Por Wilkie Delgado Correa
Razones
históricas sobran para servirle de fondo propicio a la celebración del Congreso
durante los días 11 y 12 de abril. ¡En este empalme histórico no hay azar ni
sorpresa!
El VIII Congreso de
la UNEAC ha
sido precedido del evento, celebrado del 8 al 10 de abril, en que se ha
exhaltado la dimensión de la figura y el legado político e intelectual de
Nicolás Guillén, fundador y primer presidente de esa organización.
Sobre la misión militante y revolucionaria
de la poesía de Guillén, debo apuntar que a finales de diciembre de 1958 la
situación de la dictadura de Batista era insostenible en el campo militar. Por
ejemplo, en el caso de Baracoa, en el extremo oriental del país, ya le era
imposible el envío de refuerzos, ya que las principales ciudades de la
provincia de Oriente, incluyendo su capital, Santiago de Cuba, estaban sitiadas
y con la amenaza inminente del asalto final. Fue así que las Fuerzas Armadas de
Batista decidieron la evacuación de las tropas acantonadas en la ciudad de
Baracoa, y procedió a ejecutarla en la tarde y noche del 27 de diciembre en una
fragata fondeada en el puerto. Con la partida de todas las tropas batistiana,
se produjo la entrada del Ejercito Rebelde al amanecer del día 28. Algunos
soldados y clases simpatizantes o colaboradores de las fuerzas revolucionarias
no se evacuaron y desertaron, entregándose o presentándose a las tropas del
Ejército Rebelde. También se evadieron o fueron liberados por sus custodios un
conjunto de jóvenes revolucionarios que habían permanecido presos en la cárcel,
sin que hubieran sido sometidos a juicio.
En la mañana del día 28 las calles angostas
y vetustas de Baracoa eran un mar humano que saludaba y abrazaba a los miembros
del Ejército Rebelde y a los miembros de las milicias clandestinas
revolucionarias, que en conjunto empezaron a adoptar las medidas organizativas,
de dirección y orientación a la población. Nunca se había visto una fiesta tan sui
géneresis en medio de un conflicto armado. La libertad, tanto tiempo perdida
por la usurpación de un régimen tiránico, era recobrada a un precio alto de
lucha, de sacrificio y de muerte.
Al tomar la radioemisora local CMDX, ese
día, se inició la transmisión de las orientaciones revolucionarias. A cargo de
esa programación, recuerdo que uno de los mensajes estaba dirigido a los
soldados que ya habían desertado y a los que aún se mantenían en las filas del
régimen. Y entonces recurrimos a la poesía social de Nicolás Guillén, en
especial un poema muy pertinente para el contexto y circunstancias
revolucionarias que en aquel momento se vivía.
El mensaje leído
entonces, 28 de diciembre de 1958, y en los días subsiguientes, decía: “Y
mientras hoy Baracoa respira el aire puro de la libertad. Mientras Sagua de
Tánamo es libre y decenas de pueblos más se incorporan a la cadena de pueblos
libres, otros pueblos de la Isla
esperan su liberación, ocupadas aún por hombres de uniformes amarillos y con
órdenes de seguir pisoteando la libertad de esos pueblos. A esos soldados
decimos:
“Ya nos
veremos yo y tú,/ Juntos en la misma calle,/ Hombro
con hombro, tú y yo,/ Sin odios ni yo ni tú,/ Pero sabiendo tú y yo,/ A donde
vamos yo y tú./ No sé porque piensa tú,/ Soldado, que te odio yo.”
La poesía de Guillén, representada por el
poema No sé por qué piensas tú, participaba de esta forma en la lucha revolucionaria del
país, 21 años después de haber sido publicada en México, en 1937, su obra Cantos para soldados y Sones para turistas,
dedicada a su padre, “muerto por soldados” en 1917, en una de las
guerras civiles donde las facciones
políticas dirimían disputas electorales.
