que había ganado y  me presenté ante el tribunal,  sentí el murmullo. Eso fue en 1953. Me mandaron a salir y había uno en el tribunal que conocía a mi abuela y parece que esa persona, caballero católico, que era el esposo de la señora de la casa donde mi abuela trabajaba como criada, discutió y entonces  me aceptaron por los argumentos que ese señor dio allí en el tribunal. Yo vivía en un cuarto, era de familia pobre. Tuvieron que darme la beca para estudiar desde preuniversitario hasta bachillerato en los Trinitarios  de Cárdenas;  había curas que me llevaban a patadas, me discriminaban. Hubo un cura italiano que me trataba  bien.

Cuando salí de eso,  a partir de  1959, vinieron los tiempos de la Revolución, la experiencia de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, la  de haber ido como maestro voluntario a Minas del Frío, en la Sierra Maestra;  el trabajo como maestro en Holguín, la experiencia universitaria, estuve movilizado durante  la crisis de octubre como artillero e ingresé en la Universidad en un momento en que entraban muchos  hijos de obreros y campesinos. Yo no sentí entonces  el fenómeno de la discriminación y al pasar de los años no he podido sentirla tampoco, por una razón de desarrollo intelectual que, aunque hubiese alguien que quisiera  discriminarme, no lo puede hacer. Esa es mi historia personal.

Sé de otros que por hablar del tema fueron reprimidos, sacados de sus trabajos  y trasladados  a otros puestos. En mi familia, otro que pudo estudiar en la Universidad fue un tío mío cuyo padre era prestamista, garrotero, porque había que ir desde Cárdenas hasta La Habana y tenía que pagar pasajes, ropas, hospedaje, matrículas y por eso ningún pobre podía darse ese lujo. Por lo general ningún negro o pobre, aunque fuera blanco,  podía venir a estudiar a la Universidad antes de 1959. Porque estamos hablando de raza, pero no olvidemos nunca el asunto de clase. Lo que pasa es  que el negro,  sobre todo, si es pobre, resulta doblemente discriminado.  En el mismo Estados Unidos el  asunto  de reunir  dinero  para la entrada a la Universidad es un tema permanente. Inclusive se aborda mucho en sus películas.
¿Por qué hay tantos negras maestras y negros maestros?, porque   era  una de las formas de conseguir trabajo con una profesión decente, pasando  la escuela normal. Era una manera de tener acceso a un empleo  de cierto nivel, sin tener que estudiar tanto tiempo. Médicos o abogados negros había muy  pocos.
  • Según el último censo, el 10 por ciento de la población cubana se reconoce como negra y cerca del 25 por ciento, mulata o mestiza.  Pero otras versiones aseveran que la población negra es mayoritaria y afirman que constituye más del 62 por  ciento. ¿Qué dicen sus investigaciones al respecto?
Tengo, en el campo racial,  muchas contradicciones con las estadísticas del censo. No hace mucho publiqué  un trabajo que se llama “Color de la piel  y estadísticas”. Vamos a tomar un ejemplo: el caso de Estados Unidos. He estudiado mucho la economía de ese país y, cuando tomas su tasa de desempleo federal y la caracterizas más profundamente,  son diferentes, de acuerdo con los estados. Pero cuando tomas  la estructura  socio-demográfica  de la sociedad estadounidense,  la tasa de desempleo actual, que  es 10,2 por ciento la federal, digamos,  entre los hispanos es 20 por ciento y entre los negros, 30 por ciento. En tanto,  entre los negros de entre 25 y 35 años puede ser hasta  de 40 o 50 por ciento.  Por eso creo que nosotros debemos depurar nuestras estadísticas y tomar en cuenta no solo  el color de la piel, sino también otros parámetros sociales. Falla por la que  te dicen que en Cuba hay 35 por ciento de negros y mestizos y es más,  dicen que en Cuba hay solo un 10 por ciento de negros. Hay una cierta  tendencia a la mezcla, por eso en las estadísticas  el mestizo sube y el negro baja, pero  yo considero que, realmente, en Cuba,  la población no blanca es de más de 60 por ciento. Está demostrado que Cuba es uno de los países de este hemisferio donde la presunción de blancura se aparta más de la realidad de cuantos realmente son blancos o negros dentro de la población. Sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de personas que, sin ser blancas, no se asumen como negras o mestizas. No se toma el dato del color de los que nacen.  Si ves una foto mía cuando nací, yo era blanco, pero mis dos padres eran negros.
  • ¿El mestizo se admite como tal o más bien se reconoce como blanco?
En Cuba existe el fenómeno del blanqueamiento, que tomó mucha fuerza, sobre todo, con las tesis de José A. Saco, para el cual el negro no entraba en su proyecto de nación, con el “gracias al sacar”, durante el siglo XVIII.   Hay muchas  personas que siendo negras no se asumen como tal.  Hay otros fenómenos, como  el llamado “adelantar la raza”. Además,  durante largos años, en las encuestas o planillas  no se tomaba color de la piel. En el censo de 1970 tomamos color de la piel y no se procesó. Por supuesto, se trata de  una barbaridad. Después de 1981 sacamos una separata de la población cubana por el  color de la piel;  pero,  cuando revisas,  muy poco te ayuda  para hacer comparaciones de algún  tipo. Mi hijo mayor, típico mestizo,  perdió el carné de identidad y cuando llegó a hacerse el nuevo pedían color de la piel y él dijo que era negro y le dijeron que no podía ser  negro y él dijo que pusieran mestizo, le dijeron, eso no existe, y le pusieron blanco en el carné de identidad. La cantidad de prejuicios que se esconden detrás de estos fenómenos son  muy grandes, y todos ellos se reflejan en nuestro censo.

