Por Darío Machado Rodríguez *
El debate acerca de la justicia social, la igualdad y el igualitarismo,
ha sido, es y será algo permanente en la sociedad cubana y gozará de
primera prioridad siempre que no se abandone la orientación socialista
de la construcción social y económica.
No
está de más recordar que el tema es asaz complejo y que apenas se
pretende con este artículo participar en el intercambio de ideas, en el
razonamiento colectivo.
En un trabajo publicado en el periódico Granma hace unos 20 años, el 19 de marzo de 1994, titulado Firmeza de principios y cambio de mentalidad, se plantea: “Las medidas económicas que se requieren para el funcionamiento cabal de este principio (se refiere al principio socialista que reza: “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”) reclaman
a su vez un cambio de mentalidad. Su aplicación hace emerger
desigualdades reales, ya que las capacidades, habilidades, inteligencia y
laboriosidad de la gente son objetivamente diferentes, aun cuando
existan oportunidades iguales para todos.” Y más adelante: “Todos
no podemos recibir lo mismo tanto porque no habría cómo hacerlo, como
porque si lo pretendiéramos ello conduciría al inmovilismo y a la
ineficiencia (…) Debemos fijar en nuestras conciencias que las
circunstancias han cambiado radicalmente y que el modo en que debemos
continuar los objetivos socialistas y comunistas deben adaptarse a la
nueva situación (1).”
Sean
las circunstancias de mediados de la década de 1990, las de hoy ya
adentrado el siglo XXI, como las futuras, el tema de la igualdad y de la
justicia social, debe ser objeto de sistemática atención.
La necesidad de esclarecer el significado de los términos
En
el debate sobre la igualdad social los contenidos adjudicados a los
términos empleados son difusos. No pocas veces se identifica igualdad
con igualitarismo, o equidad con igualdad. Por ejemplo, he leído la
frase “trato equitativo” entendida como el enfoque que toma en cuenta el
ámbito social y condiciones de existencia de cada individuo, lo que
confunde en mi criterio su significado con el de igualdad social.
La
confusión de los términos, su carácter difuso, obedece a la cercanía de
los contenidos que tratan, lo que obliga en primer lugar a la precisión
de los significados que se tendrán en cuenta cuando se mencionen los
conceptos de equidad, igualdad e igualitarismo. Y una vez aclarados los
significados servirse desprejuiciadamente de ellos para el análisis.
El
término equidad (equidad social), que se emplea hoy con mayor
frecuencia en lugar del término igualdad (igualdad social), es un
concepto que se ha tomado de la jurisprudencia, pertenece al terreno del
derecho positivo, al significar originalmente el grado de
discrecionalidad que tiene un juez para dictar sentencia en los marcos
del ordenamiento jurídico real, existente y vigente en un determinado
Estado, o sea, el derecho establecido, codificado.
En
relación con los conceptos producidos en el terreno de la economía
política en la época actual, la equidad social aparece efectivamente
tomando distancia de la igualdad social en su contenido y significado
ético y acercándolo a las normas del derecho. Desde el punto de vista de
las realidades y el ideal, propongo aceptar la gradación siguiente:
equidad, igualdad e igualitarismo.
Cuando
se habla de distribuir equitativamente, el principio que rige es el de
la equidad, es decir, de aquello a lo que hay, de últimas, derecho
reconocido legalmente (2). En un sentido significa igualdad, pero con
los límites en la legalidad establecida, es igualdad en la aplicación de
la equidad. De hecho cuando se profundiza en el origen etimológico del
término en la lengua castellana, las raíces griegas refieren la equidad
como un derivado de la igualdad, pero también existe otra interpretación
vinculada a la raíz εικοσ que significa “razonable o justo”.
La
distribución bajo el concepto de equidad no es contraria a la moral
pública, antes bien responde a la moral predominante en la sociedad. Eso
es precisamente lo que avistó Marx cuando hizo la crítica al programa
de Gotha al referirse a la sociedad que enrumba por el camino socialista
como una realidad emergente del capitalismo y mantiene en lo económico,
así como en lo intelectual y lo moral el sello de esa sociedad.
