Rosa
Miriam Elizalde, editora de Cubadebate, moderó el Panel dedicado a la
Ciberseguridad, de la Conferencia Internacional “Nuevos escenarios de la
Comunicación Política en el ámbito digital 2015″, organizado por la
Cancillería cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
La
nuevas (y no tan nuevas) tecnologías, ocupan un lugar preponderante
incluso para quienes no tienen un acceso directo a ellas. Las formas de
producir y procesar la información desde hace años se han trastocado, y
con ellas las formas de hacer política, economía, cultura, y de vivir en
sociedad.Entre esas transformaciones destaca una que pone sobre la mesa algo que compete lo mismo a ciudadanos que a gobiernos y organizaciones internacionales: la seguridad.
Con esa palabra de orden se reunió esta mañana en el Palacio de las Convenciones el panel integrado por Li Tao, director general adjunto de la Oficina de políticas y regulaciones de la Administración del Ciberespacio de China; Yulia Olegovna, agregada del Departamento para los asuntos de nuevos desafíos y amenazas del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia; y Enrique Amestoy, quien fuera asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores para temas de Tecnologías de la Información y Comunicaciones de Uruguay.
La moderación estuvo a cargo de la Doctora Rosa Miriam Elizalde, periodista y editora principal de Cubadebate. Los análisis tuvieron lugar en el marco de la Conferencia Internacional Nuevos Escenarios de la Comunicación Política en el ámbito digital que sesiona desde el 5 hasta el 7 de junio.
Ciberseguridad a debate
Elizalde enfatizó en que el proceso para garantizar la soberanía y la seguridad de una nación comienza por sus habitantes, por lo tanto, es un fenómeno en el que resulta decisiva la cultura de la ciudadanía.El director general adjunto de la Oficina de políticas y regulaciones del ciberespacio de China mencionó que una gran parte de la economía China opera en escenarios virtuales, tal es el caso de Alibaba, el gigante de comercio electrónico que protagonizó el 19 de septiembre la mayor presentación a la bolsa en la historia de Wall Street.
Comentó que la estrategia para la ciberseguridad en su país consta de cuatro puntos fundamentales. El primero relacionado con el respeto a la soberanía y la oposición a la hegemonía de una sola nación (o un pequeño grupo de ellas) en escenarios virtuales. El segundo fundamento se centra en la garantía de la seguridad política, cultural, económica e informática, sobre todo en países víctimas de monitoreos, ataques y robos de información. El tercero pretende mantener el orden cibernético y garantizar la libertad ciudadana en el ciberespacio. En ese sentido afirmó que la libertad es el motivo del orden, y el orden es la garantía de la libertad. En cuarto lugar mencionó la necesidad de centrarse en la tolerancia y en el aprendizaje mutuo.
La agregada del Departamento para los asuntos de nuevos desafíos y amenazas del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, hizo hincapié en la necesidad de ampliar el marco jurídico internacional con tal de solucionar la cuestión del empleo del derecho internacional para actuar en conflictos políticos internacionales que se gestan en el ámbito digital. El fin máximo a perseguir sería en este caso evitar la militarización del espacio informativo y evitar los ataques usando las TIC.
Enrique Amestoy, quien fuera asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores para temas de Tecnologías de la Información y Comunicaciones de Uruguay, centró su intervención en las políticas que ha desarrollado su país en torno al uso de la tecnología. Amestoy considera que es incorrecto bloquear el acceso a cualquier tipo de contenido, y ve en los procesos de alfabetización tecnológica y en la migración a software libre la posibilidad de orientar a los usuarios, sobre todo a los niños, a prácticas seguras.
Entre las propuestas más interesantes de los asistentes al debate se encuentra el proyecto de modificar la arquitectura de Internet, de manera que la raíz deje de ser solo una y se multiplique, presentada por un expositor chino.
Cuba jamás atacará a otro país en el ciberespacio
Yohanka Rodríguez, coordinadora del Centro de Seguridad del Ciberespacio de Cuba, señaló que en la actualidad hay un aumento de ciberataques en el mundo, de allí la necesidad de compartir experiencias, coordinar acciones y combatir ese tema.En ese sentido, Cuba ha hecho grandes esfuerzos para aumentar la seguridad y fortalecer el ciberespacio nacional e integrar las capacidades existentes para detectar y contrarrestar los eventos cibernéticos nocivos.
Reiteró que como han expresado sus máximos dirigentes, el gobierno cubano se opone enérgicamente al uso del ciberespacio como polígono de guerra y como plataforma para la subversión política, y fue enfática al afirmar que Cuba jamás ejercerá de manera unilateral acciones de este tipo contra otros Estados.
