jueves, 16 de febrero de 2012

El Rincón y la peregrinación de San Lázaro

Por Felipe de J. Pérez Cruz (1)
   
Aunque a veces se crea lo contrario, abordar la historia del barrio, de la ciudad o del pueblo,  implica tanta o más complejidad que tratar aspectos de la historia nacional o internacional. Y esta es la primera conclusión que puede obtenerse de la lectura de “Rincón y la peregrinación de San Lázaro” (Editorial José Martí), del profesor e historiador Eduardo M. Bernal Alonso (Cabaiguán, 1942),  que se presentó el domingo 12 en la Feria Internacional del Libro de La Habana.

Bernal Alonso es el Historiador del municipio Boyeros. Lo conocí hace más de treinta años, cuando las tareas de la juventud comunista me acercaron a ese territorio capitalino. Entonces ya era un reconocido maestro de la localidad, siempre dispuesto a compartir su saber. Luego tuve el placer de saborear su liderazgo en el colectivo del Instituto Superior Pedagógico de la Enseñanza Técnico Profesional, la universidad pedagógica donde Bernal  Alonso hizo de la enseñanza de la historia, una sentida necesidad para profesores y estudiantes de las ciencias técnicas, la agronomía y la economía. Precisamente el libro que hoy presenta es un resultado de ese encuentro feliz del pedagogo con el colectivo de profesores y estudiantes, del entusiasmo que irradia participación.

Nuestro amigo y colega ha hecho de la historia de su más cercano terruño uno de sus grandes amores. Sin dudas Bernal Alonso está entre los más destacados historiadores locales de nuestro país y sus resultados reclaman –y más lo será en el futuro- un serio estudio historiográfico. Con visión nacional y global, algo que no siempre se logra, reverencia la historia local y demuestra lo imprescindible de su estudio y conocimiento, no sólo como suministradora de información para los enfoques más generales, sino como laboratorio de nuevas ideas. Esta que nos presenta ahora es una labor integral, donde lo local –territorial e institucional-se articula y multiplica con el estudio de la religiosidad  popular y el culto a San Lázaro.

El libro que presentamos

Posee el libro una sólida argumentación documental y bibliográfica. La labor investigativa, subraya la importancia que de la conservación del legado documental y de las hemerotecas en nuestros museos municipales y provinciales, en las parroquias, las instituciones gubernamentales y la sociedad civil. Los testimonios rescatan a los sujetos históricos de la vida cotidiana, para profundizar en los procesos individuales y sociales que inciden en la cotidianidad, y en particular en religiosidad y sus expresiones. La estadística y la mirada sociológica incorporan sólidos argumentos, para  un acercamiento transversal al propio discurso histórico.

Desde la profesionalidad de historiador, la pequeña localidad habanera que es Rincón crece en su devenir histórico sin eludir la anécdota o el detalle costumbrista, pero evadiendo definitivamente el localismo estrecho y la historia meramente descriptiva. Bernal Alonso supera  las visiones reduccionistas y las combate, pues enseña a saber de dónde  venimos, recolocándonos en el movimiento de la totalidad histórica. Su obra robustece la solidaridad, y fomenta la confianza en el esfuerzo propio, cuando coloca como sujeto principal a los vecinos del Rincón, y demuestra las posibilidades de una comunidad que aprende a trabajar y a luchar por sus intereses. Así la historicidad de lo inmediato tributa a la identidad habanera, y subraya nuestra pertenencia a lo universal.

Leer a Bernal es articularnos con las muchas historias de La Habana, con la guerra de independencia en el territorio, el incorruptible coronel mambí Juan Delgado González, y definitivamente con el general Antonio Maceo Grajales y su joven ayudante Panchito Gómez Toro. Es comprobar lo que fue la neocolonia para la Cuba profunda, y qué defendemos hoy si de Revolución Socialista se trata. Hay en el libro que les adelanto una historia de la salud pública cubana, que se recrea y ratifica en la fundación del hoy Hospital Especializado Dermatológico doctor Guillermo Fernández Hernández-Baquero. Sin hacer concesiones a la politización mecanicista o a la apología de la obra de la Revolución, este libro contribuye de manera rotunda al conocimiento de lo que fue la salud pública durante el gobierno colonial y luego en la tutelada república neocolonial. Y presenta con inobjetable precisión la institución de alto nivel científico que ahora existe, en el país que en el año 2000 cumplió el Programa de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a fin de eliminar la lepra como un problema de salud en la población cubana.

Bernal Alonso también nos acerca a la historia de la religión en Cuba, desde el ángulo en mi opinión más comprometido y sustantivo. Me refiero al del heroísmo cotidiano de los hombres y mujeres que en todas las épocas, han asumido el servicio religioso como vocación de humanismo y amor a sus semejantes, y en ello su dedicación a los más humildes y desfavorecidos. Si antes lo sabíamos, ahora será imposible pasar por Rincón sin reverenciar a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, al padre Apolinar López, a las madres superioras sor Ramona Idoate y sor Antonia Barbero, ejemplos cimeros de quienes se han consagrado desde el ministerio de su fe a construir el reino del amor en esta tierra.  

