Por Rolando López del Amo*
Hoy,
27 de octubre de 2015, ha sido un día memorable para nuestro país. Si
desde hace 24 años la Asamblea General de las Naciones Unidas fue
testigo del creciente rechazo de la comunidad internacional al bloqueo
yanqui cotra Cuba, hasta alcanzar el apoyo de 188 gobiernos, este año la
discusión del tema ocurría en una circunstancia nueva dado el
restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los EEUU.
Aspiraba el gobierno estadounidense a que Cuba cayera en la trampa de
retirar el tema de la agenda y reducirlo a negociaciones bilaterales de
toma y daca para exigir concesiones de Cuba a cambio de graduales
modificaciones de la genocida política entronizada hace más de medio
siglo. Así quedó evidenciado por la intervención del representante de
los EEUU en la Asamblea General al discutirse el tema.
El
contundente discurso de nuestro Ministro de Relaciones Exteriores, Bruno
Rodríguez Parrilla, dejó claramente establecida la posición cubana.
Cuba no tiene nada que conceder y sí todo que exigir para poner fin a la
infame política imperialista. El bloqueo es, además, un asunto que
afecta a toda la comunidad internacional la que, en esta ocasión, no
sólo reiteró su apoyo pleno a Cuba, sino que aisló más a la obtusa
política imperial. Fueron 191 miembros de las Naciones Unidas los que
exigieron el fin del bloqueo, dejando al gobierno de los EEUU y a su
socio Israel solos contra el resto del mundo. Esta vez nadie se abstuvo.
Es un éxito enorme del pueblo de Cuba, del trabajo de su diplomacia
revolucionaria y de la solidaridad internacional en la que debe
incluirse la opinión mayoritaria del propio pueblo norteamericano.
El
bloqueo económico, financiero y comercial de los EEUU contra Cuba es
una seria impedimenta para nuestro desarrollo económico. A más de las
acciones bilaterales contra Cuba existe una presión constante para que
terceros países sean parte de él. Multas de miles o cientos de millones
de dólares a los bancos que tienen transacciones con Cuba, sean estos
franceses, alemanes, suizos o de cualquier país; no importación de
artículos que tengan componentes de origen cubano; no venta a Cuba de
productos de empresas de capital norteamericano que radican fuera del
territorio de los EEUU; prohibición a buques mercantes que han tocado
puertos cubanos de operar en puertos de EEUU durante los seis primeros
meses de haber estado en Cuba; imposibilidad de utilizar el dólar
estadounidense--principal divisa internacional todavía- en el comercio
de Cuba con otros países. Añádase a eso el no acceso, para una relación
normal, al mercado más cercano a Cuba que es, además, la primera
economía mundial.
Los ejemplos de todo el daño causado por el
bloqueo más largo de la historia es bien conocido por nuestro pueblo, su
principal víctima, y rechazado por la casi totalidad de la comunidad
internacional de manera expresa, año tras año, en la Asamblea General de
las Naciones Unidas. El bloqueo viola el espíritu y la letra de la
Carta de las Naciones Unidas y es una acción criminal.
Por razones
tácticas, la actual administración estadounidense dice que el bloqueo
debe eliminarse y sostiene que esta decisión la debe tomar el Congreso
del país, pues el bloqueo está normado por un conjunto de leyes. Y eso
es cierto, pero el Presidente tiene también poderes y facultades para
modificar aspectos importantes que irían dejando sin mucho contenido al
entramado legislativo que sostiene al bloqueo.
Varios políticos
estadounidenses que hablan en contra del bloqueo, comenzando por el
Presidente Obama, han dicho claramente que este ha sido un fracaso en el
intento de liquidar a la revolución cubana y que, en lugar de aislarla,
quienes resultaron aislados políticamente en el continente y el mundo
fueron los EEUU. La existencia de la CELAC y lo ocurrido en relación con
la Cumbre de las Américas así lo prueban.
El cambio de política
está encaminado a lograr en Cuba los mismos objetivos anteriores por
otros medios y a debilitar el frente antiimperialista y por la
liberación nacional en América Latina y el Caribe con el apoyo de las
oligarquías neocoloniales y proimperialistas dentro de esos países.