Rodríguez reclamó la integración de los esfuerzos internacionales que permitan el logro de un ciberespacio seguro y un marco jurídico que garantice enfrentar las ciberamenazas.
Es necesario presentar iniciativas que permitan contrarrestar estos peligros, puntualizó la especialista, que ve en la capacitación de los recursos humanos y en la elevación de la cultura de ciberseguridad en todos los ciudadanos, elementos fundamentales sobre este aspecto.
“Falta mucho por hacer, como la adopción de posiciones comunes y convertir al ciberespacio en un lugar seguro y fiable y que Internet sea un instrumento para la paz y no para la guerra”, señaló Yoanka Rodríguez.
Problema de primer orden
Por su parte Tetsu Kobayashi, corresponsal en Washington del periódico japonés, The Ashabi Shimbun, relató cómo un millón y medio de registros personales del Seguro Social de su país fueron sustraídos por un reciente ataque cibernético, de allí la importancia de aumentar las capacidades de protección contra esos fenómenos.La cifra de ciberataques en Japón en el 2014 fue cinco veces superior a la de 2013, lo que habla del reto que significa la multiplicación de estos sucesos.
“La sociedad japonesa depende mucho de Internet, por lo que hace falta encarar conjuntamente las amenazas, el gobierno está previendo ya, por ejemplo para los Juegos Olímpicos de 2020 medidas extremas de ciberseguridad con el precedente de los 200 millones de ciberataques que sucedieron en los Juegos de Londres en 2012”, agregó Kobayashi.
Renio Díaz, del Centro de Investigaciones de Política Internacional de Cuba llamó a revisar la estrategia de Estados Unidos para el ciberespacio del año 2011 y estar preparados para las eventualidades que esas medidas incluyen.
“Incluso hablan de lograr un mensaje coherente en todas sus plataformas, tanto en los canales secretos como en las redes sociales públicas, lo que aumenta la vulnerabilidad de nuestras sociedades, ante la manipulación política, ideológica y cultura que potencian”, apuntó Díaz.
El uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones no constituye una opción para las fuerzas de izquierda, sino un imperativo de primer orden, porque la construcción de un discurso es parte de la guerra simbólica de los contenidos que contribuye a disminuir la brecha digital que sufren nuestros países, resaltó el especialista cubano.
En tanto Sergio Scaravino, jefe de la Oficina Regional de la Organización Internacional de Telecomunicaciones en América Latina, ponderó el papel de las organizaciones y los gobiernos en el trabajo conjunto para lograr mayor niveles de ciberseguridad.
Si bien las opiniones de quienes formaron parte del debate no siempre coincidieron, el consenso es que el acceso a Internet debe servir al interés de los países y formar parte de las estrategias de las naciones para salir de la pobreza y fortalecer las relaciones de cooperación y beneficio mutuo.
El acceso a Internet, y las maneras de garantizar la protección de la privacidad de los usuarios, los secretos de estado y el tráfico de información, requiere poner sobre la mesa el tema de la ciberseguridad con reflexiones capaces de aunar pluralidad de criterios que trasciendan una mirada hegemónica del fenómeno en pro de la construcción de un nuevo modelo de Internet.
La conclusión fundamental del panel estuvo curiosamente en las palabras de inicio de Rosa Miriam Elizalde: el tema de la ciberseguridad no debe ser visto desde una posición tecnocrática, que aprecia la tecnología como dispositivos y maquinarias. El análisis debe tener en cuenta que el uso que de las TIC se hace supone casi infinitas posibilidades políticas y culturales de democratización y empoderamiento de los seres humanos.
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A continuación, palabras de Rosa Miriam Elizalde
A propósito de la ciberseguridad y de la urgencia de integrarnos
Como suele suceder con la tecnología, la ciberguerra ha saltado de las novelas de ciencia ficción a la realidad y es ya una de las principales amenazas directas contra nuestra vida cotidiana, y uno de los pretextos de moda para criminalizar a nuestras naciones. Debe ser por eso que poca gente seria en este mundo se hace la pregunta de cuán reales son las amenazas, sino qué puede hacer un país con bajos presupuestos en comparación con lo que asignan a estos temas los industrializados, para defender nuestras infraestructuras críticas y nuestras soberanías.
Todas las naciones están expuestas a los ciberataques. Estos no solo generan elevados costos económicos, sino también, y lo que es más importante, la perdida de confianza de los ciudadanos en unos sistemas que son críticos para el normal funcionamiento de la sociedad: la aviación, la electricidad, la distribución del agua, la transportación, la producción de petróleo y gas, entre otras.
