Por Argelio Santiesteban
A no dudar, este recién inaugurado año ha decidido ser agresivamente
tétrico –alevosía incluida- contra la cultura de esta Antilla Mayor, y
contra el corazón de quienes aún tenemos un miocardio latiendo en medio
del tórax.
Se nos fue René de la Nuez, cuyo humor gráfico con El Loquito hizo tanto
como cualquier combatiente, de La Sierra o de El Llano, contra
Fulgencio.
Entre las manos se nos escapó
Jackie de la Nuez, cuyo profesionalismo como actor, como director, como
guionista, se quedó chiquirritico si se le compara con su desaforada,
didáctica y ternísima vocación, siempre ansioso de pasar a las nuevas
generaciones el batón del talento.
Y ahora, de golpe y porrazo, viene lo de Pomares. ¡Qué clase de personaje!
Bella cibernauta que me lees, estimado amigo que siguen mis líneas: yo
no los voy a llevar hasta el potro del martirio enumerando –hasta el
cansancio-- en cuántos filmes actuó Pomares, en cuántos culebrones televisivos exhibió su mal estructurada anatomía.
Algunos filósofos –desde los albores de la civilización-- dijeron que lo que importa es El Hombre.
Y aquí al hombre les ofrezco –les presento a Raúl--,
en algunos de los susurros confesionales que hace unos años se permitió
entregarle a un entrevistador, donde se evidencia el cubanazo
transparente.
Dijo aquel ser amabilísimo-insoportable:
“Hacer cine es algo más grande que la bomba atómica y que la penicilina”.
“No
creo que sea más importante atiborrar a los muchachos con teorías
teatrales, sino convertirlos en hombres y mujeres cultos en el sentido
real de la palabra. Porque un actor, una actriz, tienen que ser una
persona culta. No como yo, que llegué a ser actor sin haberme cultivado.
He tenido que machucar mucho”.
“Mi
gran defecto es que nunca he pasado trabajo. A mí todo me sale bien. Y
cuando las cosas me comienzan a salir mal, no insisto. No soy un ser
sacrificado, que lucho y lucho y no paro hasta que logre lo que me
propongo. No. Si yo veo que la cosa no funciona me digo: esto no es para
mí, y lo dejo. Desde esa óptica te puedo decir que nunca en mi vida he
trabajado, en el sentido lato de la palabra, trabajar, como tú trabajas,
no. Yo siempre he vivido del cuento. Me he divertido actuando y la
Revolución me ha pagado por eso”.
“¿Por qué soy muy buena gente? Tengo una ética, compadre. Sí, es verdad que me quiere la gente, hasta los malos me quieren”.
Su declarado discípulo, el actor, dramaturgo e historiador Carlos Padrón, admite
que Pomares le abrió “los caminos de la verdadera cultura popular”, y
entonó el único cántico que, ante el hermano que se va, ha sonado bien a
mis oídos:
“Su última pelea con La Muerte duró muchos rounds. Quizás, al final,
cuando Ella lo tenía en la lona, ya sin aliento, él le sonrió: “Te jodiste, socia, porque más nunca te vas a librar de mí”
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