sábado, 1 de septiembre de 2012

La absurda intervención de Marco Rubio en Tampa

Por Vincenzo Basile

El pasado 30 de agosto, el senador de la Florida de origen cubano, Marco Rubio, fue encargado de presentar a Mitt Romney ante la Convención Nacional Republicana (Tampa, Florida), para su discurso de aceptación como candidato presidencial, y lo hizo en un conjunto de banalidades anticubanas y tópicos sensacionalistas completamente desconectados con la realidad que viven hoy en día los estadounidenses.

Rubio, ‘el improbable cubano’

En primer lugar, con lo que se refiere a la cuestión cubana, Rubio declaró: “No hay libertad en Cuba y pido que ustedes recen para que llegue ahí pronto la libertad”. En este sentido hay que aclarar bien que Marco Rubio y sus padres no han vivido nunca la Revolución cubana (sus padres emigraron en 1956 hacia Estados Unidos, es decir durante la tiranía batistiana y tres años antes del triunfo de la Revolución) y, por lo tanto, todo el discurso político contra la Isla (o su gobierno, si se prefiere), nada más es que la triste consecuencia de décadas de adoctrinamiento contrarrevolucionario, más que una lúcida reflexión sobre algo que, supuestamente, se debería conocer con experiencias proprias. En el mismo sentido, hay que añadir que Marco Rubio no ha pisado nunca suelo cubano, con la excepción de la reciente visita al centro de tortura estadounidense en Guantánamo, el pasado mes de mayo.

El ‘sueño americano’ de Rubio

Con respecto a los asuntos políticos norteamericanos, el largo y anacrónico panfleto de Rubio empezó con una frase que abrió las puertas a un discurso demagógico, que sólo los políticos más hipócritas y los electores más crédulos pueden apreciar: “Yo soy un estadounidense”.

En la malsana perspectiva del senador republicano, el hecho de ser ciudadano estadounidense implica, evidentemente, una serie de consecuencias, quizás de procedencia divina, que esconden la fascista doctrina del destino manifiesto, algo parecido a la teoría nazi del espacio vital usada para justificar la conquista de toda Europa o a la teoría israelí del decreto bíblico usada para justificar el genocidio palestino. Pero, más que eso, el ‘incauto’ senador parecía seguir creyendo en el sueño americano y afirmaba: “Somos excepcionales (los estadounidenses, NdR), no porque hay más riqueza aquí, sino porque los sueños imposibles en cualquier otro sitio, se convierten en realidad aquí”.

En este punto, el lector (y el elector) se habrá preguntado cuáles son esos sueños realizados en Estados Unidos. Yo creo que en cualquier parte del mundo, los sueños que una persona tiene -para él y para sus seres queridos- son siempre los mismos. Yo, para mis futuros hijos, sueño con una vida saludable y con un cuidado médico que no dependa de un business privado y de poderosas lobby farmacéuticas. Quiero que mis hijos vivan una vida segura y que no corran el peligro de encontrarse en un tiroteo fatal en una calle, en una tienda, en su escuela, en su puesto de trabajo o en un cine. Pretendo educar mis hijos con los valores de la solidaridad y de la cooperación y nunca podría inculcarles el principio que su compañero de escuela o de trabajo es un potencial enemigo en su carrera hacia un fanático arribismo. Quiero que mis hijos, aunque crezcan en riqueza y bienestar, sepan que el fruto de esa riqueza no es suyo sino de la explotación del hombre por el hombre (y no hablo de un sentido propriamente marxista). Exijo que sepan que la mayoría de los ciudadanos de ese estrecho planeta nunca tendrá sus mismas oportunidades y no por fatalismo o por casualidad sino por un preciso plan de poder al que nosotros mismos pertenecemos. Como cualquier otra persona, deseo que mis hijos tengan una buena educación; una educación igual y total, garantizada en la misma forma a todos sus coétaneos a pesar de su procedencia.  

Tras este breve inventario de los sueños que la mayoría de las personas consideran imprescindibles, surge espontáneo preguntarse entonces con qué sueña Marco Rubio, cuáles son esas características que convierten a Estados Unidos en un país excepcional. Yo, con mis ingenuos sueños, no sé encontrar una respuesta. Tal vez un ferviente republicano podría decirnos cuales son los más altos valores y deseos que guían los conmovidos espectadores de Tampa.

Texto publicado también en Cubainformación

No hay comentarios: