El
pasado 30 de agosto, el senador de la Florida de origen cubano, Marco
Rubio, fue encargado de presentar a Mitt Romney ante la Convención
Nacional Republicana (Tampa, Florida), para su discurso de aceptación
como candidato presidencial, y lo hizo en un conjunto de banalidades
anticubanas y tópicos sensacionalistas completamente desconectados con
la realidad que viven hoy en día los estadounidenses.
Rubio, ‘el improbable cubano’
En primer lugar, con lo que se refiere a la cuestión cubana, Rubio declaró: “No hay libertad en Cuba y pido que ustedes recen para que llegue ahí pronto la libertad”.
En este sentido hay que aclarar bien que Marco Rubio y sus padres no
han vivido nunca la Revolución cubana (sus padres emigraron en 1956
hacia Estados Unidos, es decir durante la tiranía batistiana y tres años
antes del triunfo de la Revolución) y, por lo tanto, todo el discurso
político contra la Isla (o su gobierno, si se prefiere), nada más es que
la triste consecuencia de décadas de adoctrinamiento
contrarrevolucionario, más que una lúcida reflexión sobre algo que,
supuestamente, se debería conocer con experiencias proprias. En el mismo
sentido, hay que añadir que Marco Rubio no ha pisado nunca suelo
cubano, con la excepción de la reciente visita al centro de tortura
estadounidense en Guantánamo, el pasado mes de mayo.
El ‘sueño americano’ de Rubio
Con
respecto a los asuntos políticos norteamericanos, el largo y anacrónico
panfleto de Rubio empezó con una frase que abrió las puertas a un
discurso demagógico, que sólo los políticos más hipócritas y los
electores más crédulos pueden apreciar: “Yo soy un estadounidense”.
En
la malsana perspectiva del senador republicano, el hecho de ser
ciudadano estadounidense implica, evidentemente, una serie de
consecuencias, quizás de procedencia divina, que esconden la fascista
doctrina del destino manifiesto, algo parecido a la teoría nazi del espacio vital usada para justificar la conquista de toda Europa o a la teoría israelí del decreto bíblico usada para justificar el genocidio palestino. Pero, más que eso, el ‘incauto’ senador parecía seguir creyendo en el sueño americano y afirmaba: “Somos
excepcionales (los estadounidenses, NdR), no porque hay más riqueza
aquí, sino porque los sueños imposibles en cualquier otro sitio, se
convierten en realidad aquí”.
En
este punto, el lector (y el elector) se habrá preguntado cuáles son
esos sueños realizados en Estados Unidos. Yo creo que en cualquier parte
del mundo, los sueños que una persona tiene -para él y para sus seres
queridos- son siempre los mismos. Yo, para mis futuros hijos, sueño con
una vida saludable y con un cuidado médico que no dependa de un business privado
y de poderosas lobby farmacéuticas. Quiero que mis hijos vivan una vida
segura y que no corran el peligro de encontrarse en un tiroteo fatal en
una calle, en una tienda, en su escuela, en su puesto de trabajo o en
un cine. Pretendo educar mis hijos con los valores de la solidaridad y
de la cooperación y nunca podría inculcarles el principio que su
compañero de escuela o de trabajo es un potencial enemigo en su carrera
hacia un fanático arribismo. Quiero que mis hijos, aunque crezcan en
riqueza y bienestar, sepan que el fruto de esa riqueza no es suyo sino
de la explotación del hombre por el hombre (y no hablo de un sentido
propriamente marxista). Exijo que sepan que la mayoría de los ciudadanos
de ese estrecho planeta nunca tendrá sus mismas oportunidades y no por
fatalismo o por casualidad sino por un preciso plan de poder al que
nosotros mismos pertenecemos. Como cualquier otra persona, deseo que mis
hijos tengan una buena educación; una educación igual y total,
garantizada en la misma forma a todos sus coétaneos a pesar de su
procedencia.
Tras
este breve inventario de los sueños que la mayoría de las personas
consideran imprescindibles, surge espontáneo preguntarse entonces con
qué sueña Marco Rubio, cuáles son esas características que convierten a
Estados Unidos en un país excepcional. Yo, con mis ingenuos sueños, no
sé encontrar una respuesta. Tal vez un ferviente republicano podría
decirnos cuales son los más altos valores y deseos que guían los
conmovidos espectadores de Tampa.
Texto publicado también en Cubainformación
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Fuente Capítulo Cubano
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