Sin
embargo, lo anterior no obsta para enfocar la igualdad social desde un
punto de vista ético, como algo que está más allá de la equidad social y
a lo que puede aspirarse cuando hay un consenso de la sociedad lo
suficientemente consciente y amplio.
Fuera
del debate acerca de los significados y evolución histórica del
término, en la actualidad el concepto de distribución equitativa se
refiere a lo que está regulado jurídicamente y lo que está regulado
jurídicamente en materia económica son las relaciones económicas
existentes. De modo que en este plano referiremos la equidad a los
niveles de igualdad social que están jurídicamente codificados, a partir
de las condiciones del desarrollo económico de la sociedad y de los
entendidos prevalecientes, en particular la psicología y lógica del
intercambio de equivalentes.
La
equidad aparece en este enfoque como el principio que asegura que las
aspiraciones a la igualdad no mermen la eficacia del esfuerzo
productivo, dadas las actuales condiciones de la división social del
trabajo, el desarrollo tecnológico y la prevaleciente psicología y
lógica del intercambio de equivalentes.
Igualdad
social es algo superior, tiene una carga no solo económica y jurídica,
sino, y principalmente, ética. Cuando hablamos de igualdad estaremos
refiriéndola a otros ámbitos de la actividad humana. Puede incluso verse
como el ideal aceptable para el largo plazo en nuestra sociedad, lo que
no quiere decir que no se pueda ejercer en los límites que la realidad
impone y, como se dijo arriba, cuando se tiene el consenso.
En
consecuencia, hablar de “igualdad social” requiere su enfoque global,
que debe incluir lo ético, lo político, lo económico, lo cultural.
Reducirla a su argumentación desde el metabolismo socioeconómico
solamente es un vicio tecnicista.
El
igualitarismo es la hipérbole de la igualdad. Y obviamente, como
principio universal resulta disfuncional en condiciones de la división
social del trabajo actualmente existente y en construcción en la
sociedad cubana, cuando el modelo económico en curso y para el futuro es
el de una economía mixta con diferentes formas de propiedad sobre los
medios de producción y servicios, y cuando predomina una psicología de
intercambio de equivalentes. Ello no significa que no se puedan
establecer algunas formas de distribución bajo un concepto igualitario,
no solo por la carga de humanismo y justicia social que tengan, sin
también por lo conveniente que resultarán para el desarrollo equilibrado
y eficiente de la actividad social incluyendo naturalmente la
económica.
El
ejemplo de lo anterior lo tenemos en Cuba donde los niveles de
educación y salud de la población constituyen una fortaleza fundamental
para enfrontar los desafíos del desarrollo económico.
No olvidar el pasado (3)
En
Cuba pre revolucionaria existían algunas de estas vías de distribución
que se sustraían a la lógica del mercado y se practicaban como modo de
coadyuvar a la estabilidad social y al decurso “normal” del metabolismo
socioeconómico vigente, sin que llegaran ni remotamente a cubrir las
necesidades de la población. Pero ni siquiera aquellas vías de
distribución quedaban totalmente protegidas, pues no pocas prestaciones
(en el terreno de la educación y la salud pública, por ejemplo) se veían
invadidas por las prácticas clientelares que reflejaban la lógica
mercantil de modo más o menos directo.
Muy
frecuentemente las familias quedaban huérfanas de apoyo para educar y
proteger la salud de sus miembros, quedando como únicas responsables
frente a una realidad que les resultaba hostil.
Por
otra parte, y siguiendo con el ejemplo de la educación y de la salud
pública, el predominio de la propiedad privada alcanzaba a estos
sectores y con ello funcionaba en estas actividades básicas de la
sociedad la lógica del intercambio de equivalentes. Como resultado las
minorías pudientes tenían acceso a estos servicios pagados y los demás
tenían que acudir a los públicos insuficientes y a menudo contaminados
por el clientelismo.
La
condición de país capitalista dependiente y subdesarrollado subordinaba
la mayor parte del esfuerzo productivo de la sociedad a los intereses
del capital estadounidense y de sus socios locales, mientras que los
propietarios de los medios de producción y de servicios no vinculados a
estos intereses controlaban los resultados de casi todo el esfuerzo
productivo restante, si se exceptúa la economía natural y los
trabajadores independientes, recibiendo así los restos del pastel
económico del país.
