Por Marlene Caboverde Caballero
A través de la televisión Cubana en el programa “La razones de Cuba: La ruta del terror”, fue presentado el terrorista salvadoreño Francisco Chávez Abarca confesando sus crímenes. En un momento él lloraba al recordar que una doctora cubana había salvado la vida de su hija menor. Millones de cubanos vimos sus lágrimas, pero no creímos en ese viso de arrepentimiento. Se trata solamente de un asesino acorralado.
¿Cómo funciona la mente de un criminal? Me preguntaba en la noche luego de repasar en la memoria cada una de las palabras de ese otro alumno de Posada Carriles. También recordé como hace casi dos años un especialista cubano devolvió la visión a uno de los asesinos del Che beneficiado con la Operación Milagro.
“Amar al prójimo”, exhortaba Fidel este 28 de septiembre. Realmente, los cubanos nos enorgullecemos de haber convertido esa expresión en una práctica, en una conducta casi cotidiana durante medio siglo. No obstante, el pueblo de la Isla no olvida a sus muertos: el dolor por las pérdidas permanece, muerde aún el corazón. El terrorismo es una herida en el recuerdo.
Por ello, sólo se siente alivio al conocer que un terrorista será juzgado por la justicia revolucionaria. Se trata de uno solamente. Quedan otros en libertad, incluso peores, como Posada Carriles y Orlando Bosch.
Chávez Abarca es solo una ficha en un tenebroso juego de ajedrez. Aunque reveló su responsabilidad en la explosión en la discoteca Aché, del Meliá Cohíba, en La Habana el12 de abril de 1997, y reconoció que también fue él quien colocó un artefacto explosivo en el piso 15 del hotel Meliá Cohíba, ese personaje es una marioneta de la mafia, dela CIA, de políticos y terroristas empeñados en destruir el Proyecto social cubano.
Según las confesiones del mercenario salvadoreño, los planes de magnicidio, sabotajes y otros crímenes contra los pueblos y los líderes de izquierda de América Latina continúan. El círculo vicioso en el que unos pagan, algunos ordenan y otros obedecen parece romperse solamente por el lado más débil. Pero es solo por ahora. Los pejes gordos también tienen asegurada una cita con la justicia.
La ruta del terror no solo sirvió para arrebatar las máscaras a quienes organizan, planean y llevan a la práctica el crimen organizado en Latinoamérica. Significa también, otra batalla ganada contra el terrorismo, un reto para nuestros pueblos y un llamado de alerta para esa parte de la humanidad que está más empeñada en olvidar, que en combatir el terrorismo.
Imagen agregada RCBaez: Sólo un peón
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