martes, 12 de agosto de 2014

Recordando a Fidel


Por Marlene Caboverde Caballero*

 

Fidel está de cumpleaños (ya son 88) y por estar desde el 2006, no diría que en la retaguardia, sino en otro puesto como soldado de las ideas, parte de las nuevas generaciones no sabrían aquilatar en la justa medida su dimensión extraordinaria.
 Fidel es como cualquier mortal, un hombre que siempre amó el deporte, la buena cocina, la naturaleza y sobre todo al ser humano. Así se lo describiría a los jóvenes que ahora solo les queda leer sus artículos y verlo de cuando en cuando en algunas fotografías que se publican en la prensa.

 Los muchachos de ahora se perdieron los buenos momentos de Fidel, sus conversaciones interminables en las que solía enlazar con magistral precisión asuntos ten diversos pero a la vez interesantes y útiles. Tampoco pudieron presenciar en vivo y en directo sus duelos contra los crímenes y las injusticias del Imperio, ni disfrutar de su obstinación a la hora de reclamar, exigir y demostrar cómo cambiar lo que podía ser cambiado.

 Orador infatigable era Fidel y con un buen sentido del humor. Su pensamiento es enciclopédico y puede advertirse en cientos de publicaciones suyas y entrevistas concedidas a lo largo de más de cuatro décadas el vasto conocimiento acumulado sobre el medio ambiente, las artes, la geografía, la economía, el mundo, la naturaleza humana.

 Fidel es reconocido como un previsor de agudísimo olfato porque se adelantó al alertar sobre males que devinieron graves problemáticas para el mundo contemporáneo, como los conflictos bélicos, el calentamiento de la tierra y la globalización en sus más diversas aristas.

 Pero Fidel bajaba de su pedestal de líder político y se transformaba en hermano y padre del pueblo, de este pueblo al que le devolvió la dignidad y el decoro, y le ofreció como dones precisos: educación, salud y cultura.

 En los filmes que se atesoran de su trayectoria emociona ver la pasión con que la gente le recibía en los barrios, en las calles en las montañas. La muchedumbre a su alrededor siempre trataba de tocar sus manos, verlo de cerca, mirar sus ojos y sentir su presencia que significaba esperanza, valor, ánimo.

 Siempre de verde olivo como el combatiente que nunca duerme, así hizo Fidel esta Revolución que sobrevive a pesar de todo. Es que el Comandante fue líder, pero fue también pueblo.

 Así tuve el privilegio de conocerlo, así lo recordaré siempre y de ese mismo modo nos toca hacer que lo evoquen las nuevas generaciones, encargadas de salvaguardar las ideas de Fidel y lo proyectos sociales que bajo su guía se materializaron.

 A los jóvenes les queda su historia como una lección de vida y como un compromiso con el futuro de la patria, con la paz, la verdad y la justicia.

*Periodista de la emisora Radio Jaruco

Montaje fotográfico RCBáez

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