Aquella
sociedad generaba numerosas deformaciones estructurales: monocultivo,
mono exportación, diferencias abismales entre la ciudad y el campo,
infraestructura deficiente, profundas diferencias sociales que, a su
vez, aprovechaban los políticos de turno, reduciendo aún más los
derechos de los más pobres con el clientelismo y el abuso de poder.
Al
cubano pobre y necesitado de entonces le resultaba muy difícil cuando
no imposible ascender, mejorar en la propia escala social que pautaba el
mercado capitalista dependiente del país. La movilidad social “hacia
arriba” era lenta y tortuosa, predominaba la inercia cuando no el
empeoramiento de la situación social de las mayorías. La tiranía
batistiana resultó ser “la tapa al pomo” del entreguismo de la
oligarquía criolla a los intereses de los EEUU.
En
resumen, había en Cuba una minoría en posición social ventajosa y una
mayoría presa del sistema con escasas posibilidades de mejorar sus
condiciones de vida.
Las
cifras a veces esgrimidas por algunos analistas sesgados acerca de la
cantidad promedio de vehículos, televisores, transmisores de radio, etc.
superior en la Cuba de entonces a la de muchos países de la región no
puede ocultar la realidad de injusticia social que predominaba en el
país.
Nada
que no fuera ya explicado por Marx, cuando afirmaba en El Capital que
el capitalismo –y más aún el subdesarrollado y dependiente- solo sabía
desarrollar las tecnologías y los procesos productivos minando las
fuentes originales de las riquezas: el ser humano y la naturaleza.
El
principio que aportará la energía para mantener el rumbo socialista en
Cuba, partirá de la realidad misma, de su constante esclarecimiento
acerca del capitalismo que sufrimos y el que podríamos volver a sufrir
si la sociedad deriva hacia el predominio en ella del mercado y de la
propiedad privada. De regresar al predominio del mercado capitalista
sobre nuestra sociedad, no se podrá esperar otra cosa como no sea la
depauperación social, el deterioro del ecosistema y la pérdida de
soberanía e independencia.
Ahí
volvería indefectiblemente Cuba en los planos económico, social y
finalmente político, si la sociedad a través del Estado revolucionario y
de la participación social real no va solucionando paso a paso en
función de mantener regulada la acción del mercado, las contradicciones
entre la propiedad social y la privada, el mercado y la planificación,
el interés individual y el interés social, el interés nacional y el del
capital de las trasnacionales, contradicciones que pueden y deben
convertirse en oportunidades para superar social y políticamente al
mercado.
Obviamente,
todas las políticas y acciones en general realizadas en esta dirección
deben ser objeto del consenso de la sociedad, de ahí que sea tan
importante la labor ideopolítica sistemática, capaz de resumir la
inteligencia colectiva.
Si
algo puede definir hoy a alguien en Cuba como revolucionario y como
marxista, es la convicción de que se volverá a las condiciones del
pasado si la ideología y la política no juegan su papel en la sociedad,
en primer lugar orientando los cambios en el metabolismo socioeconómico.
Sobre el punto de partida actual
Primero despejar el tema desde lo económico:
La
economía mixta como concepto estructural y dimensión jurídica reconoce
la diversidad de intereses en la actividad económica y, por tanto, una
desigualdad económica que se suma a desigualdad de rendimientos
individuales. En condiciones de una economía mixta es natural reconocer
determinados tipos, magnitudes y niveles de desigualdad social.
La
necesidad de reconocer la relación mercantil, que parte de la realidad
de la psicología y lógica del intercambio de equivalentes, radica en el
reconocimiento primero de su capacidad para contribuir a ordenar y hacer
funcionar el metabolismo socioeconómico de la sociedad y, a partir de
su ordenamiento, la posibilidad de regularlo subordinando su
funcionamiento al mandato de la sociedad.
