miércoles, 28 de octubre de 2015

Del bloqueo yanqui y nuestro trabajo

Por Rolando López del Amo*

ONU 2015

Hoy, 27 de octubre de 2015, ha sido un día memorable para nuestro país. Si desde hace 24 años la Asamblea General de las Naciones Unidas fue testigo del creciente rechazo de la comunidad internacional al bloqueo yanqui cotra Cuba, hasta alcanzar el apoyo de 188 gobiernos, este año la discusión del tema ocurría en una circunstancia nueva dado el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los EEUU. Aspiraba el gobierno estadounidense a que Cuba cayera en la trampa de retirar el tema de la agenda y reducirlo a negociaciones bilaterales de toma y daca para exigir concesiones de Cuba a cambio de graduales modificaciones de la genocida política entronizada hace más de medio siglo. Así quedó evidenciado por la intervención del representante de los EEUU en la Asamblea General al discutirse el tema.

El contundente discurso de nuestro Ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, dejó claramente establecida la posición cubana. Cuba no tiene nada que conceder y sí todo que exigir para poner fin a la infame política imperialista. El bloqueo es, además, un asunto que afecta a toda la comunidad internacional la que, en esta ocasión, no sólo reiteró su apoyo pleno a Cuba, sino que aisló más a la obtusa política imperial. Fueron 191 miembros de las Naciones Unidas los que exigieron el fin del bloqueo, dejando al gobierno de los EEUU y a su socio Israel solos contra el resto del mundo. Esta vez nadie se abstuvo. Es un éxito enorme del pueblo de Cuba, del trabajo de su diplomacia revolucionaria y de la solidaridad internacional en la que debe incluirse la opinión mayoritaria del propio pueblo norteamericano.

El bloqueo económico, financiero y comercial de los EEUU contra Cuba es una seria impedimenta para nuestro desarrollo económico. A más de las acciones bilaterales contra Cuba existe una presión constante para que terceros países sean parte de él. Multas de miles o cientos de millones de dólares a los bancos que tienen transacciones con Cuba, sean estos franceses, alemanes, suizos o de cualquier país; no importación de artículos que tengan componentes de origen cubano; no venta a Cuba de productos de empresas de capital norteamericano que radican fuera del territorio de los EEUU; prohibición a buques mercantes que han tocado puertos cubanos de operar en puertos de EEUU durante los seis primeros meses de haber estado en Cuba; imposibilidad de utilizar el dólar estadounidense--principal divisa internacional todavía- en el comercio de Cuba con otros países. Añádase a eso el no acceso, para una relación normal, al mercado más cercano a Cuba que es, además, la primera economía mundial.
Los ejemplos de todo el daño causado por el bloqueo más largo de la historia es bien conocido por nuestro pueblo, su principal víctima, y rechazado por la casi totalidad de la comunidad internacional de manera expresa, año tras año, en la Asamblea General de las Naciones Unidas. El bloqueo viola el espíritu y la letra de la Carta de las Naciones Unidas y es una acción criminal.

Por razones tácticas, la actual administración estadounidense dice que el bloqueo debe eliminarse y sostiene que esta decisión la debe tomar el Congreso del país, pues el bloqueo está normado por un conjunto de leyes. Y eso es cierto, pero el Presidente tiene también poderes y facultades para modificar aspectos importantes que irían dejando sin mucho contenido al entramado legislativo que sostiene al bloqueo.

Varios políticos estadounidenses que hablan en contra del bloqueo, comenzando por el Presidente Obama, han dicho claramente que este ha sido un fracaso en el intento de liquidar a la revolución cubana y que, en lugar de aislarla, quienes resultaron aislados políticamente en el continente y el mundo fueron los EEUU. La existencia de la CELAC y lo ocurrido en relación con la Cumbre de las Américas así lo prueban.

El cambio de política está encaminado a lograr en Cuba los mismos objetivos anteriores por otros medios y a debilitar el frente antiimperialista y por la liberación nacional en América Latina y el Caribe con el apoyo de las oligarquías neocoloniales y proimperialistas dentro de esos países.

