Creo que es hora de pensar para luchar y de pensar cómo triunfar en las actuales circunstancias por difíciles y complejas que sean.
Lo que voy a decir, antes que nada, busca las implicaciones que tiene la crisis de las teorías hegemónicas que se basan en la idea de civilización, progreso, modernidad, o desarrollo.
Lo que voy a decir busca también aclarar la crisis en que nos hallamos quienes pensábamos en términos más o menos lineales en una historia que llevaría del feudalismo al capitalismo, al socialismo parlamentario o estatal y de éste al socialismo post-capitalista o comunista, tesis que en los países coloniales o semi–coloniales enarboló una descolonización en que tomarían el poder las clases oprimidas y colonizadas para seguir sus propios caminos de liberación y construcción del socialismo, objetivo que sólo fue alcanzado por la Revolución Cubana y el Movimiento “26 de Julio”, en una victoria que amerita una reflexión mucho más profunda que nos aclare problemas y soluciones que no son sólo para Cuba sino para el mundo.
Por más que nos cueste reconocer hoy los fracasos de las tesis lineales conservadoras y revolucionarias, nos será imposible resolver cualquier problema actual si no llevamos al terreno de la conciencia, de la dialéctica y el diálogo, lo que realmente hacía y hace imposible el logro de la liberación humana en el caso del capitalismo, y lo que nos faltó o sobró a quienes teniendo la posibilidad de la liberación en los estados-nación del llamado “campo socialista” no logramos nuestras metas en una inmensa región del mundo en que asistimos hoy a la restauración del capitalismo. Esa reflexión necesaria será lamentablemente incompleta si no prestamos igual o mayor atención a las razones del triunfo de Cuba.
Una reflexión colectiva realmente profunda tendrá que orientar nuestras actuales luchas para rechazar lo que nos sobró y para incluir lo que nos faltó en una amplia región del mundo. En esa reflexión, Cuba como victoria ejemplar, hoy asediada y cercada por el imperio más poderoso y agresivo del mundo, nos lleva a recordar y parafrasear un hecho sorprendente que hoy planteamos preguntándonos ¿”Qué tiene Cuba que el imperialismo no pudo con ella” a pesar del prolongado bloqueo y de los incontables asedios de que se hizo objeto a la Isla y sus habitantes?
No sólo será importante destacar lo que Cuba hizo y hace en su lucha por el socialismo y la liberación, ni sólo aclamar lo que se propone hacer para consolidar su proyecto emancipador. También será importante destacar las medidas que el movimiento revolucionario cubano forjó y que no sólo son aplicables en Cuba, que enseñan y señalan un camino universal, parecido en medio de la diversidad.
Como cabe imaginar, lo primero es reiterar algo que hemos afirmado una y otra vez, y es que la libertad, la justicia y la democracia sólo podrán alcanzarse en el socialismo, y que sólo las organizaciones y movimientos que practiquen en su seno las medidas que fortalezcan los objetivos del socialismo podrán lograr y consolidar la justicia social, la democracia y la libertad.
Sólo cuando el poder de decisión sea de los trabajadores, de las comunidades y de los pueblos, y éstos luchen armados de ideas, armados de moral de cooperación y acción colectiva, y adiestrados en el uso de armas defensivas de su soberanía y de su vida; sólo cuando implanten las organizaciones más idóneas –horizontales y verticales– en la economía, el gobierno y los servicios podrán consolidar y defender los proyectos emancipadores.
Y precisamente por eso muchos somos quienes queremos que se haga un mundo en gran parte parecido a lo que se hace en Cuba, por supuesto, sin que los procesos emancipadores de otros pueblos y naciones sean “calca y copia” sino “creación heroica”, creación original y universal. Que cada pueblo, cada nación, “a su modo” –como dirían los zapatistas–, construya con el socialismo la democracia, y con ambos la justicia y la libertad.
Pero antes de concretar esos objetivos y las medidas que en Cuba se tomaron y toman para alcanzarlos, para preservarlos, para impulsarlos, querría traer a cuentas la situación de crisis que padece la Humanidad en la organización del trabajo y de la vida, bajo el dominio de un capitalismo global que volvió a regir en todos los países del antiguo campo socialista, con excepción de Cuba, y no porque fuera Cuba una gran potencia, ni porque estuviera lejos de Estados Unidos, ni porque contara, hasta hace más de una década, con el apoyo del extinto campo socialista, que desde entonces faltó.