Tenemos muchos prejuicios con el tema del color en nuestras estadísticas. Basta observar las estadísticas sociales que nosotros enviamos para Naciones Unidas. Todos esos anuarios estadísticos están citados por mí en un ensayo que se titula “Color de la piel: nación, identidad y cultura”. Que no me digan más que en Cuba hay un determinado  porcentaje de desempleados, lo que quiero saber es de qué color son esos desempleados y dónde viven.  Pues parto de la base de que, si tenemos un proyecto social, su avance debemos medirlo desde los más atrasados, que son los  que marcan   el paso de la guerrilla, el que va de último. 

Aún no existe entre nosotros suficiente conciencia, parece que ni entre quienes hacen las estadísticas, de cuán engañoso puede ser analizar un problema  cualquiera de nuestra sociedad,  sin tomar en consideración el color de la piel.

Cuando se hacen estudios específicos, el problema se manifiesta y está siempre presente  en la  vida común. En el nivel de la vivienda,  el empleo,  el nivel del ingreso, si recibes remesas o no,  nivel educacional, hasta en el fenómeno de la muerte; en  todo eso está presente. Esas  diferencias existen  y es una diferenciación que el color de la piel tipifica,  por una razón muy simple: el estatus social que se afincó y trasladó de generación en generación,  a partir de la esclavitud   del negro,  es un fenómeno  social que se arrastra hasta hoy; lo que pasa es que en los estudios de la esclavitud, salvo honrosas excepciones,  nos hemos quedado en el siglo XIX y no hemos visto, realmente, las consecuencias de ese fenómeno para  el siglo XX y  lo que va del XXI.

Las consecuencias de la esclavitud están aquí todavía, después de 50 años de Revolución. En La Habana, antes de 1959, existían unos  800 solares y ahora hay más de  2000. ¿Por qué razón?, porque el problema es que hacia  La Habana ha tenido lugar  una afluencia de emigrados que son, mayoritariamente, de la región oriental: negros y mestizos por lo general,   que se trasladan para la capital, a vivir en lo que encuentren. Lo que nos llevaría a tratar de profundizar  entonces en cómo es el problema en las provincias.