La
consideración de que es imposible regular al mercado, es el
reconocimiento de la eternidad del sistema capitalista con sus nefastas y
catastróficas consecuencias sobre los seres humanos y la naturaleza.
La consideración de que ello es posible es el fundamento del camino socialista.
Esa
capacidad debe ser vista como un complejo de acciones combinadas:
regulaciones jurídicas, económicas, organizativas, ideológicas,
políticas, culturales, comunicacionales. No se trata solamente de una
justa y proporcionada política impositiva sobre todo tipo de actividad
económica, sino de la integración de acciones en una misma dirección:
regular el mercado, con la fortaleza fundamental del predominio de la
propiedad social sobre los medios fundamentales de producción de bienes y
servicios.
Pretender
que puede alcanzarse la justicia social del socialismo desde la
redistribución de lo que se recaude por impuestos procedentes de la
actividad económica privada, y que por ello no hay que poner límites a
esta propiedad, porque “si producen más habrá más para todos”, no solo
es nuevamente un enfoque economicista, reducido, sino que supone que los
fundamentos jurídicos y políticos del Estado socialista cubano no
terminarán minados y finalmente destruidos, bajo el impulso del afán de
lucro y la corrupción, tanto externos como internos.
Es
una realidad que la crisis económica en Cuba no ha generado una crisis
política, pero no es un cheque en blanco respaldado por un capital
inagotable. Es preciso ubicar en perspectiva política los cambios
económicos en curso. Ese pensamiento que postula: “resolver primero el
tema económico y después ver lo político” contiene la ingenuidad de
separar la economía de la política.
La
única garantía de poder aspirar a mantener una orientación socialista
de la economía radica en el predominio de la propiedad social sobre los
medios fundamentales de producción y servicios, una legalidad que lo
ampare y un Estado que la articule eficientemente, junto con una
regulación colectiva de los trabajadores en cada unidad productiva o de
servicios. Todo ello con el correlato ideológico de la actividad
política y cultural que postule y promueva los valores humanistas del
socialismo (4).
Quiero
recalcar que digo expresamente “garantía de poder aspirar”, ya que se
necesita una capacidad organizativa y una vigilancia política anclada en
la participación popular, porque no basta que predomine la propiedad
social. Si predomina la privada, no hay posibilidades, pero si predomina
la social no es automático que funcionará como miel sobre hojuelas el
metabolismo socioeconómico socialista de modo eficiente.
Todo
un entramado de formas organizativas diversas, normas legales, control
político, vigilancia popular, serán indispensables. Pero sobre todo,
control popular.
Sin
un anclaje popular en cada lugar donde se generan las riquezas, en el
que cobre real sentido la importancia social de la actividad económica y
también la actividad sindical y política, donde se aprenda en la
práctica a dirigir y a responsabilizarse colectivamente con las
decisiones que deben tomarse con estricta observancia de las leyes, la
actividad económica terminará gestionada con un sentido puramente
técnico, administrativo, de ordeno y mando, burocrático y todo el
edificio social terminaría manejado por una superestructura que dejará
de mirar “hacia abajo”, hacia la sociedad, que mirará solo “a los lados”
y “hacia arriba”, generándose una tecnocracia y una burocracia, que se
alejarán cada vez más de los trabajadores, de quienes crean las
riquezas, sustrayéndoles el derecho a representar al colectivo laboral
ante la sociedad y a la sociedad ante el colectivo laboral.
Lo
anterior no niega, sino presupone las estructuras necesarias de
dirección, las responsabilidades individuales, las diferenciaciones en
la remuneración en función de esas responsabilidades, pero regulada por
el colectivo laboral en los marcos establecidos por la ley.
En
la coyuntura actual y futura de la sociedad cubana no podrá llevarse
adelante ningún proyecto de desarrollo que responda a los intereses de
la nación, si no se hace más eficiente el papel del Estado, si no se
mantiene la cohesión de la ciudadanía alrededor del poder político del
pueblo trabajador, y si no se transfiere poder hacia las bases de la
sociedad, sin por ello perder vitalidad en su cohesión.
Lo anterior es
lo que significa efectivamente la descentralización del poder, el
empoderamiento real de los trabajadores.
