jueves, 20 de agosto de 2015

¿Sin tiempo para ser niño?

Aunque no suelo publicar este tipo de texto, esta llamada de alerta de mi querida Vladia debe ser escuchada atentamente... tu hijo no es el depósito de tus deseos incumplidos, vale?

¿Sin tiempo para ser niño?

Por Vladia Rubio*/CubaSí
Diseñarle, movidos por la mejor intención, una agenda llena de estudios extraescolares sin tiempo para jugar y ser niño, es mutilarle la infancia. Diseñarle, movidos por la mejor intención, una agenda llena de estudios extraescolares sin tiempo para jugar y ser niño, es mutilarle la infancia.
 
Los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos porque los aman. Esa es una verdad de Perogrullo. Pero a veces hay amores que matan, o, al menos, asfixian.

La máster en Psicología Clínica Roxanne Castellanos Cabrera, en un ensayo dado a conocer el pasado año, así lo demuestra, a la vez que pone bajo las luces de la ciencia un fenómeno que “está en el ambiente”, pero ahí sigue, como gato al que no le habían puesto el cascabel: los excesos de actividades extraescolares que la familia impone a sus menores pretendiendo complementar su preparación.


Y sí, está muy bien que el niño o la niña aprenda idiomas, reciba clases de baile o aprenda a tocar el piano. Pero si mientras se encamina rumbo a la profesora de inglés, se le van los ojos hacia el grupo de amigos que están jugando un cuatro esquinas, gozando cantidad; si la chiquitina no puede cogerle el ritmo ni a La Guantanamera y sufre horrores intentando aprender el solfeo… entonces, algo no está bien.


Incluso, puede que el muchachito sea un lince para los idiomas; que, a la vez, resulte Mozart reencarnado; pero si cuando termina con las tareas de la escuela, regresa de las clases de idioma, y acaba, por fin, de repasar la partitura indicada por la maestra de piano, se tira sobre el sofá esperando la comida y queda dormido como una piedra… entonces, algo sigue sin estar bien.


Eso, por no hablar de con cuántos amiguitos comparte, de qué tiempo le queda para jugar, solo o acompañado, o para intercambiar con la familia.

altSobreexigir al niño con muchos aprendizajes extraescolares, robándole tiempo de descanso y recreación, pudiera atentar contra su rendimiento en la escuela.

Ocupar el horario extraescolar del niño con estas y otras alternativas que incluyen el aprendizaje de deportes, artes plásticas o computación, es conocido como “el síndrome del niño con agenda completa”, y “responde a una tendencia universal que recién ha llegado a nuestro país”, asegura la máster en Psicología Clínica Roxanne Castellanos Cabrera en su ensayo «De las “agendas completas” al ordenador. Dificultades en la socialización de nuestros niños y niñas».


La también profesora de la facultad de Psicología llama la atención sobre la siguiente paradoja: mientras los adultos reclaman tiempo libre para hacer lo que deseen, sin presiones ni diseños preconcebidos, a la vez, están privando a sus hijos de lo mismo que ellos demandan.

Queda claro que lo hacen con la mejor de las intenciones, pero como apunta la propia psicóloga, esta “suerte de estrategias de estimulación cognoscitiva, sin asesoría especializada, muchas veces termina por sobrecargar a los niños (…). El desarrollo de la esfera emocional y de la socialización queda relegado a un segundo plano”.

En ocasiones, los diseños extracurriculares ideados por los padres ni siquiera responden a los intereses y gustos de sus hijos, y no faltan los casos —así también lo hace saber la investigadora— en que mamá pone a la niña a aprender baile español porque en su lejana infancia ella no pudo hacerlo, aunque era su principal anhelo.

Semejantes transferencias abonan sentimientos de frustración y baja autoestima en los muchachos, cuyas inclinaciones no tienen por qué coincidir con las de sus progenitores. Ahora que el nuevo curso escolar ya se acerca, sería conveniente que los adultos tuvieran en cuenta estas situaciones y evitar la sobrecarga —con la mejor de las intenciones— del menor. No olvidar que “hay amores que matan”.

Soledad frente a la pc

Una información reciente daba cuenta de un joven español que desconectó a su abuelo del respirador artificial para enchufar en el toma el cargador de su celular.

“Mi madre me pidió que le avisara cómo estaba el abuelo nada más llegar al hospital, así que tenía que mandarle un WhatsApp y no tenía batería”, se excusó Adrián Hinojo, de 26 años. Antes de enviar el mensaje a la madre, el joven tomó una foto al anciano que publicó en Instagram. “Lo hice para que todos vieran que se encontraba bien. Después de un rato, noté que el color de su piel se transformaba en azul”, explicó Adrián.

