lunes, 18 de octubre de 2010

Los cuervos y el yanquiparaiso

Por Salvador Capote

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Los disidentes cubanos recién liberados, a quienes el amigo Duende de Radio Miami llama “los cuervos” por sus ingratas expresiones y actitudes contra ambos, el gobierno español y la iglesia católica, que gestionaron con las autoridades cubanas su excarcelamiento, tienen ahora las puertas abiertas para viajar y establecerse en Estados Unidos.
El Homeland Security y el State Department consintieron en permitirles la entrada en este país mediante la aplicación del programa “Significant Public Benefit Parole (SPBP)”. Con ésto, los cuervos están cerca ya de cumplir su sueño de un disfrute privilegiado de la sociedad de consumo estadounidense, la cual atrae a todos los disidentes cubanos como el brillo de una vidriera a los insectos nocturnos. Si alguien lo duda, pronto verá como los pocos que quedan en Cuba, que no quieren ir a España, sí vendrán a Estados Unidos. A España u otro país no, pero a Estados Unidos sí, ¿por qué será?

En las filas de la ultraderecha miamense hay frustración y desconcierto. Una campaña mediática que costó decenas, tal vez cientos de millones de dólares, mantenida durante más de un año y cubierta por los grandes medios de comunicación e información internacionales, a lo que se suma la financiación directa e indirecta, mediante la USAID y otras agencias federales, la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, y diversas organizaciones de exiliados cubanos, no ha logrado el incremento numérico de los grupúsculos de disidentes en la isla. Nadie se les une. Nadie los apoya. La disidencia cubana es, para Estados Unidos, la más cara del mundo y, al mismo tiempo, la menos funcional.

Estos personajes, a quienes se llama  disidentes por llamarles de algún modo, ¿quiénes son? –René González, uno de los cinco héroes cubanos  injustamente encarcelados en Estados Unidos, definió certeramente a los de su calaña en carta escrita hace algunos años: “Aunque se disfrazan de todo no son nada: son demasiado calculadores para ser fanáticos. Son demasiado resentidos para ser cristianos. Son demasiado cobardes para ser combatientes. Son demasiado egoístas para ser demócratas. Son demasiado plattistas para ser cubanos.”

En esta última afirmación tenemos la clave sin la cual ni el gobierno norteamericano ni la ultraderecha de Miami lograrán jamás entender la causa de su fracaso. La lucha contra el plattismo y los plattistas fue parte consustancial en Cuba de la lucha de clases. El hecho fundamental es que se luchaba no sólo contra la opresión de la clase dominante sino contra su ideología lacayuna y extranjerizante. La oposición a la Enmienda Platt y contra la ideología de sus defensores que permaneció después de abolida aquella en 1934, pues la humillante Enmienda constituía sólo una herramienta más de la inmensa trama del sistema neocolonial, fue la expresión más genuina de la lucha del pueblo cubano por su liberación. Actualmente, el último baluarte del plattismo es el sur de la Florida donde, aunque adopta con frecuencia disfraces vergonzantes, es difícil distinguirlo del puro anexionismo.

Podemos considerar que el sentimiento antinjerencista del pueblo cubano comienza a transformarse en antimperialista cuando, a fines de febrero de 1901, el gobernador militar Leonard Wood comunicó al presidente de la Asamblea Constituyente, Domingo Méndez Capote y a los miembros de la Comisión encargada de abordar la cuestión de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos que, por instrucciones del Secretario de Guerra, Elihu Root, el pueblo de Cuba “debía desear” que en su Ley Fundamental se incorporasen ciertas prescripciones que mutilaban la soberanía de Cuba. Estas prescripciones tomaron cuerpo en la enmienda propuesta por el senador Orville H. Platt a una ley del Congreso de Estados Unidos que se colgó como anexo a la Constitución de 1901 y que imponía a Cuba condiciones infamantes que reducían practicamente a cero su soberanía, como el supuesto derecho de ese país a intervenir militarmente en Cuba, la omisión de Isla de Pinos de los límites territoriales y la cesión a Estados Unidos de territorios para bases navales o carboneras. Estados Unidos sólo dio a Cuba dos alternativas: la Enmienda Platt o la prolongación por tiempo indefinido de la ocupación militar norteamericana. Desde entonces el término plattista pasó a significar la claudicación ante los intereses foráneos.