Los datos hablan. Un estudio de la compañía McAfee ha revelado que los delitos del cibercrimen le cuestan al mundo entre 300 mil millones y un billón de dólares al año, cifra que equivale a cerca del uno por ciento del PIB mundial, llegando al nivel de establecidas amenazas criminales como el narcotráfico y la piratería. La Unión Europea tenía en el 2014 cerca de 1 millón de profesionales dedicados a la ciberseguridad, con un presupuesto de 850 millones de euros destinados a Investigación-Desarrollo-Innovación (I+D+I) en ciberseguridad, en el período 2013-2020. La Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos le dedica a este asunto un presupuesto de 52,6 mil millones dólares, con 107 000 personas dedicadas al tema de inteligencia.
Con el cinismo que suele acompañarlo, pero sin que le falte razón, el ex Zar del contraterrorismo estadounidense, Richard Clark, ha afirmado que “si gastas más en café que en seguridad, serás hackeado… Y mereces ser hackeado… Y luego tendrás una úlcera”.
Independientemente de que muchas empresas de Ciberseguridad han hecho su agosto con este negocio, las cifras descomunales revelan algo más importante que los números: los efectos pueden alcanzar a todos los ciudadanos, administraciones, instituciones y empresas del Estado aunque no estén conectados al ciberespacio, como en el viejo paradigma de la guerra total.
De hecho ya se están librando grandes escaramuzas de guerra electrónica. En 2010 el programa nuclear iraní sufrió un duro revés cuando un destructivo virus —Stuxnet— se cebó sobre los sistemas de control de producción industrial del país. El 58% de todas las computadoras de Irán resultaron infectadas. Dada la complejidad del virus, expertos de todo el mundo aseguraron que únicamente un Estado podría haber dedicado los recursos necesarios para fabricarlo, apuntando directamente a Estados Unidos e Israel.
Edward Snowden también ha aportado abrumadoras evidencias de cómo la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU interceptó los correos de la presidenta brasileña Dilma Rousseff, lo que desató las alarmas en nuestro continente. Recientemente, en un taller similar a este organizado por la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), Claudio Caracciolo, del Centro de Ciberseguridad Industrial de Argentina, alertaba sobre la posibilidad de que un ejército podría tomar todos los dispositivos smart –los Smart Phone, los Smart TV, las cafeteras, las lavadoras conectadas a Internet…-, y usar todo ese poder computacional para atacar. No es la película de la Guerra de las Galaxias IV, podría ser la realidad. El experto advertía que cuando todos los productos “inteligentes” son de importación, es difícil saber si pueden ser utilizados por otros, particularmente en América Latina, con las redes de telecomunicaciones más dependientes del mundo: más del 90% del tráfico en Internet de la región pasa por servidores norteamericanos; el 85% de los contenidos digitales de Latinoamérica están alojados en territorio estadounidense.
La incorporación a la comunicación en red de cada vez más estructuras —y más necesarias para la vida cotidiana— supone un gran avance, particularmente si están en función de lo que José Martí llamaba el “mejoramiento humano y la utilidad de la virtud”, pero conlleva también grandes riesgos que, simplemente, no es posible ignorar. Tiene sentido reforzar las inversiones en medios humanos y materiales en este campo, y tiene sentido integrarnos para prevenir y neutralizar estas amenazas, e incluir, por fuerza, la investigación y el desarrollo, y las acciones en el ámbito jurídico.
Llamo la atención sobre otro asunto que a veces no tienen la suficiente comprensión de la comunidad técnica y se enajenan incluso en las políticas públicas: la Ciberseguridad no debería ser pensada exclusivamente desde la visión tecnocrática, como territorio exclusivo de los cables y la computadoras. La Seguridad y la Soberanía de un país comienzan por las personas, es cultura, son contenidos. A mi juicio es más importante que desarrollar y dominar nuestras infraestructuras, reafirmar un pensamiento descolonizador por la vía de generar nuestra propia producción cultural en red, nuestros discursos, nuestras historias de vida, y no de cualquier modo, sino de la manera en que conecte con las personas.
Se trata de una carrera en la que, por pura supervivencia, no deberíamos quedar atrás. En el mundo complejo y contradictorio que vivimos, la política de defensa de un país ya no se basa solo en sus soldados, sus barcos y sus aviones, sino también —y cada vez más— en sus medios técnicos y su producción cultural. Por tanto la pregunta no es cuán reales son estas amenazas, sino cuánto nos falta para que, como naciones libres y soberanas, entendamos, dominemos y seamos verdaderamente los dueños de nuestro entorno digital.
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