Es un caso, aunque real, extremo. Pero no caben dudas de que las nuevas tecnologías absorben y desconectan del raciocinio a más de uno.

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Las nuevas tecnologías no lo pueden enajenar del contacto con amigos, del esparcimiento al aire libre. Foto: Radio Rebelde


Si el exceso de horas dedicadas a aprendizajes extracurriculares atenta contra la socialización de los niños, la soledad frente al ordenador o en la interacción con nuevas tecnologías en general, merecen un aparte. Porque cuando el asunto es entre gigabytes, entonces, más que el estrés o sentimientos de frustración, puede abrirse paso una honda e inadvertida soledad.

Estudios anteriores acerca de estas interacciones, en particular referidos a los juegos de ordenador, ya indicaban que la violencia de la que estos juegos son portadores a veces puede volver a los menores poco sensibles al sufrimiento ajeno, desarrollar en ellos conductas agresivas y volverlos temerosos del mundo que les rodea.

Y si esto fuera poco, la ya citada máster Castellanos Cabrera asegura que “la invasión tecnológica atenta seriamente contra la interacción social; los niños y adolescentes no solo emplean más tiempo en estas actividades que en el contacto con sus pares, sino que además, las prefieren”.

Es una afirmación algo amarga, que, hiperbolizada, podría remitir al impactante cuento La pradera, de Ray Bradbury. Claro, no es de esperar cuartos virtuales, cuyos escenarios, ideados por los pequeños, devoren a los padres que quieren limitarles el acceso a tal futurista esparcimiento. Pero sí es de temer esa falta de socialización, el no entrenamiento para tratar con otros de su edad, que pudiera desembocar en adultos desajustados.   

TV: Temible y amada cajita

En la cara opuesta a las familias que pretenden planificar a sus hijos agendas detalladas hasta el minuto, se ubican aquellos otros parientes que los dejan a solas con la pequeña pantalla, sin interesarse en qué está mirando.

La psicóloga Mónica Guillén del Campo, especialista en Investigación en Medios de Comunicación Social del Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Cubano de Radio y Televisión (CIS-ICRT) y Thelvia M. Bérriz Valle, Licenciada en Matemática, especialista en Estadística y en Investigación de Mercado, colaboradora del CIS-ICRT, dieron a conocer este año una valiosa indagación acometida por ambas: «Mediación familiar en el consumo audiovisual de niños y adolescentes de La Habana».


Dicho estudio, contenido en la publicación digital Alternativas cubanas en la Psicología, encuestó a 250 padres, entre otras modalidades investigativas, y concluyó que el modelo de mediación familiar predominante en el consumo audiovisual de niños y adolescentes habaneros, es el llamado permisivo.


“Los padres casi no ofrecen a sus hijos consejos ni sugerencias sobre la televisión; la covisión (ver tv junto a los niños) es escasa, por lo que prácticamente el diálogo es inexistente”.

Prevalece, puntualizan las investigadoras, la permisividad en cuanto al consumo indiscriminado de programas televisivos por parte de los niños, lo mismo referido a la programación infantil que a la destinada a los adultos.

No obstante, como tendencia y según el texto mencionado, las familias controlan el tiempo frente al televisor y contenidos que consideran inadecuados como los sexuales y de violencia.

A propósito de los niños y el televisor, la psicóloga Roxanne Castellanos, mencionada en los inicios de estas líneas, comentaba: “Hoy encontramos madres que, apenas desde que el bebé se puede sentar, lo ponen a ver dibujos animados. Ellos están diseñados para captar la atención, pero eso no los califica como estimulación. Luego, al comenzar las afectaciones en el desarrollo, los síntomas confunden y hacen sospechar a los psicólogos un posible trastorno autista.

Pero en estos menores, “el fallo en el desarrollo social no viene condicionado biológicamente, de modo que en cuanto se retira el exceso de tecnología y se enfatiza el soporte social, toda esa sintomatología empieza a desaparecer”.

Cambiar de acera ante la presencia de las nuevas tecnologías es, a estas alturas, una irresponsabilidad. Pero también lo es dejar a los menores a su libre albedrío en la interacción con las mismas, frente a la TV, o someterlo a una sobrecarga de aprendizajes extraescolares.


A largo plazo, podría volverse un adolescente huraño, dependiente, vulnerable, inhábil para tratar con sus pares, y mucho más para cultivar amistades. Adaptarse al ambiente escolar y a otras normas en general, le resultaría difícil, así como sensibilizarse con los problemas de los otros.


Ni pasarse, ni no llegar. Encontrar el justo equilibrio para que los muchachos interactúen con su entorno, con la información y con la tecnología, será garantía de futuros adultos equilibrados.


*Periodista y artista plástica

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