En ese entonces vivía exiliado, en
Argentina, Nicolás Guillén, quien ese mismo año de 1958 había escrito en Buenos
Aires su poema Che Guevara, cuya primera
estrofa expresa: “Como si San Martín la mano pura/ a Martí familiar
tendido hubiera,/ como si el Plata vegetal viniera/
con el Cauto a juntar agua y ternura”.
Con el triunfo de 1959 y el retorno del
poeta a Cuba, la poesía de Guillén se fundiría con la realidad del pueblo en
plena revolución, formaría tribuna en su voz y en la del pueblo y se harían reales
y tangibles los vaticinios y esperanzas cantados en sus versos.
El VIII Congreso de la UNEAC debe abrir sus
sesiones a la realidad del país y de la cultura, teniendo como brújula la
historia de lucha precedente. Esa que estuvo encarnada en la resistencia y
actitud rebelde de Hatuey en los primeros tiempos del encuentro de dos
culturas. Esa patentizada en la ruptura decisiva con la dominación colonial y
que está simbolizada como Cultura Nacional en nuestro Himno Nacional. La misma
que quedó ratificada con la ruptura con el dominio neocolonial del imperialismo
yanqui. Esa historia que se ha nutrido con el sudor, las lágrimas y la sangre
de generaciones de cubanos a lo largo de siglos, y ha ido creando, en procesos
de arremetidas, caídas y subidas, la
obra revolucionaria y perfectible que nos caracteriza y enorgullece.
Porque, al fin y al cabo, la cultura refleja
las manifestaciones multifacéticas de la vida de los seres humanos, y, en lo
nacional, refleja aquellas que distinguen a un pueblo. Y a la hora de tener en
cuenta lo que identifica, salva, engrandece y eterniza a un pueblo, se trata de
sembrar y cosechar las mejores de sus manifestaciones y creaciones. Y esta
labor de artífice corresponde a todo el pueblo y a sus vanguardias, recordando
siempre un principio que fuera reiterado a principios de la Revolución, por
el entonces presidente Dorticós: “al pueblo se asciende, no se baja”.
Este ha sido siempre un antídoto sano ante toda posible manifestación o visión distorsionada
por el elitismo.
En torno al papel de la cultura, cabe
subrayar que sin cultura la mecánica del movimiento espiritual de los pueblos
carecería de sentido moral. La cultura influye decisivamente en la formación
moral de los pueblos y de las instituciones. La capacitación intelectual del
hombre, cualquiera que sea la índole de sus actividades y la naturaleza de sus
funciones, deja expedito el camino para más estrechos vínculos con el hombre
mismo. La vida de relación adquiere un sentido más alto, ya que la cultura
humaniza, eleva los sentimientos morales y predispone a la comprensión y el
amor.
La cultura es poder y es alma de la nación.
Mientras más culto es un pueblo, mejor uso hace de sus libertades. Al respecto Martí
dijo: “Ser cultos para ser libres.” Por eso, propagar la cultura es
propender a la solidaridad, es crear ese vínculo fraterno y poderoso que enlaza
espiritualmente a los pueblos y logra identificarlos entre sí por los valores
eternos del pensamiento. En toda la evolución histórica, la cultura insta
persuasivamente a los hombres, los conduce al cumplimiento de sus fines
esenciales, a la vertical sustanciación de sus aspiraciones e ideologías.
Existen grandes expectativas en torno a los
análisis y proyecciones del congreso de los escritores y artistas cubanos.
Muchas serán las ideas que se debatirán en torno a aspectos teóricos y
prácticos de la sociedad cubana, así como las conclusiones a la que se arribarán
para mejorar la obra de la organización y su influencia social. Y algo debe
resplandecer sin duda, la lealtad de la UNEAC a los fines fundacionales de servicio,
defensa y lucha por el presente y futuro mejor del país.
AIN FOTO/Roberto MOREJÓN
No hay comentarios:
Publicar un comentario