La
dirigencia revolucionaria cubana tiene suficiente experiencia y firmeza
política para manejar esta situación sin concesiones de principio y con
responsabilidad. Ni nos vendemos ni nos rendimos.
La eliminación
del bloqueo sería un triunfo de la razón sobre las fuerzas peores de la
potencia imperialista vecina. Y nos libraríamos, nosotros y el resto del
mundo, de una carga verdaderamente pesada.
Sin embargo, Cuba ha
podido resistir este embate durante 55 años, incluyendo el grave
acontecimiento de la desaparición del socialismo europeo en el poder
hace 25 años. Y hoy, año 2015, nuestra situación en la arena
internacional es mucho más favorable que entonces.
En realidad, el
futuro depende, sobre todo, de nosotros mismos. Tenemos suficiente
espacio para nuestro progreso y desarrollo si aplicamos políticas
acertadas y mantenemos en el poder, a todos los niveles, los principios
éticos que hicieron posible el triunfo de la revolución. Tal como previó
José Martí en el siglo XIX y lo afirmó Fidel en el 2005, la revolución
sólo puede ser destruida desde adentro.
La revolución puede ser
destruida por políticas equivocadas y por la corrupción de los
dirigentes y funcionarios. Si se practican políticas a favor del pueblo,
de todos los ciudadanos y se mantiene el vínculo estrecho entre
dirigentes y dirigidos, trabajando y luchando por objetivos comunes y
con una conducta ejemplar y transparente de los cuadros de dirección, no
faltará la fuerza necesaria para enfrentar y derrotar al enemigo
externo. Nuestra experiencia histórica lo demuestra.
Se trata
ahora de hacer nuestra parte en cambiar lo que necesita ser cambiado y
hacerlo con la mayor celeridad posible. Esto implica cambiar modos de
pensar y de hacer, romper rutinas y, sobre todo, empoderar al pueblo
como contralor de la nación a todos los niveles.
Entre las tareas
urgentes la primera es crear condiciones para favorecer el desarrollo de
las fuerzas productivas del país. Esto pasa por estimular la iniciativa
personal y colectiva dentro de una economía mixta en la que el Estado
se concentre solamente en los medios fundamentales de producción y
servicios y exista suficiente espacio para pequeñas y medianas empresas
individuales y colectivas. No hay que olvidar que los valores de uso que
producimos son también valores de cambio, mercancías, y que seguimos
utilizando esa mercancía que expresa el valor de las demás: el dinero.
Se necesita revalorizar el papel del mercado y armonizarlo con la
planificación.
Si no eliminamos la incongruencia de dos monedas
nacionales, con una de ellas con valores dispares según el uso y que va,
desde 25 CUP por un CUC hasta uno por uno, no encontraremos modo de
ordenar nuestras finanzas. Esto no admite más dilación.
Un
elemento esencial es que los trabajadores puedan realmente vivir de su
salario y no sean compelidos a delinquir o depender de remesas del
extranjero.
Disminuir y simplificar el aparato burocrático que
administra el país es otra necesidad para ahorrar tiempo y gastos
innecesarios que permitirían contar con recursos para mejorar la
situación salarial de los verdaderamente necesarios.
Ni
paternalismo creador de vagos, ni igualitarismo desestimulador de los
laboriosos. Sí igualdad de oportunidades, sin manipulación ni
discriminación, y estímulo, material y moral, al mérito, al trabajo, al
servicio a la comunidad y al país para lograr el socialismo próspero
deseado.
Y estas cosas no tienen que esperar a que se levante el bloqueo para realizarlas.
La pobreza, bien se sabe, no es la forjadora del ser humano mejor a que aspiramos. Tal como advirtió José Martí:
Ser
bueno es el único modo de ser dichoso. Pero, en lo común de la
naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno (8-289)
La única manera de concebir el bien general es halagar y proteger el trabajo y el interés de cada uno (6-271)
Tomado del Blog Cubano en 1er plano
*
Poeta cubano. Profesor, editor, fue vicedecano de la Facultad de
Humanidades. Ha ocupado numerosos cargos diplomáticos, en Cuba y en el
Servicio exterior.
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