Por Emilio Marín*
La
revolución cubana está cumpliendo 57 jóvenes años. Entre su último
cumpleaños y éste, media el restablecimiento de embajadas con su mal
vecino. Eso fue bueno, pero muy incompleto. Cuba sigue su curso,
original y nada dogmático.
Quizás por ese problema del calendario, el pueblo cubano festeja más el 1 de mayo, con marchas multitudinarias, y sobre todo el 26 de julio, aniversario del ataque al Cuartel Moncada, durante la dictadura de Fulgencio Batista.
¿Cómo llega la Mayor de las Antillas al 57° aniversario de la caída de ese régimen que la había convertido en un garito y virtual colonia norteamericana? Llega bien, aunque para nada exento de autocríticas. Ya las están haciendo los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), reunidos bajo la presidencia de Esteban Lazo.
Cuba tuvo el apoyo de 191 países en la 70° Asamblea General de la ONU, el 27 de octubre pasado, cuando se sometió a votación el levantamiento del bloqueo estadounidense. Si bien desde 1992 se venían registrando votaciones positivas, esta vez fue una goleada histórica pues sólo se registró el voto negativo del propio bloqueador (EEUU) y su socio menor, Israel.
Esa correlación internacional de fuerzas motivó que el 17 de diciembre de 2014 Barack Obama tuviera que liberar a los tres héroes cubanos presos durante 16 años en EE UU y anunciar que comenzaba una negociación con La Habana apuntada al restablecimiento de relaciones diplomáticas.
Y en efecto, entre julio y agosto los dos cancilleres reabrieron sus respectivas embajadas. En el interín el presidente norteamericano hizo declaraciones contrarias al bloqueo, admitiendo que había sido una política equivocada. Por supuesto que no renunciaba al objetivo final de ese mal instrumento: la caída del régimen socialista. Seguiría con esa meta, sólo que ahora por otros medios...
La postura cubana fue perfecta. Saludó el cambio de su mal vecino y estuvo de acuerdo con la reapertura de sedes diplomáticas. Raúl Castro se reunió con su colega yanqui en la Cumbre de las Américas en Panamá y luego en Nueva York, en reuniones de la ONU. Pero tanto el presidente como el canciller, Bruno Rodríguez Parrilla, en esos ámbitos, repitieron sus reclamaciones: 1) levantamiento del bloqueo; 2) devolución de Guantánamo; 3) cese de las campañas ilegales organizadas por Usaid y otras agencias; y 4) indemnizaciones que la isla debe recibir por daños económicos y humanos a lo largo de sucesivos ocupantes de la Casa Blanca, desde Dwight Eisenhower hasta Obama.
Hasta que esos cuatro puntos no tengan solución, no habrá una verdadera normalización de las relaciones cubano-estadounidenses.
Lo positivo.
Desde los discursos de Obama y Castro el 17 de diciembre de 2014 se puede valorar que el vínculo ha mejorado, parcialmente. Ya Washington había sacado a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, con lo que tendrá que devolverle 240 millones de dólares retenidos bajo aquellas acusaciones. También tuvo que flexibilizar, bien que en mínima proporción, aspectos del bloqueo, como dar licencias generales dentro de las 12 categorías de viajes de norteamericanos a la isla prohibida, aumentar el límite de compra de estos viajeros hasta 400 dólares y permitir que estos turistas pudieran usar sus tarjetas de crédito. Obama también autorizó exportar a Cuba materiales de construcción, herramientas y equipos, sólo para el sector privado, que viene en cierto ascenso al calor de las reformas del socialismo.
Con el sector estatal cubano apenas se dio vía libre para que dos firmas norteamericanas firmaran acuerdos con la cubana Etecsa y se autorizó, en forma de prueba, el servicio postal. Seguirán, ampliados los vuelos chárter, y quedarán para 2016 los viajes de líneas regulares.
La enumeración de esos avances permite concluir que hubo leves retoques al bloqueo, y eso es positivo para Cuba. En simultáneo, se deduce que Obama quiere hacer hocicar a su vecino y por eso mantuvo lo esencial de aquel crimen de guerra.
Peor aún, en el último año aplicó multas a bancos internacionales que habían operado con Cuba. El ex ministro de Economía José Luis Rodríguez, en su artículo "El impacto económico del 17 de diciembre, un año después", recuerda que "fue penalizado el banco alemán Commerzbank con una multa de 1.710 millones de dólares por violar las leyes del bloqueo y también tuvo que pagar el pasado octubre 787 millones el banco francés Credit Agricole por el mismo motivo".
El gobierno norteamericano no aceptará los reclamos de levantar el bloqueo, ni siquiera en los aspectos que dependen de la Casa Blanca y al margen de lo establecido en la ley Torricelli de 1992 y la Helms-Burton de 1996. No permite que Cuba use el dólar para sus transacciones, comercie y busque y lleve sus productos con sus propios fletes.
