Por
estos días, y «después de tanto tiempo y tanta tempestad», el
acercamiento entre Cuba y Estados Unidos es un turbión de tanteos, un
muestrario impredecible de tientos y diferencias. Al racimo de
conversaciones oficiales para la normalización de las relaciones
diplomáticas entre los dos países, se suman visitas constantes de
gobernadores estaduales, congresistas y senadores, hombres de negocios,
músicos y notorios del jet set norteño, mientras la primera avanzada de
turistas «ordinary people», desmonta La Habana en el lente de sus
camaritas digitales, sobre nostálgicos «almendrones» descapotables.
Y
la capital resuella, imperturbable y traviesa, con una Bienal de artes
plásticas que no escapa al influjo del arrimo: frente al Malecón, en una
instalación que sugiere el deshielo entre las dos naciones
tradicionalmente antagonistas, niños y adolescentes patinan bajo el
implacable sol, sobre una pista hecha de un raro material, que semeja el
agua congelada.
Por
conjunción entre el arte y la ecología, hasta un gallito de New York
anda desbocado poseyendo impúdicamente a dos gallinas cubanas frente al
público de la Bienal. Una noble alegoría del acercamiento y la fuerza de
la comunicación, propuesta del artista belga Koen Vanmechelen, que lo
pone a pensar a uno, con esa libertad del destinatario que interpreta.
Aun
cuando no sea la intención del creador «genetista», me niego a aceptar
que el pícaro bravucón del gallo intente creerse el amo y señor del
corral; como me resisto a creer que con este «derretimiento» gradual de
los tradicionales enconos entre ambas naciones, Cuba esté a punto de
recibir la «bendición» de los Estados Unidos de América.
Mientras
alguna que otra bandera norteamericana se asoma en autos, bicitaxis y
en vestuarios, aquí, «donde basta con una, la mía» —como dijo Byrne—,
hay compatriotas obnubilados con el acercamiento, al punto de pensar que
el vecino poderoso nos ha perdonado y tiende su mano generosamente para
ayudarnos.
Para
ser justos, el acierto histórico de la actual administración
norteamericana ha sido el realismo de constatar que no funcionó la
fórmula del hostigamiento abierto contra la Revolución y que podemos
convivir y cooperar pacíficamente, por encima de sustanciosas
diferencias.
Lo
hecho hasta el pasado 17 de diciembre «no sirvió», como dicen
callejeramente. Y las reconsideraciones que se ponen a prueba desde esa
fecha —Día de Babalú Ayé— son sobre todo fruto de la resistencia y el
coraje de Cuba, que no bajó nunca la cabeza ni se postró.
Pero
no pequemos de ingenuos. Aún está por verse el final del bloqueo
norteamericano, aunque nos saquen de la lista del terror donde nunca
debimos estar. Sí, es cierto que comienzan a aflojarse las clavijas de
la intolerancia económica hacia Cuba, pero no así las de la política,
que buscarán un disfraz elegante para sus pretensiones… desde adentro.
Las
prohibiciones económicas que se vayan levantando desde allá,
lógicamente tendrán un efecto positivo en nuestro país, abocado a un
tenso proceso de actualización de su modelo económico. Aunque tampoco
podremos cifrar la suerte de nuestro desarrollo, el progreso de un
«socialismo próspero y sostenible», en los financiamientos, intercambios
comerciales e inversiones que sobrevengan, si no logramos potenciar
nuestro modelo económico desde adentro, liberándolo de más trabas, y
obstáculos burocratizantes.
Hay
que prever la lógica escondida del hasta hoy antagonista que pretende
proclamar engañosamente: ya le quitamos el bloqueo contra el cual tanto
lucharon; ahora no pueden culparnos de sus carencias y desgracias.
Pero
sobre todo, la sociedad cubana pasará por los retos y desafíos más
complejos y sutiles, en su largo y tortuoso diferendo con los Estados
Unidos a través de dos siglos: el de preservar su independencia y
soberanía, y su socialismo, inundada de otras arribazones veleidosas,
que ya no serán de marines ocupantes.
Inevitablemente
tendremos que remover de la inercia y fortalecer y profundizar nuestra
democracia socialista a niveles participativos muy superiores, para
enfrentar los «desembarcos» de la llamada «democracia representativa».
Todos
juntos debemos evitar que la historia se repita con otros acentos y
escenarios. Como en 1898, cuando teníamos ganada la guerra a España y
desembarcaron en Santiago de Cuba para escamotear la victoria cercana,
ahora podrían invadirnos de baratijas, y también de pensamientos y
atractivos señuelos. Solo la inteligencia, el talento, la autoestima y
el coraje del cubano podrá impedir que el gallo sueñe, apertrechado de
nuevos artilugios y con espuelas disfrazadas, apoderarse otra vez del
corral.
Tomado de Juventud Rebelde
Imágenes agregadas: Esculturas hiperrealistas del norteamericano Duane Hanson, tomada de los blog sdelbiombo y Lamondamagazine
*Periodista cubano, una de las más fieles voces del pueblo cubano
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