El
17 de diciembre, después de 18 meses de negociaciones secretas con
mediación vaticana, el presidente Barack Obama reconoció el fracaso de
la política de fuerza de Estados Unidos hacia Cuba, y dio un cambio de
timón que deberá conducir a una normalización de relaciones diplomáticas
con la isla. Ganó la política principista de La Habana. Fue una
victoria histórica; la diplomacia cubana forzó el entierro de la lógica
de guerra fría impulsada por diez sucesivas administraciones de
la Casa Blanca, de Dwight Einsenhower a George W. Bush. Y lo hizo sin
bajar la guardia.
El
jueves 22 de enero, en el Palacio de Convenciones de la capital cubana
tocó a la secretaria adjunta para América Latina del Departamento de
Estado, Roberta Jacobson y a Josefina Vidal, directora general para
Estados Unidos de la cancillería isleña, dar el primer paso concreto
para intentar dejar atrás 54 años de un vínculo que no ha estado basado
en la confianza. Concluida la reunión, ambas funcionarias coincidieron
en que será difícil superar las diferencias políticas e ideológicas, y
que el proceso de normalización de relaciones será aún largo. Largo y
tortuoso, cabe agregar. Pero sin duda asistimos al comienzo de una nueva
dinámica, en la cual, para que prospere, Estados Unidos deberá
abandonar sus viejos sueños de dominación imperial y distanciarse de su
tradicional política subversiva dirigida a forzar un “cambio de régimen”
en la isla.
Del
discurso y las primeras acciones de Obama se desprende que acepta al de
Raúl Castro como un gobierno legítimo, con el cual se puede coexistir y
dialogar. Estados Unidos lo hizo antes con China, con la antigua Unión
Soviética y con Vietnam. ¿Por qué no Cuba? En eso hay un evidente cambio
de actitud en Obama, que será resistido por el Partido Republicano que
ahora controla el Congreso.
Parece
razonable especular que el cálculo político de los estrategas de la
Oficina Oval ha sido modificado y asumido, debido, fundamentalmente, a
los cambios producidos en el seno de la comunidad cubano-estadunidense
de La Florida y Washington, hoy más moderada que en el pasado, y a la
oposición a la política cubana de Estados Unidos de varios países de
América Latina con gobiernos progresistas. Al respecto, cabe recordar
que el presidente Obama pasó un mal rato durante la sexta cumbre de Las
Américas, en Cartagena, Colombia, cuando varios jefes de Estado
latinoamericanos insistieron en la necesidad de un cambio en las
relaciones bilaterales entre EU y Cuba, con eje en principios
diplomáticos tan caros como la no injerencia, la autodeterminación y la
soberanía de los pueblos y la solución pacífica de las controversias.
No
obstante, del discurso y las acciones de Roberta Jacobson en La Habana,
y más allá del clima respetuoso y constructivo que primó en la primera
ronda de negociaciones con Josefina Vidal, es fácil deducir que
Washington no ha renunciado a intervenir en la política interna de la
isla y que seguirá apostando a formas sutiles de penetración política.
Como adelantó Manuel E. Yepe, Washington insistirá en una estrategia de “soft power” o “poder blando”; derrotado en el terreno de la fuerza, el establishment demócrata
insistirá en el método de la “seducción”. Como advirtiera Fidel Castro
en el año 2000, dado que no han podido destruir a la Revolución con
procedimientos criminales, “sueñan” que podrán hacerlo mediante “métodos
seductores”, como el que han bautizado “política de contactos pueblo a
pueblo”. Entonces Fidel aceptó el reto y les dijo a las autoridades en
Washington: “Pero jueguen limpio”.
Hoy
Obama sabe que un elemento clave y esencial del proceso de
normalización de relaciones pasa por el levantamiento del criminal
bloqueo económico, comercial y financiero. También conoce que Washington
debe rectificar la injusta inclusión de Cuba en la lista de estados
patrocinadores del terrorismo internacional. Está claro, asimismo, que
él ni nadie puede pretender que Cuba renuncie a sus principios, y que de
darse la reanudación del vínculo diplomático deberá ser con base a una
relación de iguales. Es decir, con eje en el respeto a la igualdad
soberana de los estados, principio fundamental de la Carta de las
Naciones Unidas.
En
ese contexto es necesario advertir que durante la III Cumbre de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), a celebrarse
en San José de Costa Rica los días 28 y 29 de enero, viejos operadores
de las políticas encubiertas de Washington y sus aliados intentarán
desacreditar a Cuba y debilitar la política de los países del ALBA
(Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América).
Existen
evidencias de que en sendas reuniones realizadas en México a comienzos
de diciembre de 2014, fueron planificadas una serie de acciones a
desarrollar en un eventual evento paralelo a la Cumbre de la Celac de
esta semana en Costa Rica, dirigidas a debilitar el bloque regional de
países progresistas reunidos en el ALBA y la Unasur (Unión de Naciones
Sudamericanas).
