viernes, 27 de mayo de 2011

El Sueño Orweliano del Imperio

Por Raúl Capote Fernández

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Muchos miembros del rebaño se esfuerzan por balar más fuerte, para ver si de alguna forma logran obtener un puñado más de pasto, repiten una y otra vez, incluso sin que nadie les pregunte, que por suerte viven en un país libre y pudieron escapar del infierno castrista. Más allá de la animosidad contra la patria que les vio nacer y de la frustración que para algunos de ellos significa saber que se equivocaron (estudios explican como desahogan esa frustración con sentimientos de odio a la patria a la que culpan de sus propios errores), les mueve el oportunismo, el negocio de la oposición, esos que son minoría hoy en día, porque una mayoría cada vez más representativa se acerca a su tierra y trabaja por salir adelante. He visto de cerca la frustración de algunos de los que se fueron, el odio que nace de la certeza de haberse equivocado, el paraíso no es tal, es un infierno, llevan una vida estilo aquella famosa novela Rosas a Crédito de Elsa Triolet y esa no es vida, eligieron entre un país pobre, bloqueado con severidad inédita en la historia, pero justo cual no ha existido jamás otro igual y un país rico pero xenófobo, violento, injusto, eligieron entre compartir panes y peces e intentar ser dueños de los panes y los peces.

El rebaño (con perdón de los carneros y demás) interno al servicio del imperialismo, los que atacan a su gente desde nuestros barrios, comen el pan que nadie les niega, acceden a la salud y la educación que nadie les cobra, viven una tranquilidad ciudadana inédita en el mundo moderno, ya sabemos lo que buscan, por dinero mienten sin recato. ¿Pero es realmente libre esa tierra que se proclama así misma como paradigma de libertades? Nosotros, cubanos, hombres y mujeres que vivimos y trabajamos día a día en una sociedad que sabemos no es perfecta, pero que está en nuestras manos hacerla mejor o peor porque somos libres, los más libres ciudadanos de estos tiempos,  no creemos que la sociedad estadounidense sea paradigma de libertades.

La primera operación moderna de propaganda llevada a cabo por un gobierno ocurrió bajo el mandato de Woodrow Wilson, elegido presidente en 1916. Era de interés de los grandes consorcios que el país entrara en la Primera Guerra Mundial, pero la población no veía ninguna razón para involucrarse en una guerra europea. Había por tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de participar en la guerra. Se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel, que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista. Se alcanzó un éxito sorprendente que conduciría a otro mayor todavía: en aquella época y después de la guerra se utilizaron las mismas técnicas para excitar lo que se conocía como Miedo Rojo. Ello permitió la destrucción de sindicatos y el control de la libertad de prensa y del pensamiento político.

El Miedo Rojo fue utilizado eficazmente mientras duró el llamado Campo Socialista, si el pueblo se intranquilizaba, se tocaba a rebato por todos los medios de prensa ¡Que viene los rusos! Después de la Segunda Guerra Mundial, la histeria anticomunista llegó al paroxismo fascista con el macartismo que desencadenó una persecución sin precedentes contra todo lo que oliera a progreso.
Los Estados Unidos crearon los cimientos de la industria de las relaciones públicas. Dado que aprendieron mucho de los éxitos de la Comisión Creel, del Miedo Rojo, y de las secuelas dejadas por ambos, las relaciones públicas experimentaron, a lo largo de la década de 1920, una enorme expansión, obteniéndose grandes resultados a la hora de conseguir una subordinación total de la gente a las directrices procedentes del mundo empresarial.

Las relaciones públicas constituyen una industria inmensa que mueve, en la actualidad, cantidades que oscilan en torno a un billón de dólares al año, y desde siempre su cometido ha sido el de controlar la opinión pública, que es el mayor peligro al que se enfrentan las corporaciones.