Ambos problemas me gustaría esbozar: ¿En qué situación se encuentra la organización del trabajo y la vida en el capitalismo?, y ¿qué le permitió a Cuba construir un sólido camino al socialismo que, entre variantes, muestra tener mucho de aplicable en la emancipación humana?
Al considerar la organización del trabajo y de la vida en el capitalismo destacan los siguientes hechos que no podemos olvidar en ningún razonamiento que se refiera al colapso de ese sistema y al comportamiento cada vez más irracional de las políticas que aplica, y cuya racionalidad tecnológica no logra ocultar ni la barbarie con que actúa ni los peligros que implica:
1º. Siendo el principal valor, o “atractor” del sistema capitalista la maximización de utilidades, de riquezas, y de poder, cualquier objetivo que frene la codicia estructural del sistema es patológicamente “negado” en su totalidad, en su causa, en sus efectos redentores, o acallado mediante políticas ilusorias de quienes pretenden e incluso creen que van a resolver los problemas dentro del sistema.
2º. El capitalismo ha sufrido varias crisis de sobreproducción y subconsumo cuyo inicio se expresó claramente a finales del siglo XIX con el desarrollo creciente del capital corporativo, de las innovaciones tecnológicas y del imperialismo, en que la “renta” de las colonias y países dependientes subsidió a las socialdemocracias reformistas o a las bases de apoyo de las dictaduras fascistas y populistas de los países metropolitanos que así frenaron el movimiento revolucionario.
La actual crisis es significativamente distinta de las anteriores: es una crisis terminal en que hasta las soluciones del “estado benefactor o social” han entrado también en crisis, y en que los “sistemas inteligentes autorregulados, adaptables y creadores” así como la robotización creciente de la producción y de los servicios, hacen imposible abandonar el neoliberalismo triunfante y regresar a Keynes, o regresar a la socialdemocracia, o regresar al populismo de izquierda o de derecha y con ellos superar los problemas sin estrechar cada vez más los vínculos con los trabajadores formales e informales y con las comunidades asediadas y crecientemente despojadas de sus tierras y territorios.
Es más, el capitalismo actual no tiene por qué regresar al nazi–fascismo metropolitano y sus campos de concentración, cuando ha demostrado ya que puede eliminar con “guerras a modo”, “Estados virtuales” y otros recursos, como las pandemias y el hambre, a una inmensa población “sobrante”, y cuando sin necesidad de ir a raptar esclavos en la periferia mundial, éstos van por su cuenta y –entre muertos y desaparecidos– tocan a sus puertas para ser recibidos con gotero y a regañadientes con esas políticas que los funcionarios neoliberales llaman “humanitarias”. Keynesianismo y populismo de izquierda con creciente predominio de la burguesía no tienen ni la menor posibilidad de regresar y consolidarse, tras la gran derrota que sus partidarios sufrieron en las últimas décadas del siglo XX.
3º. Es cierto que al mismo tiempo la organización del trabajo y la vida muestran hoy más que nunca inmensas injusticias y crecientes desigualdades, pero éstas son consecuencia del éxito que han alcanzado quienes dominan el sistema.
Es un hecho: la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción se ha vuelto a la vez mucho más eficaz y efectiva que nunca con el enorme impulso que le han dado las ciencias de la complejidad y las tecnociencias, y “paradójicamente”, al mismo tiempo, ha colocado al capitalismo en una situación crítica, sin precedente en la historia.
La notable eficacia con que logran enriquecerse “más y más” “menos y menos” accionistas de las corporaciones y los complejos empresariales–militares–políticos–y– mediáticos, ha incluso derivado en una nueva contradicción de la historia, en que el hombre está al borde de acabar con la vida en la Tierra, afirmación que es rotundamente negada por las fuerzas dominantes y por buena parte de sus ideólogos y apologistas, mientras numerosos científicos rigurosos y honestos, que incluso forman parte de las comisiones intergubernamentales, descubren y publican datos sobre un creciente y variado peligro de ecocidio o de eliminación de la biósfera….Y esta es otra tragedia…el conocimiento científico que comprueba la crisis es descalificado e incluso perseguido por los más distintos medios sicológicos, sociales y políticos. En realidad el conocimiento científico puso en crisis a “la sociedad del conocimiento” y entró en crisis con remedios que de aplicarse darían al traste con los jugosos negocios de las corporaciones y complejos…y con sus codiciosos y coléricos beneficiarios y malogradas estirpes.