El
socialismo implica desarrollar las fuerzas productivas desde la
auto-organización de los trabajadores y desarrollar la auto-organización
de los trabajadores desde el desarrollo de las fuerzas productivas,
dentro del principio de proteger la naturaleza y los seres humanos. La
legalidad socialista debe encontrar el modo de codificar esta relación.
Sobre las otras dimensiones de la igualdad social
La
sociedad es más que economía. Parece algo obvio, sin embargo, no pocos
pretenden resolver los problemas sociales buscando soluciones económicas
y olvidando las restantes variables. Es un tema que hemos discutido en
otros trabajos (5) .
Una
de esas variables y forma de la igualdad social es la igualdad política
de los cubanos. Ella es una de las dimensiones más efectivas que tiene
el país, sin ser, ni mucho menos, lo mejor que puede y podrá hacerse.
Esa igualdad política se asienta en última instancia en la igualdad
económica que significa ser copropietarios colectivos de los medios
fundamentales de producción y servicios y demás propiedades
socializadas, pero en primer término es un fundamento jurídico político
codificado por la ley, una expresión de la institucionalidad y
ciudadanía cubanas, un derecho conquistado por la revolución socialista
una ética consustancial al socialismo en Cuba.
La
igualdad social es un concepto que incluye una serie de variables cuya
influencia forma parte del bienestar, la satisfacción y la felicidad de
los individuos, variables que rebasan la equidad. La igualdad social se
refiere esencialmente a la igualdad ante la ley, la igualdad de
oportunidades, el trato correcto, igual y sin discriminación, por motivo
de sexo, género, etnia, raza, posición social, los derechos de
participación en las decisiones, la libertad de palabra, la libertad de
asociación.
No
creo necesario abundar en porqué todo ello es posible en condiciones de
existencia de un único partido en la sociedad cubana. Baste señalar que
la existencia de múltiples partidos para nada es garantía de una real
libertad de expresión y de asociación, que es lo generalizado en las
democracias representativas del capitalismo, en las cuales se alinean
detrás de intereses corporativos las diferentes formas de asociación
política generadas o cooptadas por esos intereses, que amordazan y
secuestran la democracia, violentan las leyes y su cumplimiento,
manipulan la información y los medios de comunicación, impiden la
justicia social.
A
la vez, el pluralismo político, ese que permite todas las opiniones
políticas no depende de si hay uno o más partidos, sino de si hay o no
pluralismo político en la sociedad, si se ampara legalmente, si la
libertad de expresarlo tiene espacio en la sociedad. Si lo que se dice
tiene real valor para las decisiones trascendentales en el país. De ahí
el llamado de Raúl a conquistar toda la democracia posible.
Todo
ello también deberá ser objeto de discusión en el proceso de
reconstrucción del consenso, urgente e imprescindible dado el grado
avanzado de las decisiones en curso en materia económica y por su
importancia política en la sociedad cubana.
La
desaparición del conflicto Este – Oeste que influyó en los procesos
sociales en el mundo entero con magnitudes y formas diferentes, dio
lugar a la aparición de una conflictividad política mucho más compleja y
difícil, pero a la vez también nos ha obligado a entendernos mejor a
nosotros mismos, pasar balance de logros y carencias, quedarnos con lo
más auténtico de nuestra experiencia social y política, y a proyectar
nuestros análisis de modo más ágil y con una responsabilidad mayor,
dada la conciencia que tenemos hoy de las realidades y del valor de los
principios.
La “cuadratura del círculo”
De nada vale “descubrir” y afirmar que la desigualdad es inevitable en la actualidad y en el futuro. Hay
que definir dónde y en cuáles magnitudes está hoy esa desigualdad, cuán
justificable es no solo económicamente, sino también jurídica y
éticamente. Tampoco tiene sentido o utilidad alguna afirmar que esa
desigualdad hay que minimizarla, que no se puede perder la orientación
socialista hacia la igualdad social, todos esos planteamientos no
pasarían de ser simplemente “declarativos”, actos de fe, posiciones que
muchos compartimos, pero que no ofrecen enfoques útiles para encontrar
las salidas.
