En medio de un país cada vez más heterogéneo, el socialismo cubano desestima hoy esa obsoleta e inviable unanimidad que pretendió en años de excesivos verticalismo y centralización, y navega en las aguas retadoras de los consensos y las discrepancias, sin hacerle el juego ingenuamente a los que, adentro y afuera, desean desarticular cualquier vestigio de Revolución.
Claro que es muy complejo rediseñar una sociedad, sin referentes ya consumados de socialismo, un sistema tan joven y aún a gatas frente a siglos de pícaro y camaleónico capitalismo. Lo más fácil sería derruirlo todo con la receta neoliberal, para después empezar a vivir lo más difícil y retrotraerse al pasado. Y tampoco sirve ya el modelo de socialismo real que fracasó en Europa, del cual Cuba asumió grises e inoperantes herencias, que hoy necesita soltar como lastres, para empinarse en un progreso efectivo y no solo en palabras y deseos.
La intolerancia contumaz, a la derecha más torcida de la política, sataniza a Cuba, haga lo que haga. Y le exige pluripartidismo, como si esta fuera la kryptonita del supermundo. Esa fustigadora nunca va a aceptar que el país ya lleve un tiempo mirándose por dentro y exorcizando gradualmente sus atavismos, dogmas y fracasos, sin remover las buenas savias que corren por sus venas, esas que lo han traído hasta aquí, y no aceptarían “transfusiones” incompatibles con los ideales de justicia, saber, luz y bienestar para todos.
Respetuoso del criterio adverso, y discrepante de quienes a lo interno en Cuba pretenden estandarizar los estados de opinión, no pido permiso ni a unos ni a otros para afirmar que en mi país cobra cada vez más fuerza el debate de los asuntos domésticos.
Los cambios que se registran en la economía y en la sociedad, aunque lentos para muchos, ya comienzan a tocar zonas sensibles de la vida y del inventario y el imaginario del cubano. Y esas transformaciones nacieron de un debate popular en torno a los Lineamientos Económicos y Sociales del Partido Comunista de Cuba. Un ágora plural convocada por un solo Partido. ¿Podrá negársele a Cuba que intente enhebrar la diversidad desde los cimientos de la unidad nacional, frente a enemigos tan poderosos?
El propio presidente Raúl Castro ha llamado a la discrepancia y el debate, pero ese estilo, que no caos sino elucidación colectiva, no puede quedar en lo abstracto o en la mera ocasión de una convocatoria. Tiene que hacerse carne y sangre de la vida cotidiana. Todo el sistema de Gobierno cubano, desde el barrio hasta el Parlamento, está desafiado a dejar atrás la tranquila complacencia de las concordancias que no ven ni oyen lo que pasa a tu lado, mirando a los celajes y esperando señales.
En la última reunión ampliada del Consejo de Ministros, el presidente cubano insistió en la necesidad de “discutir cualquier propuesta a todos los niveles, dándole la participación al pueblo”. Y ello afianza la apreciación de que la consulta popular debe ser un estilo sistémico y no ceñirse al sentido instrumental de convocatorias ocasionales.
Claro que los propios cambios en lo que ha dado en llamarse “actualización del modelo económico cubano”, generan inevitablemente transformaciones sociales, en la institucionalidad y en las formas de gobernar; e implican desarrollar mayores espacios de la democracia socialista y de participación popular; y eso le molesta a ciertos inmovilistas ortodoxos adeptos al ordeno y mando. Aún así, es la oportunidad para hacer una revolución dentro de la Revolución, y alcanzar martiana y marxistamente la aspiración de gobernar “con todos y para el bien de todos”.
El otro antídoto contra el voluntarismo y los bandazos, el otro facilitador de un permanente observatorio crítico que preserve a la sociedad de repetir viejos errores y engendrar nuevos fiascos, es la medida en que la conducción de los destinos de la nación y las decisiones –siempre políticas- estén avaladas por criterios y diagnósticos cada vez más científicos. La reciente Conferencia Extraordinaria del Partido refrendó la importancia de ese fundamento científico, y de tener más en cuenta los aportes de la investigación en las ciencias sociales a la hora de la toma de decisiones.
¿Cómo podrá Cuba alcanzar estos objetivos, sin distraerse con el asedio y la hostilidad de quienes se conjuran en negarle la posibilidad del intento desde dentro del socialismo, sin brincar la cerca? ¿Cómo lo hará sin cansarse frente a la resistencia interna de cierta burocracia que aplaude por un lado, y entorpece por el otro, ya en actitud francamente contrarrevolucionaria? Eso lo dirán la vida, la tenacidad, la inteligencia y el tino de los revolucionarios. Pero hay que dejar a Cuba probarse en el intento.
Tomado de Progreso Semanal/Weekly
Imagen agregada RCBáez
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