La dirigencia revolucionaria cubana tiene suficiente experiencia y firmeza política para manejar esta situación sin concesiones de principio y con responsabilidad. Ni nos vendemos ni nos rendimos.

La eliminación del bloqueo sería un triunfo de la razón sobre las fuerzas peores de la potencia imperialista vecina. Y nos libraríamos, nosotros y el resto del mundo, de una carga verdaderamente pesada.

Sin embargo, Cuba ha podido resistir este embate durante 55 años, incluyendo el grave acontecimiento de la desaparición del socialismo europeo en el poder hace 25 años. Y hoy, año 2015, nuestra situación en la arena internacional es mucho más favorable que entonces.

En realidad, el futuro depende, sobre todo, de nosotros mismos. Tenemos suficiente espacio para nuestro progreso y desarrollo si aplicamos políticas acertadas y mantenemos en el poder, a todos los niveles, los principios éticos que hicieron posible el triunfo de la revolución. Tal como previó José Martí en el siglo XIX y lo afirmó Fidel en el 2005, la revolución sólo puede ser destruida desde adentro.

La revolución puede ser destruida por políticas equivocadas y por la corrupción de los dirigentes y funcionarios. Si se practican políticas a favor del pueblo, de todos los ciudadanos y se mantiene el vínculo estrecho entre dirigentes y dirigidos, trabajando y luchando por objetivos comunes y con una conducta ejemplar y transparente de los cuadros de dirección, no faltará la fuerza necesaria para enfrentar y derrotar al enemigo externo. Nuestra experiencia histórica lo demuestra.

Se trata ahora de hacer nuestra parte en cambiar lo que necesita ser cambiado y hacerlo con la mayor celeridad posible. Esto implica cambiar modos de pensar y de hacer, romper rutinas y, sobre todo, empoderar al pueblo como contralor de la nación a todos los niveles.

Entre las tareas urgentes la primera es crear condiciones para favorecer el desarrollo de las fuerzas productivas del país. Esto pasa por estimular la iniciativa personal y colectiva dentro de una economía mixta en la que el Estado se concentre solamente en los medios fundamentales de producción y servicios y exista suficiente espacio para pequeñas y medianas empresas individuales y colectivas. No hay que olvidar que los valores de uso que producimos son también valores de cambio, mercancías, y que seguimos utilizando esa mercancía que expresa el valor de las demás: el dinero. Se necesita revalorizar el papel del mercado y armonizarlo con la planificación.

Si no eliminamos la incongruencia de dos monedas nacionales, con una de ellas con valores dispares según el uso y que va, desde 25 CUP por un CUC hasta uno por uno, no encontraremos modo de ordenar nuestras finanzas. Esto no admite más dilación.

Un elemento esencial es que los trabajadores puedan realmente vivir de su salario y no sean compelidos a delinquir o depender de remesas del extranjero.
Disminuir y simplificar el aparato burocrático que administra el país es otra necesidad para ahorrar tiempo y gastos innecesarios que permitirían contar con recursos para mejorar la situación salarial de los verdaderamente necesarios.

Ni paternalismo creador de vagos, ni igualitarismo desestimulador de los laboriosos. Sí igualdad de oportunidades, sin manipulación ni discriminación, y estímulo, material y moral, al mérito, al trabajo, al servicio a la comunidad y al país para lograr el socialismo próspero deseado.

Y estas cosas no tienen que esperar a que se levante el bloqueo para realizarlas.
La pobreza, bien se sabe, no es la forjadora del ser humano mejor a que aspiramos. Tal como advirtió José Martí:

Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno (8-289)
 La única manera de concebir el bien general es halagar y proteger el trabajo y el interés de cada uno (6-271)

Tomado del Blog Cubano en 1er plano

* Poeta cubano. Profesor, editor, fue vicedecano de la Facultad de Humanidades. Ha ocupado numerosos cargos diplomáticos, en Cuba y en el Servicio exterior.

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