Es
cierto que no es sencilla la solución, sino muy compleja. De cara a los
problemas del presente y a la proyección futura es preciso establecer
criterios básicos y el modo de asegurarlos junto con toda la proyección
de desarrollo de la sociedad porque, incluso compartiendo
declarativamente esos criterios, pueden practicarse políticas contrarias
totalmente a ellos.
Por tal razón hay llevar el debate hasta su concreción en postulados básicos que no deberían ser en ningún caso trasgredidos, los que deben mantenerse anclados en la nueva constitución del país y en las leyes, como límites a la búsqueda de rentabilidad y producción “a cualquier costo”.
Obviamente,
la definición de esos postulados básicos no puede ser obra de un grupo
de iluminados, sino que tiene que ser algo discutido con toda la
población del país en un debate amplio, en el que tengan cabida todas
las opiniones sea cual fuere su argumentación, que fomente del
desarrollo de una subjetividad enriquecida y que termine expresando fielmente aquello que goza del mayor consenso de la sociedad.
Tal debate debería estar hace rato manifestándose en nuestros medios de comunicación,
pero al menos es posible comenzarlo ya y debe procurarse que tenga el
tiempo necesario para que madure en la conciencia de la sociedad, esto
es de los trabajadores, las amas de casa, los jubilados, los
estudiantes, los militantes del partido y de la juventud, las mujeres,
los jóvenes, los dirigentes administrativos y políticos, las
instituciones económicas, políticas, jurídicas, sociales y culturales,
en fin la sociedad en su conjunto. Un asunto de tal envergadura requiere
que se le trate como tal.
Concretar el debate
Obviamente
los temas a incluir dependerán de cómo se enfoque su planteamiento. A
continuación me referiré a algunos que considero no deben faltar.
El
predominio de la propiedad privada es el predominio del capital sobre
el trabajo y el predominio del mercado sobre la sociedad. En consecuencia, lo primero y fundamental es el establecimiento de límites a la propiedad privada.
Si ello no se define, si se deja al arbitrio de las decisiones
posteriores, se corre el peligro del crecimiento y empoderamiento del
mercado y sus leyes en lugar de su limitación y regulación (6) .
Algunas
vías de distribución del producto social se deberán regir entonces por
el concepto de equidad social, otras por el concepto de igualdad social y
otras incluso por el concepto igualitario de la igualdad.
El
debate debe reafirmar que la educación y la atención médica universal y
gratuita y la seguridad social básica, deben formar parte de un área
que debe conservarse en términos socialmente igualitarios.
Hay que incluir el enfoque de la política impositiva como un elemento universal inherente a toda actividad económica.
Naturalmente, hay que definir lo que debe entrar en el concepto de seguridad social básica (7). La
seguridad social básica se refiere no solo al pago de las jubilaciones,
la protección de las personas con discapacidad, la protección de la
maternidad, la protección laboral, los ancianos sin amparo filial, los
grupos vulnerables, sino también a los subsidios que se consideren
necesarios y posibles en el terreno del suministro de agua, de
electricidad, de alimentos básicos, de las medicinas, etc. y a las
formas de organizar y canalizar ese subsidio, donde el concepto de
universalidad no significa ni mucho menos uniformidad en las formas de
realizarlo.
Hay
que concretar el debate alrededor de los ejes fundamentales de la
proyección socioeconómica de la sociedad cubana para los próximos años,
en particular en lo referido a las políticas sociales.
Para terminar
El
enfoque científico de la construcción socialista en la sociedad cubana
no puede pretenderse acabado, ni completo. Justamente su carácter
científico parte de reconocer su esencia inacabada e inexacta. De ahí
también la necesidad de su sistemática reelaboración y junto con ella de
la constante reconstrucción del consenso.
Los
cambios que se producen y producirán en la sociedad como resultado de
la política económica, del desarrollo del conocimiento, de las
capacidades productivas, de la cultura, de las diferentes vías de
comunicación, las transformaciones del entorno internacional, los
desafíos que impone la naturaleza, y muchos otros factores influyentes,
exigirán su expresión en la teoría, confirmando y extendiendo las
prácticas positivas y desechando las negativas, siempre con la mirada
puesta en alcanzar toda la justicia social posible.