El
proyecto se concibió durante el evento denominado “Caminos para una
Cuba democrática”, auspiciado y co-financiado por la Fundación Konrad
Adenauer (KAS, por sus siglas en alemán), poderoso instituto conservador
germano asociado con el partido Unión Demócrata Cristiana, con sede en
Wesseling, Alemania.
El
evento “Caminos para una Cuba democrática”, co-patrocinado por la
Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), tuvo lugar en
Veracruz, en vísperas de la vigesimocuarta edición de la Cumbre
Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en ese puerto
mexicano los días 8 y 9 de diciembre. Fue precedido por una Cumbre de
Jóvenes Iberoamericanos, también auspiciada por la Konrad Adenauer y la
OCDA.
Cabe
consignar que la KAS forma parte del World Movement for Democracy
(Movimiento Mundial para la Democracia), entidad internacional creada
por la Fundación para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés),
cuyo financiamiento a su vez es aprobado por el Congreso de Estados
Unidos y figura en el presupuesto anual del Departamento de Estado
destinado a la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID). Varios
conspicuos miembros de la NED han sido vinculados con operaciones
clandestinas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
En
su momento, la creación del Movimiento Mundial para la Democracia
significó una nueva estrategia de la derecha mundial, cuyo objetivo era y
es la construcción de un movimiento globalizado de activistas
promotores de la democracia, dirigidos desde Washington D.C. por la NED.
En buen romance, la NED pone los insumos políticos e ideológicos y
parte del financiamiento, y la OCDA y la Konrad Adenauer ponen la cara y
otra parte de los recursos.
A
la reunión de Veracruz asistieron un grupo de contrarrevolucionarios
cubanos y de la extrema derecha regional, entre quienes estaban la
devenida aristócrata “comunicacional” Yoani Sánchez, el desacreditado
Guillermo Fariñas y Dagoberto Valdés Hernández. Aunque poco trascendió
del encuentro a puertas cerradas y sin difusión mediática −dadas las
contradicciones para lograr un mínimo de unidad−, se habrían puesto en
perspectivas acciones provocadoras para ser ejecutadas en el marco de la
cumbre de la Celac contra Cuba, Venezuela y Nicaragua.
A
tales efectos se habrían retomado proyectos desarrollados durante la
cumbre de la Celac en Chile (2013), que contara con la anuencia de la
Democracia Cristiana local y la representación de la Konrad Adenauer en
el país austral. En enero de 2014 intentaron hacer lo mismo en Cuba,
pero fracasaron, y ante ello trasladaron el escenario a la Universidad
Internacional de la Florida, en Miami.
El
“desayuno de trabajo” de Roberta Jacobson con siete disidentes cubanos,
el viernes 23, en La Habana, tras las primeras conversaciones de alto
nivel entre EU y Cuba en 35 años, devela que la intención de la
administración Obama es seguir apoyándose en cartuchos quemados. Entre
los opositores que conversaron con Jacobson en la residencia del Jefe de
la Sección de Intereses de EU, estuvieron Martha Beatriz Roque,
Guillermo Fariñas, José Daniel Ferrer y Elizardo Sánchez.
Pero
no asistió la lideresa de las llamadas Damas de Blanco, Berta Soler,
porque, según adujo públicamente, no hubo un “balance” en cuanto a la
“diversidad de opiniones” de los participantes. En ese caso, como en
muchos otros anteriores, el “balance” y la “diversidad” tienen más bien
que ver con los jugosos presupuestos que han venido recibiendo de la
USAID y la KAS, quienes por año han cultivado la industria de la
contrarrevolución.
Huelga
decir que nos encontramos en una fase muy temprana del cambio de rumbo
de Barack Obama hacia Cuba. Existen indicios de que el presidente de
Estados Unidos buscará capitalizar regionalmente su audaz jugada durante
la Cumbre de las Américas, a celebrarse en abril próximo en Panamá.
Como sugirió The New York Times el pasado 27 de diciembre, la
diplomacia estadunidense estaría presionando para que el presidente
mexicano Enrique Peña Nieto y la mandataria de Brasil, Dilma Rousseff,
inviten a disidentes cubanos a la cumbre de Panamá.
En
ese contexto, cabe preguntar si resultará o no disonante que esta
semana, en Costa Rica, durante la III Cumbre de los países de la Celac,
la Konrad Adenauer concrete su disposición de financiar un nuevo evento
paralelo contra Cuba, Venezuela y Nicaragua. En todo caso, de ser así,
ya fuera por inercia o con la participación planeada y encubierta de
Washington, tales maniobras obedecerían a la estrategia de “poder
blando” y el método de la “seducción” tan afín a la Casa Blanca; pero
sin duda restarían vigor al abrumador respaldo que a escala
internacional recibió Obama por el anuncio de la “nueva era” en su
relación con Cuba.
*Carlos Fazio es periodista, colaborador del diario La Jornada (México) y el semanario Brecha (Montevideo), y docente universitario en las áreas de ciencias políticas y derechos humanos.
Fuente ALAINET
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