sábado, 16 de marzo de 2013

Aruca siempre

Por Ricardo Alarcón de Quesada

En un lugar de Colorado, al centro de Norteamérica, lejos del Miami anticubano cuya irracional violencia tanto combatió, falleció un ser admirable quien, entre sus muchas virtudes hizo sobresalir siempre una cubanía a toda prueba.

Francisco González Aruca fue un patriota ejemplar. Aprendí a quererlo y respetarlo hace varias décadas cuando él y otros jóvenes de la emigración, encarando el odio y la furia de la mafia batistiano-anexionista, se afanaban por volver a abrazar a la Patria distante. Heroicamente enfrentaron bombas y amenazas y la hostilidad de una comunidad que era rehén de esa mafia. Carlos Muñiz Varela lo pagó con su vida, víctima de un crimen todavía sin castigo.

Aruca resistió y sobrevivió sin claudicar nunca. Fue pionero y llevó a cabo durante años una proeza ante la cual todo homenaje palidece. En el propio Miami, en las entrañas de una contrarrevolución que no ha cesado de gozar impunidad, mantuvo un programa radial, al que luego sumaría una revista digital, que han sido alternativas de periodismo veraz e integridad patriótica. Radio Progreso se levantó como un faro para alumbrar en medio de las sombras de la iracundia y la grosería y se mantuvo irreductible desafiando ataques terroristas, insultos y todo tipo de presiones. Allí se le podía escuchar cómo respondía con elegancia y gracejo las provocaciones más torpes y sobre todo era posible seguir sus comentarios y análisis ponderados, inteligentes, de quien nunca dejó de pensar por sí mismo ni renunció a decir lo que pensaba libremente. “Progreso Semanal” es ya una importante publicación en la Red que abre nuevos espacios al pensamiento independiente. Ambos son frutos del talento y la constancia de un hombre grande, un coloso moral.

Nuestra amistad se mantuvo incólume y creció más allá de los años juveniles. Cada vez que venía a la habana nos encontrábamos para recordar los viejos tiempos, los amigos de ayer, las vivencias compartidas y también los sueños. Siempre hablamos de nuestras familias. No recuerdo haber conversado nunca con Aruca sin escuchar de su amor por su esposa y por sus hijos.

Porque por encima de todo, lo que lo definía cabalmente, es que Aruca era un hombre bueno. Transpiraba bondad por todos los poros. Hacia su familia, sus amigos y su pueblo.

Solía hacer bromas de su estatura corporal. Físicamente no creció mucho y mantuvo siempre un rostro de niño travieso. En el pasado distante esas cualidades le sirvieron alguna vez para salirse de la prisión.

Quizás algunos piensen que desapareció allá lejos en el corazón de un país que no era el suyo. Se equivocan. Volvió a romper sus ataduras para avanzar libre y sonriente hacia el sol. Aunque él no quisiera sospecharlo Francisco González Aruca era un gigante. Y, algo que Aruca sí sabía, él era nuestro, y con nosotros, con su pueblo, con su Patria, irá siempre


Enviado por José Pertierra; Fuente Progreso Semanal

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