El
crecimiento económico que se espera con la ampliación de las relaciones
mercantiles en la sociedad cubana debe ser en cada momento acompañado
desde la ideología socialista y la política revolucionaria, para dejar
atrás algo del capitalismo en cada paso hacia delante en materia de
desarrollo económico y tecnológico, porque puede ocurrir que mañana el
país produzca más, pero acabemos siendo menos humanistas, menos
socialistas.
NOTAS:
(1) Ver: Darío L. Machado Rodríguez, “Firmeza de principios y cambio
de mentalidad”, Periódico Granma, 19 de Marzo de 1994, p.3.
(2) “Equidad”, según el “Diccionario del Español Moderno” de Martín
Alonso, Editorial Aguilar, Madrid, 1982, p.434, significa en primera
acepción: igualdad de ánimo, en segunda acepción: entereza, en tercera
acepción: benignidad”, en cuarta acepción: justicia natural y en quinta y
última acepción moderación en el precio de las cosas. Un diccionario de
expresiones y términos jurídicos define la equidad así: “Es lo general
dentro de lo especial. Se califica como fuente de derecho mediata. Se
dice que es igualdad de ánimo; propensión a dejarse guiar o fallar por
el sentimiento del deber o la conciencia…” Marzio Luis Pérez Echemendía y
José Luis Arzola Fernández, “Expresiones y términos jurídicos”,
Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2009, pp. 141-142-
(3) Quizá para muchos lectores lo que contiene este acápite sea
innecesario por bien conocido. No obstante, y a riesgo de parecerles
redundante, decidí incluirlo, sobre todo para quienes no tengan
suficiente información y claridad acerca de cómo era la situación social
anterior a 1959.
(4) “El socialismo es la única alternativa de aprovechar el lado
constructivo de las relaciones mercantiles en una fase de desarrollo de
las fuerzas productivas en la que nos es posible asegurar a todo el
mundo todas sus necesidades, ni la sociedad como un todo está
subjetivamente preparada para ello, al reducir sus consecuencias
sociales materiales y espirituales negativas, destructivas. Y tal
relación es posible solamente si se tiene el dominio sobre la
propiedad.” Ver Darío L. Machado Rodríguez, “¿Es posible construir el
socialismo en Cuba?”, segunda edición, Editorial Pueblo y Educación, La
Habana, 2006, pp. 91-92.
(5) Ver: Darío Machado Rodríguez, “Economía…política, valga la redundancia”, Publicado en Rebelion el 2 de octubre de 2012.
(6) “La necesidad de que el Estado no pretenda organizarlo ni
administrarlo todo, la obligada tendencia a la descentralización no se
puede confundir con la obligación de privatizar. Ese signo de igualdad
tiene un sesgo ideológico signado por una suerte de condición de “varita
mágica” que se sigue otorgando por algunos al carácter privado de la
propiedad y con ello al individualismo y a la competencia capitalista.
(Ver: Darío L. Machado Rodríguez, “¿Es posible construir el socialismo
en Cuba?, Op. Cit. p.140.).
(7)
“En el socialismo, el criterio determinante para la distribución, fuera
de la educación, la atención médica y la seguridad social básica, tiene
que ser el aporte individual a la sociedad, es decir, la cantidad y
calidad del trabajo que cada quien haga. De igual modo, la sociedad en
su conjunto desarrollará sus capacidades y dispondrá de recursos y
riquezas en dependencia de la capacidad y posibilidades de producción de
sus integrantes.” (Ver: Darío L. Machado Rodríguez, “Firmeza de
principios y cambio de mentalidad”, Periódico Granma, 19 de Marzo de
1994, p.3.).
*Licenciado
en Ciencias Políticas. Diplomado en Teoría del proceso ideológico y
Doctor en Ciencias Filosóficas. Preside la Cátedra de Periodismo de
Investigación y es vicepresidente de la cátedra de Comunicación y
Sociedad del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.
Enviado por su autor para La Polilla Cubana. Imagen agregada RCBáez; montaje sobre fotos de archivo
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