De los hechos señalados muchos estamos más o menos conscientes, pero a la gravedad y variedad de las amenazas a la vida en la tierra no le prestamos suficiente atención y otro tanto ocurre con tres hechos más que se añaden a los anteriores y que son fundamentales para comprender y actuar en el mundo realmente existente. Nos referimos a:
4º. La existencia de dos bloques en creciente enfrentamiento, destinados a competir por los recursos y mercados de la Tierra: el Bloque Oriental en formación, encabezado por Rusia y China, y el Bloque Occidental, en que Estados Unidos no sólo ha logrado sumar bajo su liderazgo a la Unión Europea, sino fortalecer el Proyecto de un Dominio Unipolar que considera posible imponer con su gran experiencia neo-colonial y contrainsurgente, perfeccionada con sus modelos de “sistemas inteligentes, autorregulados, adaptables y creadores”. Se trata de un proyecto en que el complejo empresarial-militar-político y mediático de Estados Unidos está empleando todo género de recursos pacíficos y violentos, financieros, sicológicos, militares y para-militares, con escenarios de guerras reales y virtuales, cuya guía es el neoliberalismo global destinado a la estructuración de su poderío también global, un poderío que ya asoma como inmensamente destructivo y autodestructivo.
5º. La proliferación de guerras en que nadie lucha por un proyecto emancipador sino en que las ideologías y los programas político-sociales han sido suplantados por feroces carnicerías contra “el terrorismo”, el “narcotráfico” y el “crimen organizado”, en que estados simulados y actores disfrazados son instrumento de gobiernos y corporaciones que al mismo tiempo que por su intermedio imponen el terror y la destrucción de ciudades y pueblos, de campos, mares y montañas, así como de sitios sagrados logran que los supuestos fieles destruyan y desprestigien a pueblos enteros, a los que simulan representar en sus clásicas versiones sobre “los bárbaros” cuando en realidad muchos de los supuestos fingidos islamistas, fanáticos y “combatientes por la libertad” son reclutas, entrenados, armados, aprovisionados y respaldados como “fuerzas especiales” de la globalización.
Y en ese mundo estamos, en un mundo que trata de imponer el imperio global del gran capital corporativo, en combinación de fuerzas entre los complejos empresariales, militares, políticos y mediáticos. Un mundo que ya ni siquiera se propone un proyecto de civilización, progreso, desarrollo, ni el de socialdemocracia, socialismo, o comunismo. Un mundo que practica el culto de la eficiencia, y la eficacia para el apoyo a las inversiones de las empresas corporativas, y que al mismo tiempo renueva “la cultura de la caridad” y de los llamados “actos humanitarios”, mientras estimula por todos los medios la cultura del egoísmo, del consumismo y del individualismo, y esconde en todo lo que puede el imperio de la colusión, la cooptación y la corrupción combinados con la represión.
6º. A la gigantesca tragedia se añade, tanto en Oriente como en Occidente, la prohibición de señalar su gravedad moral y material, y la prohibición de investigar y documentar lo que en verdad ocurre de injusticia, dolor y destrucción que afecta a la inmensa mayoría de la humanidad, y a toda la tierra y a toda la vida, y a ésta como un hecho novedoso científicamente comprobado.
El “conocimiento incómodo” como se le llama, o conocimiento “negado”, descalificado, florece bajo una orden de callar dictada por los neoliberales globalizadores, y también por los nuevos ideólogos que racionalizan la restauración del capitalismo.
Es así como se acrecienta el gran problema de la humanidad, sobre el que se prohíbe pensar, o al que se descalifica y persigue por todos los medios, en una batalla contra el conocimiento que se inicio desde que en la Universidad de East Anglia se descubrió que el calentamiento global y todas sus consecuencias son de origen antropogénico. Esa amenaza a la vida, lejos de ser la única, posee entre otros muchos recursos ecocidas una cantidad inmensa de bombas nucleares y de armas sofisticadas que hoy manejan gobiernos incendiados en una cultura de la venganza y la cólera, a los que gustosos proveen la grandes potencias para las que el sector armamentista es uno de los que más contribuyen a la marcha del capitalismo y de los macro-negocios. Bombas nucleares con drones que las guían y sistemas perfeccionados de lanzamiento; calentamiento global, incremento del Hoyo de Ozono, destrucción y sobreexplotación de llanos y selvas, de mares y recursos subterráneos, polución creciente del aire en los conglomerados urbanos… son fenómenos de lamentar y también de denunciar. En cuanto a las políticas para detenerlos corresponden a compromisos cuyos responsables sólo ofrecen corregir parte de los males y de las causas que los provocan, sin que cumplan lo que prometen ni en la magnitud ni en los tiempos en que dicen que van a cumplir.