Eso quiere decir que hay un fenómeno a depurar y que solo se puede hacer por separado, construyendo separatas estadísticas, en las que se tome en consideración la variable color de la piel: vivienda, empleo, remesas, ingresos,   actitud ante la salud, violencia familiar, etc. En todo hay que tener en cuenta el color. Pero, como entre nosotros existe la  tendencia a  la mezcla, olvidamos el color;  aunque, mientras mayor es la muestra, más se ve que los negros están abajo, los mulatos en el medio y los blancos arriba.  Esa estructura sociodemográfica no ha podido ser superada.
  • ¿Usted propone una política específica para la población negra?
En Cuba tenemos una cierta política de “acción afirmativa”, es decir, la aplicamos, pero no la llamamos así.  A partir de  investigar a fondo la situación de la familia, los problemas de los niños, los discapacitados y otros  grupos sociales,  llegamos en la práctica a hacer acciones afirmativas, con las personas históricamente menos beneficiadas, más afectadas.  Dentro  de las cuales, la mayoría son negros y mestizos. Seguimos atendiendo la pobreza, pero se presta una atención especial a los que en peores condiciones están y, entre ellos,  a negros y mestizos.
  • ¿Entonces, usted considera vulnerable al sector negro de la población?
Los negros  son los más vulnerables. Si  se parte de la base de  una situación de empleo entre un negro y un blanco, en iguales condiciones de idoneidad, el negro debe tener  prioridad.   Raúl Castro  dijo que fue un error el problema de las cuotas,  esa no es una acción afirmativa, no es la forma de resolver el problema. En  Estados Unidos se fijan porcentajes en las universidades,  para negros y otras minorías, pero no es la forma adecuada. La fórmula de acción afirmativa que nosotros aplicamos es la de los trabajadores sociales, se les prepara y da empleo, una vez terminada su capacitación. En la Universidad norteamericana entra  un  porcentaje de negros y de otras minorías,  previamente fijado. Eso es una forma de discriminación,  que algunos llaman racismo al revés, y se discute  mucho sobre eso en los Estados Unidos. No se trata de decir: usted entra a la Universidad porque es negro;  creo que esa  no es la forma de resolver el problema. El sistema de cuotas no puede ser nuestra variante de solución.
  • ¿Si hasta el propio  presidente de Cuba menciona este problema, por qué no hay un debate más profundo?
El debate está tomando fuerza en el ámbito intelectual,  el comunitario, en las casas de cultura. En octubre de  2007 se publicó una entrevista que me hicieron en la revista Alma Mater,  pero no la ve mucha gente. Ahora salió otra en el periódico Trabajadores y ese lo compra todo el mundo. Se está produciendo y publicando mucho más sobre el tema.   La sociedad cubana tiene que tener conciencia de que el racismo es un problema cuya solución depende de todos. Y hay que empezar a atacar muchas aristas,  hay que comenzar por la educación,  para sembrar la ética antidiscriminatoria  en los muchachos desde la escuela. Lo que no entra en la escuela, no pasa a la cultura. Además,  el debate tiene que ser en la familia, en el centro de trabajo, debe estar presente  en las organizaciones políticas, de masas  y sociales del país. Eso es lo que reclamamos.

Tengo amigos negros, militantes del Partido, que dicen: mi hija no se casa con un blanco y viceversa, porque el problema del racismo del negro viene siendo como una reacción ante el racismo del blanco, pero que con el tiempo se instaura como una parte de la cultura del negro y este  asume los parámetros del concepto y termina convirtiéndose en un racista también. Nuestros medios tienen que trabajar fuerte en eso, fundamentalmente la televisión.
  • ¿No  puede ocurrir  lo mismo que sucedió  en otras ocasiones, que  se piense que debatir este tema  puede crear división y ser manipulado en contra de la Revolución?
Al contrario, lo que realmente nos puede dividir  y afectar seriamente el nivel de cohesión social y política logrado es no tratar el problema. Lo que está siendo utilizado en las campañas del enemigo es nuestro atraso en traer el tema a discusión .Lo que realmente nos agrede políticamente, tanto  desde el punto de vista de la imagen externa como interna, es tener un discurso que no se corresponda con la realidad. Hasta el otro día decíamos que no había problemas raciales en Cuba. Eso es absurdo.