Iglesia, partidos y creyentes

No elude Bernal Alonso si de historia contemporánea de la religión en Cuba se trata, el tema controversial y siempre vigente de las relaciones de la Iglesia Católica con el Estado revolucionario y con los creyentes. Esta Iglesia por su propia definición, no se concibe como alternativa política, menos como partido de oposición, y afirma que por su propia naturaleza no puede entrar en la lucha partidista. La Iglesia Católica se considera  madre de todos, y por ello no se debe a un color o programa político. Pero la propia historia nos demuestra que las Iglesias no pueden sustraerse de la lucha ideológica y política, porque sus ministros y fieles son ineludiblemente sujetos políticos, y como sabemos hasta el ser “apolítico” es de por sí un posicionamiento político. No pocas veces –y Cuba no es la excepción- la jerarquía de una u otra iglesia ha intentado convertirse en Partido político, y hacer reos de sus posicionamientos a sus partidarios, tampoco han estado ausentes los propósitos de enmascarar las disidencias políticas tras programas religiosos.

Por otra parte, los Estados y los partidos –incluidos los revolucionarios-, no siempre han comprendido la naturaleza ética y el compromiso social de las iglesias, y el hecho político de que un honesto acompañamiento crítico, también aporta a la construcción del mejor mundo para todos y todas. Hoy tenemos en Cuba no pocas Iglesias que comparten la opción socialista de la inmensa mayoría de los cubanos y cubanas, y trabajan con renovado entusiasmo en la orientación ética de la vida familiar y el fortalecimiento del tejido social comunitario, en la ampliación de la solidaridad, la honestidad y el compromiso patriótico. Ministros y líderes religiosos cubanos integran el parlamento, participan en las asambleas provinciales y municipales del poder popular, y en las múltiples instancias del sistema de la democracia cubana. Numerosos creyentes militan en las filas del  Partido Comunista y en su organización juvenil.

Más importante que las Iglesias, los Estados y partidos, son los pueblos y la posibilidad real que tengan de hacer de la Iglesia su Iglesia, del Estado su Estado, y de los partidos sus instrumentos para la construcción de cursos emancipatorios. Con satisfacción afirmo que en esta hora de Cuba, estamos muy cerca de lograr estas finalidades, y que ahora la nación lo necesita más que nunca.

Derrotar los prejuicios del pretendido “ateísmo científico” y ver el aporte que creyentes y no creyentes pueden y deben hacer al triunfo de la alternativa revolucionaria, resulta hoy una condición de máxima realización patriótica. También la mejor de las respuestas, frente a quienes intentan nuevamente cubrir su oficio mercenario con el manto religioso. Bernal Alonso hace una oportuna contribución para reconocernos en aquellos valores humanistas y solidarios que nos caracterizan y unen.

Lo inobjetable de que el culto es un patrimonio de los pueblos, lo confirma el San Lázaro cubano. Quienes hemos estado en Rincón un 17 de diciembre sabemos que los miles de cubanos y cubanas de todas las edades, condiciones y colores, que allí se congregan, no veneran al San Lázaro –Obispo-, reconocido oficialmente por la Iglesia Católica, que ocupa la capilla central, sino al que está situado no sé si por casualidad o premonición, en la capilla de la izquierda.

El San Lázaro cubano

Bernal Alonso contribuye a precisar las tradiciones religiosas presentes en el actual culto cubano de San Lázaro. Realiza  la deconstrucción de culto sin petulancias cientificistas, pero con riguroso método. Se coloca en la historia y en las mentalidades de los creyentes, dando orden a leyendas y personajes que se entrecruzan, desfiguran y /o recomponen. Esclarece la confusión entre los varios Lázaros, los más significativos, uno el de la parábola de Jesús, otro el Obispo de Marsella, de quien tomó la lepra el nombre de "mal de Lázaro", un tercer Lázaro, por cierto, ni santo, ni bíblico, que según una leyenda de origen andaluz, se trata de un aventurero que llegó a América y prosperó en el negocio de la prostitución, y que por su promiscuidad sexual  contrajo un mal incurable.

Como bien expresó Fernando Ortiz, los negros esclavos, a falta de familia y bienes, trajeron consigo sus creencias religiosas, su cultura, sus cantos y sus lenguas. La memoria del esclavo fue su mayor tesoro y el ágora de su resistencia a la explotación física y la dominación ideológico-cultural. Desde el siglo XVI hasta nuestros días, la oralidad ha conservado en su esencia la cosmogonía religiosa africana, y con ella la voluntad de vivir para un destino mejor. Y de esa resistencia africana, de la sincretización del panteón yoruba en los dioses blancos de la dominación, nació el San Lázaro- Babalú Ayé.