A tan siniestro panorama, entre lamentos y críticas inconsecuentes y a los que la humanidad se ha acostumbrado, se añaden muchos hechos más que revelan la crisis intelectual, económica, cultural, política y moral del capitalismo, dominante en el mundo entero, y en que la única esperanza de solución como Estado–Nación, asoma en Cuba, y en nuevos y notables movimientos sociales en el mundo, como los de los indios mayas del sureste mexicano conocidos como zapatistas, a quienes se añaden muchos otros que aportan elementos emancipadores capaces de reanimar la esperanza. Precedidos por Cuba ven en esa pequeña Isla un punto de apoyo para defender la vida y la libertad, y para construir otro mundo posible y viable, un “mundo Moral” en que el egoísmo ceda a las virtudes humanas acalladas en esta lucha de clases y de imperios, que gobiernan con la fusión de las corporaciones, los complejos empresariales–militares–políticos y mediáticos y el crimen organizado.
De Cuba y de quienes sigan caminos parecidos de emancipación humana dependerá el triunfo de una revolución armada de ideas, de moral y de fuerzas de cooperación y lucha, así como del valor, la entereza, la disciplina y la dignidad…
7º. Es en este contexto en el que pensar en Cuba y su papel en el futuro del mundo resulta de la mayor importancia para conocer la gravedad de los problemas y también en la posibilidad mundial de analizar la solución de los mismos a partir de la experiencia de Cuba y el Mundo. El futuro será muy distinto si se lucha y hace lo que Cuba ha hecho y por lo que ha luchado al romper en los hechos la falsa contradicción entre la democracia y el socialismo, entendida la democracia como la toma de decisiones por el pueblo organizado y sus comisiones especializadas, y entendido el socialismo como un sistema en que el principal objetivo o atractor, lejos de ser la acumulación de utilidades y riquezas sea la alimentación, la vivienda, la salud y la educación con la participación de los trabajadores en la toma de decisiones, en la producción y los servicios y en la política no sólo económica sino social, cultural, así como en la de los órganos del poder popular y ciudadano, y en las comisiones que apliquen y cumplan con los programas aprobados.
Advertir las posibilidades concretas que el proyecto cubano tiene, y reconocer en él la realización universal de un anhelo histórico que respete la diversidad de creencias, de ideologías, de razas, sexos, inclinaciones sexuales y edades y que con la Justicia social e individual hermane la Libertad, y haga de ambas sus principal valor y meta, será reconocer lo nuevo en la dialéctica de la historia o la nueva dialéctica de la historia.
Cuba es un país que ha mostrado una inmensa capacidad de lucha y negociación, sin que en ningún momento de la lucha o la negociación haya renunciado a sus valores y objetivos centrales. La nueva dialéctica parece indicar que en el futuro se darán fenómenos de lucha y negociación y que en ellos, lo no negociable será el socialismo democrático y la justicia social e individual y lo que habrá de negociarse serán las alternativas y la transición a un mundo capaz de preservar la vida, la justicia, la libertad y la soberanía de pueblos, trabajadores y ciudadanos.
Sobre el camino de la resistencia y lucha de Cuba por mantener su proyecto emancipador nada pude ser más acertado que recordar aquellos discursos pedagógicos y revolucionarios de Fidel cuando en los inicios de la Revolución Cubana, durante horas y horas, en la Plaza de la Revolución hablaba a los guajiros y a su pueblo para que acrecentaran su voluntad, su conciencia y su conocimiento de los valores y metas de la Revolución.
Hoy, cuando el analfabetismo ha desaparecido y la escolaridad es universal y alcanza los más altos niveles, cuando los contingentes del pueblo cubano están organizados a lo largo y ancho del país, y compenetrados en su inmensa mayoría de los valores de la revolución, y cuando a sus conocimientos, su conciencia y su voluntad añaden su capacidad para tomar decisiones cruciales en el gobierno de la Isla, como ha ocurrido en numerosas ocasiones en que Cuba mostró claramente la imposibilidad de que una guerra internacional o civil lograra destruirla, nada mejor para ganar la nueva lucha que plantean las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, que hacer efectivas las palabras del reciente discurso que Fidel ya no pronunció ante los campesinos y los guajiros sino ante los hijos de los mismos que lo escucharon en la Universidad de la Habana, al lado de jóvenes provenientes de esos sectores medios que se perfilan en la sociedad cubana según Fernando Martínez Heredia.