Muchos  amigos  de Estados Unidos traducen y distribuyen mis artículos y libros para que vean que ese asunto se trata desde hace tiempo en Cuba. Pues, de lo contrario,  lo que hacen es  tomar  nuestro discurso sobre el problema racial y convertirlo en un discurso disidente, llevándolo al conflicto Cuba-Estados Unidos, tomándolo como un instrumento más de agresión y subversión. Digo que si no hubiera habido una  Revolución en Cuba,  los negros  la hubiéramos tenido que hacer para llegar a donde no pocos  hemos llegado.  Llevarlo al conflicto social, a la política de la disidencia, tomarlo como un elemento de agresión y subversión, no lo vamos a permitir. Ese es un tema de nuestra realidad, por lo que podemos  incluso compartirlo con amigos,  pero jamás soslayar la responsabilidad de tratarlo nosotros mismos. Porque no podemos permitir que otros hagan nuestra historia por nosotros, porque quien controla el pasado, controla el presente y te diseña el futuro.

  • ¿Usted rechaza la participación de la disidencia interna en este debate?
En Cuba  los llamados sectores “disidentes” no tienen cabida en este debate  porque lo montan sobre una base contrarrevolucionaria. Si este país ha llegado a donde ha llegado con el tema  racial es porque hay  una Revolución y hubiéramos llegado aún  más lejos si  no nos hubiéramos  retrasado  en  tratar el tema. Lo que sí nos divide ahora, en esta época, es no tratar el problema, que hace sufrir a mucha gente, no solo a negros sino  también blancos,  porque la Revolución ha logrado, a pesar de todo, sembrar una ética antidiscriminatoria.

Es  absurdo  hablar de  una cultura general e integral,  dentro de   una sociedad  en  que todavía se discrimine por el color de la piel. ¿De  qué  verdadera democracia podemos hablar, incluso, si se discrimina?  La igualdad no puede ser absoluta,  pero las posibilidades sociales de alcanzarla  tienen que ser iguales para todos. La Revolución le ha puesto oportunidades al negro y mestizo, pero por los puntos de partida históricos, los errores cometidos,  las imperfecciones actuales de nuestra sociedad y la desatención del tema racial,  no pocas veces no las ha logrado alcanzar.  
  • ¿Cree usted que este debate debe formar parte de una agenda política?
Por supuesto que sí. Por eso hay  un grupo de estudios sobre la racialidad, como parte de una comisión del PCC que dirigió Esteban Lazo durante  muchos meses y que ahora continúa en la Biblioteca Nacional. También existe una comisión de carácter permanente en la Uneac para luchar contra el racismo y la discriminación racial. Su objetivo principal  es realizar acciones y llevar a cabo un debate para convertirlo en agenda política.

En estas comisiones hay blancos y negros, y se circunscribe a personas que trabajan el tema o  son especialistas. El  hecho de que Raúl Castro  haya mencionado el tema  el día 20 de diciembre,  en la  Asamblea Nacional, para mí quiere  decir que este asunto figura entre los  temas de la agenda del próximo  congreso del PCC.  Y si así no se considerara, mi opinión, de todos modos,  es que debe estar en la agenda del Congreso.

Hay que divulgarlo más, eso tiene que ayudar a convertirlo en agenda política e insistimos en que una comisión del parlamento estudie ese tema. Está claro que se tiene aún  muchos prejuicios  con  este asunto,  pero no tantos como antes. He escrito varios ensayos, un libro y  un segundo libro que se va a publicar en Estados Unidos y Venezuela. Hay muchas personas que tienen el libro. En  nuestra televisión  aún se habla muy poco del tema.
 