También es preciso falsificar la historia. Ello constituye otra manera de vencer la resistencia, de movilizar a la gente a un objetivo necesario para los círculos de poder imperialista. Simular que cuando atacan a alguien lo que están haciendo en realidad es proteger y defender a los Estados Unidos, incluso ahora Barack Obama lo llevó más allá, cuando extendió ese concepto a la defensa de los valores de los Estados Unidos.

Desde la guerra de Vietnam se ha realizado un enorme esfuerzo por reconstruir la historia. Si bombardeaban Vietnam del Sur, se debía a que estaban defendiendo el país de los enemigos de la “libertad”. Es lo que los intelectuales kenedianos denominaban defensa contra la agresión interna en Vietnam del Sur. Era necesario que esta fuera la imagen oficial e inequívoca.

Si se tiene el control absoluto de los medios de comunicación y el sistema educativo y la intelectualidad son conformistas, puede surtir efecto cualquier política. El cuadro del mundo que se presenta a la gente no tiene la más mínima relación con la realidad, ya que la verdad sobre cada asunto queda enterrada bajo montañas de mentiras. Se ha alcanzado un éxito extraordinario en disuadir las amenazas al sistema con esa avalancha de falsedades fabricadas, por la gente que tiene el poder y los medios para hacerlo, las grandes corporaciones.

Hasta mediados de los años ochenta, cuando los estadounidenses andaban “confundidos” se les ponía constantemente el mismo disco: que vienen los rusos. Pero al perderlos como encamación del mal hubo que fabricar otros, al igual que hizo el aparato de relaciones públicas reaganiano en su momento. George Bush, empezó a utilizar a los terroristas internacionales, a los narcotraficantes, a los talibanes, a Sadam Husein o a Osama Bin Laden. Han tenido que hacerles aparecer a uno tras otro, asustando a la población, aterrorizándola, de forma que ha acabado muerta de miedo y apoyando cualquier iniciativa del poder.

Recordemos que la operación terrorista internacional más importante llevada a cabo hasta la fecha ha sido la operación Mongoose, a cargo de la administración Kennedy, contra Cuba. No ha habido nada que se le pueda comparar ni de lejos, pero Mangoose no ha terminado, con otros nombres las operaciones de terrorismo contra la isla han cobrado miles de víctimas al pueblo cubano, pero por supuesto de eso no se habla, sobre eso no escriben los grandes medios de comunicación, como no se habla de la injusta condena a los cinco cubanos que luchaban en territorio estadounidense contra esas actividades terroristas.

Cuando se trata de construir un enemigo fantástico siempre se produce una ofensiva ideológica, seguida de campañas para aniquilarlo. No se puede atacar si el adversario es capaz de defenderse: sería demasiado peligroso. Pero si se tiene la seguridad de que se le puede vencer, quizá se le consiga despachar rápido y lanzar así otro suspiro de alivio.

¿Cuán real es la verdadera realidad, o lo que nosotros percibimos como la realidad? ¿Si el capitalismo ultra tecnológico, informatizado de hoy tiene realmente el poder para alterar la historia, qué horrores podrían perpetrarse? ¿Qué se puede esperar si hoy ese capitalismo ultra tecnológico invade la privacidad mediante el uso de aditamentos sofisticados que controlan las comunicaciones? Todo lo que hace, lo que dice, lo que piensa ese ciudadano estadounidense de hoy es escrutado sin recato, no es libre cuando habla por su móvil, cuando usa Internet, cuando escribe, cuando habla. En nombre de la lucha contra el terrorismo fue despojado de la poca libertad que le quedaba y sin su permiso, sin él saberlo, es escudriñada su vida mediante el uso de las nuevas tecnologías. Nada puede enseñarnos a los cubanos, hombres libres, la tierra del Gran Hermano.

http://adversario-adversario.blogspot.com/2011/05/el-sueno-orweliano-del-imperio.html

*Escritor y profesor de Historia de Cuba de la Universidad de Ciencias Pedagógicas de La Habana, quien fue durante años el agente Daniel de los servicios de inteligencia cubanos.

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