De las palabras de Fidel se deducen, con la mayor claridad, tanto la estrategia a seguir por la juventud y el pueblo de Cuba en el mundo actual, como la que seguirán los representantes del complejo–militar–empresarial–mediático y político de Estados Unidos y otros gobiernos y corporaciones del mundo capitalista, si se atreven a conocer la verdad y optan por una política que asegure la vida en el Planeta. Semejante camino, lejos de ser increíble, corresponde a una realidad que se expresa aquí y allá en el largo discurso, con expresiones y palabras como las siguientes sobre nuestra propia fuerza actual y potencial:
“poseemos armas nucleares en virtud del poder invencible de las armas morales”.
Esas palabras son exactas: la estrategia de la resistencia del pueblo cubano y otros pueblos está en el poder de sus armas morales y en la demostración que hagan de ellas contra la política de colusión, de cooptación, de corrupción, de intimidación que llevó a la restauración del capitalismo en el llamado campo socialista; “los jóvenes de hoy deben luchar –dijo Fidel– con las armas morales por encima de las ideas de su clase”, como han luchado a lo largo de la historia de Cuba y del Mundo, y como empezó a luchar Fidel, “hijo de terrateniente”. Y agregó: Todos los “hombres de pensamiento” leen y leerán a Martí, el que hizo de la moral un concepto revolucionario invaluable.
Y ya pensando en la Tierra, en el Planeta, Fidel exaltó “la brevísima historia de la especie humana buscando una sociedad justa… frente a un repugnante sistema” como el actual, e hizo ver que “estamos frente a una gran batalla, que debemos librar, que vamos a librar y vamos a ganar, que es lo importante”. En la lucha incluyó una y otra vez a los parásitos y sinvergüenzas que comercian en los mercados escondidos y que se encuentran entre los enemigos principales de una sociedad justa. “Estamos envueltos en una batalla —dijo textualmente—contra vicios, contra desvío de recursos, contra robos, y allí está esa fuerza con la que no contábamos antes de la batalla de las ideas, diseñada para librar esa batalla”.
“En esa batalla no debe haber tregua con nadie” –añadió–. “Cada cosa se llamará por su nombre” y “se apelará al honor de cada sector”, sin que la autocrítica se quede en autocrítica, sino se sancione el inmenso daño que hacen “los sinvergüenzas”. Son las palabras que empleó. Y a ellas Fidel añadió ese tipo de resistencia en lucha frente a lo que el imperialismo usa como un arma poderosísima: el individualismo, la traición al proyecto emancipador por interés personal o familiar, o de grupo y clientela, y que atendiendo a ese interés limitado hace un daño inmenso al interés general de la liberación, de la emancipación, de la revolución. Y también recordó una experiencia personal muy importante para la acción ecuménica de Cuba, en que habiendo pasado del comunismo utópico al marxismo, cuando había ido a Chile en l971 había confirmado que a su respeto de las ideas religiosas, era necesario añadir, con la Teología de la Liberación, “la idea de unir fuerzas y luchas” y a ese respecto trajo nuevamente a cuentas la moral como fuerza. Dijo: “los valores éticos son esenciales, sin valores éticos no hay valores revolucionarios”.
Muchas otras líneas de conducta para la estrategia de la resistencia y la lucha por la justicia, la libertad y la vida se deducen del texto; pero quiero limitarme a los problemas que Fidel plantea a todo el mundo con la siguiente pregunta: ¿”Pueden o no impedir los hombres… puede o no impedir la sociedad que las revoluciones se derrumben”? Y él hace ver que si se lucha con honestidad, con seriedad, con disciplina, con trabajo incansable, y si se reconoce que no se sabe cómo va a ser todo el proceso histórico que viene, ni todo lo que vamos a ir descubriendo, y si se reconoce que estamos decididos a enseñar y aprender, y se recuerda que no puede uno confiar en el imperialismo y que hay “millones de cubanos preparados para la guerra de todo el pueblo”, y si se logra “la ausencia total del miedo”…. no sólo se preservarán los logros de la revolución sino “se podrá decir en la voz de millones o de cientos de miles de millones: “¡Vale la pena haber nacido! ¡Vale la pena haber vivido!”.
Y con esas palabras termino las mías seguro de que Cuba y la Humanidad alcanzarán la justicia y la vida en la tierra.
(Fuente La Jornada)
Sociólogo y crítico mexicano condecorado por la Unesco en 2003 con el Premio Internacional José Martí por su defensa de la identidad de los pueblos indígenas de América LatinaTomado de Cubadebate
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