viernes, 7 de junio de 2013

De bibliotecarias y otros agradecimientos

Para nadie es un secreto mis treinta y cinco años entregados a la "noble profesión bibliotecaria" como es usual decir... para nadie, tampoco, mi amor infinito a esa profesión que me permitió llenar todas las ambiciones que tuve en la vida: ser parte de ese espacio maravilloso que rodea al libro, y ser maestra, ser periodista, ser fotógrafa, porque a través del desempeño de mi labor bibliotecaria, pude acometer todas esas tareas.
En la Biblioteca Nacional de Cuba conocí a personas muy queridas, tuve como amigos y compañeros, como mentores, a prestigiosísimos intelectuales...
Hoy, que celebramos en Cuba el Día del Bibliotecario, o Día de la Biblioteca y sus trabajadores, ya a derechas no sé muy bien cuál es el nombre al uso, les comparto este trabajo de una de mis actuales compañeras, Y me permito acompañarlo por una foto de aquellos felices años en que era, simplemente, una bibliotecaria:
 

De bibliotecarias y otros agradecimientos
Por Sheyla Valladares

Cuando yo era pequeña sólo habían para mí dos profesiones: lectora de tabaquería o bibliotecaria. No quería saber de otros mundos. Me bastaban esos, porque sin libros, sin que me rodearan, no quería vivir. En ese tiempo no importaban el status quo, los salarios, las pequeñas cárceles en las que entras  a medida que creces y el mundo de afuera impone sus reglas.  

Pero antes de ese momento no había lugar al que más le conociera los entresijos que las bibliotecas. Y si un camino yo jamás eludía era ese. Lo mismo las de todas las escuelas en las que estudié, como las de los pueblos donde viví. Siempre supe distinguir estos edificios del resto del conjunto arquitectónico. Traspasar su umbral era el inicio de un rito sagrado. Amaba, y ese sentimiento prevalece, ir de pasillo en pasillo, registrando los anaqueles, rogando por una sorpresa, por el tropiezo imprescindible con el libro querido.

Gran parte de esos hallazgos felices deben su éxito a las bibliotecarias que acompañaron mi gusto por la lectura. Hay dos nombres, dos rostros que sobresalen entre la multitud de gente conocida o apenas entrevista una vez en la vida. Barbarita y Margarita. Ellas conocían la importancia del gesto, de traer entre las manos el libro, de ofrecerlo como quien le resta importancia a su misión.  Gracias a ellas llegaron los viajes más audaces, los desvelos, mi gusto por trasnochar amarrada a un libro, tirada de cualquier forma sobre la cama.

Todavía hoy cuando vuelvo a mi pueblo regreso a encontrar a Margarita para conversar y tener noticias suyas, y sobre todo para que me presente un libro, aunque el tiempo no me sobre. Es una relación de la que no puedo prescindir. Ella fue mi Ariadna y su hilo tan imprescindible para mí como lo fue para Teseo, para encontrar el camino justo dentro del laberinto.

Hoy todavía me sigue rondando la fascinación. No quisiera morirme sin leerle a los tabaqueros un día, aunque sea de juego, por un instante. También creo que cuando recomendamos un libro, lo regalamos, somos algo así como la extensión, la sobrevida de aquellos que en una biblioteca esperan por el que será  seducido.

Mi agradecimiento infinito a los bibliotecarios del mundo, que preservan su lugar del olvido y la desidia, del polvo, de todos los polvos. Gracias por todas las iniciaciones.

Fuente Blog Criatura de Isla

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