El plattismo era especialmente aborrecible porque apuntaba a destruir el núcleo más preciado de nuestra cultura: nuestra identidad. No olvidemos que el imperialismo es depredador por naturaleza y se manifiesta no sólo en el plano económico y social sino también en el cultural. La historia, las tradiciones, el lenguaje, el arte, la música autóctona… son contaminados o destruidos. La discriminación por motivos raciales o de otro tipo se acentúa. En el país dominado se imita el modo de vida del país dominante. Para Michael Parenti, el conocido escritor progresista estadounidense, “el imperialismo cultural es el compañero del imperialismo político-económico. Y al servicio del imperio, el etnocentrismo racista es el compañero del imperialismo cultural.” (1)

Probablemente existen más documentos valiosos de nuestra historia, obras de arte,  especímenes del patrimonio científico cubano y otros bienes culturales en instituciones, galerías particulares o archivos de Estados Unidos que los que existen en sus homólogos de Cuba. El consuelo de tontos es que el saqueo ha sido mayor en otras naciones, y no sólo por el imperialismo norteamericano sino también por el británico y francés. Una de las primeras acciones de Estados Unidos en Irak fue el pillaje de sus museos, donde se guardaban invaluables obras del patrimonio mundial. El arte del Medio Oriente, al igual que el africano y del Tercer Mundo en general, sólo pueden contemplarse en el Louvre, el British Museum y en colecciones privadas de Estados Unidos. Para estudiar la historia de sus propias culturas, árabes, persas, afganos, etc. tienen que viajar a occidente y pagar por el permiso de examinar el patrimonio robado (¡y hay muchas maneras de robar!) a través de los siglos.

Lo curioso es que el imperio, al anular la cultura de otros pueblos, anula también su propia cultura porque destruye su tradición constitucional y democrática. “Hemos perdido la República y nuestras instituciones”… “Nos han robado el país” afirmó Gore Vidal, uno de los más importantes escritores norteamericanos de todos los tiempos (2)  No se puede pisotear los valores más allá de la frontera y respetarlos dentro. Los soldados que aprenden a matar, torturar y destruir en otros pueblos un día harán lo mismo con el propio. Los que masacraron a los mexicanos en 1848 se masacraron luego entre ellos en la Guerra de Secesión. Los cubano-americanos entrenados por la CIA para realizar actos terroristas contra Cuba terminaron realizándolos en el propio territorio de Estados Unidos.

Los llamados disidentes no fueron a prisión porque defendían otro modo de pensar sino por recibir pago, instrucciones y recursos técnicos  de agencias de un gobierno extranjero, el de Estados Unidos  y, no pocas veces, por promover acciones violentas con el objetivo de crear  inestabilidad y caos. marta-beatriz-roque-votando-en-la-sina.jpgLa agenda que motiva a estos “gusanos en la sangre”, como les llamó José Martí (3), corresponde al rezago ideológico de una burguesía dependiente ya desaparecida. Pero no hay ideología coherente en los desclasados.  Su ideología no es continuación ni herencia sino burda caricatura de manifestaciones culturales impuestas que comenzaron a extinguirse en 1959 dando paso a la raíz poderosa de una cultura verdaderamente cubana. Es por eso que la masa los repudia. Es por eso que el espectáculo grotesco de una imitación de elecciones en la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba, con disidentes votando cipayezcamente por George W. Bush, marcó simbólicamente desde entonces el punto de no retorno para los que, por su propia voluntad, se apartaron de la obra de gigantes que realiza nuestro pueblo revolucionario. “¡Nunca más!” –como croaba el cuervo de Edgar Allan Poe- podrán ser cubanos. “Demasiado plattistas” para serlo.

Bienvenidos pues a este yanquiparaíso que sólo existe en la imaginación de los plattistas y que, en la cruel realidad, es un país en bancarrota moral y económica por sus guerras injustas y el derroche de sus recursos naturales, con una deuda nacional impagable que alcanza ya los 17 trillones de dólares y en el que los síntomas de una deriva hacia el fascismo son cada vez más frecuentes y alarmantes. No obstante,  los cuervos, al establecerse en Estados Unidos podrán contar todavía con la esperanza de labrarse un porvenir. Sólo tendrán que abandonar el hábito de mantenidos y trabajar duro. Les recomiendo Miami, donde bandadas de su misma especie nublan el cielo y graznido más o menos no hace la diferencia. Es el nicho ecológico que les corresponde.

(1) Michael Parenti: The Culture Struggle, p. 49,  Seven Stories Press (2006).
(2) Gore Vidal: Entrevista con La Jornada en abril de 2003.
(3) José Martí: Vindicación de Cuba.

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