Lo poco de flexibilizado de esa política derrotada 24 veces en la ONU gira en torno a fomentar el capitalismo privado en la isla y evitar acuerdos o inversiones con el Estado. Es una jugada peligrosa e inteligente: debilitar al estado socialista y empoderar a los sectores de burguesía naciente que puedan estar levantando cabeza al socaire de las reformas. Si ese potencial aliado acumula capital, presencia en los medios, etc, entonces la relación de EE UU con ese segmento burgués puede ser un buen negocio en todo sentido, también en el terreno político.
Revolución no dogmática.
Si la revolución cubana llegó hasta aquí es porque, entre otras virtudes, no es dogmática. Tiene sus principios y grandes banderas que no negocia, como le consta a la administración Obama, pero sus políticas concretas y planes para construir el socialismo van cambiando según aciertos, errores y nuevas tareas, amén del contexto internacional.
La industria azucarera cubana, que en noviembre pasado debió demorar unos días por factores climáticos el inicio de la zafra, no es la misma espina dorsal que pretendía llegar a las 10 millones de toneladas en 1970.
Hoy ocupan un lugar mucho más importante el turismo, que terminará este año con 3.5 millones de turistas, la biotecnología e industria de los medicamentos, los servicios médicos, la construcción, etc.
Con los auspicios de la Ley 118 de la Inversión Extranjera, avanza un proyecto estratégico de apertura a la inversión extranjera: la Zona Especial De Mariel (ZEDM). Allí se construye un puerto de aguas profundas, el mayor del Caribe, para barcos contenedores (el cronista no lo sabe pero infiere que puede estar ligado al canal interoceánico que Nicaragua emprenderá con técnica y financiamiento chinos).
En Mariel ya hay inversiones brasileñas, belgas, mexicanas y españolas, que radicarán empresas de varios rubros. Semejante apertura descoloca más aún al imperio pues muchas empresas estadounidenses han expresado interés por el comercio con el vecino.
Esa búsqueda de inversión extranjera es un signo de frescura y no dogmatismo de la revolución cubana, que pone límites en Mariel. Uno es que la extracción de recursos naturales, la prestación de servicios públicos, el desarrollo de la biotecnología, el comercio mayorista y el turismo, tendrán participación mayoritaria cubana.
Otro límite, surge de las palabras de Ana Teresa Igarza, directora general de la Oficina de la ZEDM: "esas primeras empresas extranjeras son pequeñas; tenemos expedientes de otras más fuertes casi concluidos, pero vale aclarar que la Zona no es sólo para los grandes sino también para medianos y pequeños, de personas jurídicas o naturales de cualquier país cuyos proyectos nos convengan".
El faro.
Aquella búsqueda de inversiones es fruto de la necesidad. La isla creció 4 por ciento su PBI en 2015 y necesitará 2.000 millones de dólares para una meta similar en 2016. Con los pies sobre la tierra, la Asamblea presidida por Lazo está discutiendo crecer 2 por ciento para el año entrante.
Modestas, sus metas se van cumpliendo, como que pudieron este año entregar 22.000 nuevas viviendas, la mayoría construidas por el Estado con una parte de particulares y cooperativas.
Haber bajado la mortalidad infantil al 4,2 por mil niños nacidos vivos y sido el primer país en cortar el contagio de madre infectada con HIV al bebé, son logros que deben ponerse a la par o por encima de cómo anduvo la zafra o la extracción del níquel.
Prensa Latina informó el 28 de diciembre que se había cerrado la epidemia del Ébola en África occidental: "los tres países que sufrieron la epidemia, Sierra Leona, Liberia y Guinea, sumaron 28.600 contagios, de los cuales fallecieron 11.300". Allí estuvieron dando una mano los médicos cubanos, los primeros en llegar.
A la hora de soplar las 57 velitas ni Raúl ni Fidel Castro creerán que el suyo es un paraíso terrenal. La Asamblea Nacional discute errores de planificación, demoras, burocratismo, ineficacia, ausentismo laboral y otras lagañas que el socialismo, aún el martiano, no logró sacarse de los ojos. Le es más fácil operar de cataratas y pterigium el ojo humano, en forma gratuita (Operación Milagro).
Una de sus cualidades se potencia en estos días aciagos latinoamericanos, por las derrotas en Venezuela y Argentina. La revolución cubana es un faro para toda la región, demostrativa de que otro mundo es posible. Cuando ciertos ánimos decaen, por esas derrotas, deberían volver la mirada hacia Cuba. El faro sigue allí, para navegantes extraviados, mareados o desmoralizados.
Diario La Arena
*
Pseudónimo del periodista argentino Sergio Ortiz, Secretario General
del Partido de la Liberación de Argentina. Es miembro del Club Argentino
de Periodistas Amigos de Cuba (CAPAC).
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