Hijo de la cultura mulata de mi Habana, desde muy niño aprendí que Babalú Ayé, era el mismo San Lázaro de las muletas y los perros, deidad a quien se le ruega para el saneamiento de las enfermedades, sobre todo de la piel y de las enfermedades contagiosas.  Que el “viejo” Lázaro era sumamente milagroso, pero si se le hace una promesa hay que cumplirla, porque es muy bueno, pero muy firme y no acepta la desobediencia.  Esta deidad es el patrón de los perros, sobre todo aquellos que no tienen dueño, los callejeros, y un problema seguro con Babalú Ayé, es maltratarlos.

Cual el Lázaro andaluz, Babalú-Ayé es un gran amante de la belleza femenina. Dice la tradición cubano-africana que sus llagas son un castigo por cohabitar en Viernes Santo. Olofi, la más alta divinidad del santoral yoruba, le dio aché para poseer a todas la mujeres y él, engreído, creyó que no tenía que observar abstinencia alguna. Murió pronto y fue Ochún quien logró que Olofi lo resucitara a cambio de un poco de oñi (miel de abejas). De sus amores se cuenta que los tuvo con muchas deidades y mujeres simples, hasta con Yemayá.

Bernal Alonso en su libro nos confirma que el San Lázaro de Cuba, el de la capilla de la izquierda de la iglesia de Rincón, es una construcción transculturada, cubanísima, de los Lázaros que llegaron de la península ibérica, con las cualidades y poderes del dios yoruba Babalú-Aye, el Dios sanador. Y ratifica la leyenda, de que la efigie que hoy se venera -el Lázaro de la izquierda-, es el genuino San Lázaro del pueblo, el que un jerarca católico quiso desterrar del templo a principios del pasado siglo, y las monjitas de la Caridad lo defendieron, ocultaron sus atributos “paganos” y lo cubrieron  con el mantón que hoy porta.

La peregrinación

El Santuario de San Lázaro en Rincón es uno de los lugares de mayor devoción en Cuba, y la peregrinación del 17 de diciembre constituye demostración más que elocuentes de la religiosidad popular cubana. Bernal incorpora a su libro la observación y el estudio de campo que realizó sobre esta peregrinación, con sus colegas y estudiantes de la universidad pedagógica.  

Nuestro colega defiende lo genuino  de este acto de fe y devoción y sin dudas comparto su posición. Sin embargo, como el mismo menciona, existen en la peregrinación expresiones que no por ser fenoménicas, dentro del propio conjunto de los peregrinos, resultan preocupantes. Se refiere al autor a algunas de las satisfacciones de promesas al santo, que incluyen penitencias y autocastigos corporales que ponen en peligro la integridad y  salud de la persona. Bernal  alerta sobre esta problemática, y afirma que tales actos deben ser respetados.

Coincido con Bernal Alonso en el acto de respeto que precisan las expresiones religiosas, pero tengo otro punto de vista sobre las promesas que ponen en peligro la integridad y salud de mis conciudadanos. Soy del criterio de que hay que evitar cualquier acción que pueda lacerar o poner en situación de vulnerabilidad a una persona. La autoflagelación viola la eticidad de la propia vida, y en mi criterio no puede considerarse un acto legítimo y,  en tanto, sujeto de derecho.  La Ley de Cultos y Asociaciones religiosas de la República de Cuba en su artículo no. 2, precisamente proclama: Las distintas creencias y religiones gozan de igual consideración, siempre y cuando no socaven y violen los principios éticos y morales, tanto de la sociedad como de la familia,… y no pongan en peligro la vida humana en ninguna de sus formas.

Claro que en el caso que nos ocupa  la solución no es legislativa ni jurídica. No se trata de poner un policía en el camino a Rincón, que haga desistir a uno u otro pagador de promesa. Pienso que esta es una tarea de familiares, amigos, vecinos, compañeros y compañeras de trabajo. Y sin dudas quienes están en mejor posición para  evitar los riesgos de decisiones extremas, son los propios devotos de San Lázaro. En esta dirección me pronuncio por continuar la labor de desenajenación del hombre y sus circunstancias.

Hay que trabajar incansablemente para que todo ser humano alcance su dignidad plena, desarrolle en comunión con sus conciudadanos creyentes y no creyentes sus potencialidades, las ponga al servicio del resto de la comunidad, en la fe compartida por la búsqueda de la dignificación humana, la felicidad, el amor y la justicia social. Este es por demás, el mensaje definitivo que nos deja la historia de la Cuba profunda y popular a la que nos permite acceder Eduardo M. Bernal Alonso con su nuevo libro RINCÓN Y LA PEREGRINACIÓN DE SAN LÁZARO.

1-Palabras en la presentación del libro.

Felipe de J. Pérez Cruz* Lic. en Educación en la especialidad de Historia y Ciencias Sociales. Profesor e investigador. Presidente en la Ciudad de La Habana, de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC)

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