Estamos en un debate Malecón  adentro, en realidad.  Ese tema en Cuba no estaba siendo tratado  como respuesta a nadie. Pero  ahora tiende a  tomar  más fuerza. Por lo que creo que, si la intención de los críticos fue perjudicarnos, ha ocurrido  todo lo contrario: ahora hay más entusiasmo, porque nuestros críticos lo han  tratado de convertir  en parte de la lucha política contra la Revolución, y eso ya no es cosa de juegos.

También está muy activa la Cofradía de la negritud,  un proyecto comunitario que tiene muy buen enfoque. Recientemente impartí  una conferencia en su asamblea de balance y hay que decir que el enfoque es muy bueno y mueve a la comunidad. En su seno hay intelectuales y  mucha gente de pueblo que le pone un tono muy fresco y directo al tema. Trabajan mucho en crear conciencia y han realizado debates barriales en torno al documental Raza, del joven cineasta cubano Eric Corvalán.

Ese material se ha exhibido también en Estados Unidos y otros países.

Otro elemento interesante es que lo que escribimos se está publicando. Recientemente salió a circulación una antología de artículos sobre raza y racismo,  un libro producido por el  Centro Martin Luther King, Jr., coordinado por  Esther Pérez y Marcel Lueiro. En la Feria Internacional del Libro, efectuada en febrero de este año en La Habana, hubo varias presentaciones e inclusive un panel que fue muy exitoso. El tema avanza con  fuerza.
Notas:
  1. La Enmienda Morúa fue una legislación introducida entonces por el Senador  Martín Morúa Delgado, que tenía como objetivo  impedir  la formación  dentro del  mecanismo político electoral de cualquier partido político sobre la base  de filiación racial o  de  grupo social. (Para ampliar, ver: Martin Morúa Delgado: Integracion cubana y otros ensayos, Publicaciones Comisión Nacional del Centenario de Don Martin Morúa Delgado, La Habana, 1957, pp. 241-245).
  2. Dice Fidel: “La califico como discriminación objetiva, un fenómeno asociado a la pobreza y a un monopolio histórico de los conocimientos”, en Fidel Castro: Las Ideas son el Arma Esencial en la Lucha de la Humanidad por su propia salvación, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2003, pp. 28-29.
  3. Se refiere al opositor Darsi Ferrer, preso desde el 21 de julio de 2009, acusado de adquirir en el mercado negro materiales de construcción, presuntamente robados. En su comunicado, los afroestadounidenses lo consideran un luchador contra la discriminación racial en Cuba y demandan su excarcelación.
  4. No debiéramos permitir que esto ocurriera, sino que la cuestión racial, más que una cuestión ética -lo cual también es muy importante- debiéramos terminar de asumirla como un asunto  político. Como algo por lo cual hay que combatir para lograr, definitivamente, como predicaba José Martí, una sociedad “con todos y para el bien de todos.”  Pero, para lograrlo, hay que asumir el tema del racismo, los estereotipos raciales y la discriminación como algo existente y que debe ser eliminado del  modo de vivir  de todos los cubanos.
  5. En ninguno de los anuarios estadísticos que Cuba envía a Naciones Unidas, referidos a la cuestión social, la población es clasificada según color de la piel. Algo absurdo porque en ellos se pudiera manifestar claramente los avances sociales  de  la población no blanca en Cuba. Se observan entonces, en esas estadísticas,  los avances sociales generales; pero, al no estar clasificados por color de la piel, ello  no nos permite observar en  esos anuarios cómo la población que de mas atrás viene ha logrado avanzar con la política social de la Revolución. El prejuicio de ocultar el color es tan grande, que nos impide mostrar la obra de la Revolución.
  6. Muro que bordea varios kilómetros de costa en  la capital cubana.
Fue publicado en http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=94409. La foto pertenece a dicha publicación.

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