domingo, 8 de enero de 2012

Cuba no es una postal de los años 50

Por Arnoldo Fernández Verdecia 
A ese extranjero lo invitaría a conocer nuestra gente, a compartir su realidad más allá de la ciencia ficción y de los afeites de ciber-periódicos, empeñados en mostrar las fallas de una utopía casi desarmada, pero con muchos sueños por hacer.

Cuba es una vieja postal de la década de 1950. Así pensaría un extranjero al llegar a cualquier aeropuerto de la Isla.

Incluso diría que se encuentra en un país donde reina la ciencia ficción, pues es difícil conciliar unos niveles de salud y educación, de primer mundo, con una economía en crisis.

Ese hombre o mujer procedente de Europa, Estados Unidos, el Caribe o Latinoamérica besaría la tierra cubana, quizás como Cristóbal Colón en su tiempo. ¿Qué maravillas encontraría más allá de una ilusión mágica?

Sobre todas las cosas, grandes contrastes. Una pobreza bien repartida en la mayoría de las familias. Asomos de lujos y autos reliquias en unos pocos. El celular como atributo de prestigio y poder. El DVD para tener imágenes alternativas a la televisión oficial. Las marcas ante el ojo extraño o inmediato.

El cotidiano vivir de nuestra gente abrazado a múltiples necesidades, desde un jabón de baño, hasta el plato de comida que cada día compartimos en la mesa, o la pasta de diente y el papel sanitario, que suplimos con periódicos o enjuagues bucales a base de sal.

Nos compararía con lo más pobre del pueblo haitiano, pues llegamos a alimentarnos con racimos de palmito e hicimos de la verdolaga y el bistec, éste último de cáscaras de plátano, una apetitosa cena.

Señalarían que vivimos una dictadura sin explicación coherente para justificar una obediencia ciega a sus mandatos.

En fin, un país sin derechos humanos, donde la gente no puede pensar libremente, porque la policía política vigila, y no permite expresar disidencias y alternativas que no sean las del partido en el poder por más de 50 años.

A ese extranjero lo invitaría a conocer nuestra gente, a compartir su realidad más allá de la ciencia ficción y de los afeites de ciber-periódicos, empeñados en mostrar las fallas de una utopía casi desarmada, pero con muchos sueños por hacer.

Lo llamaría hermano; y abrazados, por encima de barreras ideológicas, religiosas y caudillistas, montaríamos el crucero del mundo e invitaríamos a las naciones a derramar sus riquezas sin prejuicios, ni agendas electoreras que pregonen el fin de un proceso, para sanar una economía y aliviar las privaciones de un pueblo que no ha perdido los sueños, porque los tiene todavía.

Tomado de Caracol de agua, via Facebook


Imagen agregada RCBáez

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