Por Rosa Miriam Elizalde
Publicado en www.cubadebate.cu el 28 de octubre de 2015
Estuve toda la mañana siguiendo la votación de la resolución cubana contra el bloqueo en la ONU. Armamos en la redacción el “Minuto a minuto”, un servicio que estrenamos en la Cumbre de la CELAC en La Habana, hace casi dos años, y que desde entonces en Cubadebate acompaña los grandes acontecimientos informativos. Apenas la pantalla electrónica del Palacio de las Naciones Unidas, en Nueva York, reveló el voto por país –el histórico 191–2 o el mundo vs EEUU e Israel-, salí disparada. Me esperaban los estudiantes.
Imparto una asignatura en la Facultad de Comunicación, de la Universidad de La Habana, y hoy teníamos clase sobre gobierno electrónico, un concepto que no debe quedar solo en la idea de ofrecer servicios públicos eficientes mediante el uso de las llamadas nuevas tecnologías, sino que debería, en primera instancia, promover la ciudadanía. Habíamos convenido en dejar a un lado el catecismo docente y armar un taller de sueños. Soñar proyectos que aliviaran necesidades concretas de los cubanos, si el bloqueo no estuviera ahí y la velocidad de la Internet fuera al ritmo de nuestras ilusiones. El reto sería interesarnos por el futuro, porque es allí donde todos mis alumnos pasarán el resto de sus vidas.
Un grupo pensó en un sistema digital para registrar las quejas y sugerencias de la población de Marianao y otro, un servicio de boletería electrónica para los espectáculos deportivos. También, un parlamento en la red y un dispositivo para móviles desde el cual fuera posible alertar los baches en la ciudad. Imaginamos, por supuesto, situaciones absurdas: servidores atascados por cientos de miles de SMS, proporcionales al número de huecos en las calles de La Habana; correos electrónicos haciéndole la vida imposible a los burócratas; la pesadilla de enviar los boletos electrónicos para el Estadio Latinoamericano por Correos de Cuba, y que lleguen semanas o años después del juego de Industriales, y cosas así.
La mayor parte de la clase la empleamos en la fantasía de cómo ayudar al prójimo, cómo hacer de las tecnologías una alidada de lo público, de aquello que pertenece a todos. Sentí ternura al escucharlos y ver cómo desplegaban sus presentaciones, tan serios, tan convencidos de que lo que han ideado se puede hacer, y que esto ocurra el día en que se vota, por 23 años consecutivos, contra el muro de los imposibles. Un muro que ha estado siempre ahí para ellos y que a fuerza de ser parte del paisaje o carne de una retórica machacona, muchas veces ni lo ven. Pero “uno no puede elegir los sueños que tiene. Son los sueños los que eligen a las personas”, escribió José Saramago en El Evangelio según Jesucristo. Y así es.
Uno de los proyectos del grupo de estudiantes: Wikibache
Tomado de su blog Desbloqueando Cuba
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