domingo, 31 de enero de 2016
¿In-comunicación política?
Por Harold Cárdenas Lema
Últimamente estoy haciendo las paces con el hecho de que vivimos en una revolución incompleta, de no pedirle peras al olmo sino buscar una forma de contribuir a que sea lo mejor posible. Y confieso que me preocupa volverme conservador o conformista, que llegar a los treinta me comience a pasar factura.
Para evitar esto he decidido escribir lo más posible sobre las obsesiones que me han perseguido durante los cinco años que llevo existiendo en Internet. Hoy comienzo con una de ellas: la escasa comunicación política que se hace en Cuba. Y cuando digo escasa quizás ya sea un eufemismo optimista.
El día que René González habló en la televisión cubana sobre cintas amarillas y justicia, creó un símbolo político que movilizó al país, lamentablemente, iniciativas como esa son la excepción y no la norma. El país que hace unas décadas tenía el líder más carismático del continente, después de la ausencia de este de la esfera pública, vive momentos de poca (otro eufemismo) comunicación política. Pero, ¿es viable que en un país tan instruido la comunicación gubernamental sea esporádica y unidireccional? ¿Acaso eso fortalece el proyecto nacional?
El 2015 fue el año en que Cuba y Estados Unidos abrieron sus respectivas embajadas. La actividad nuestra en Washington fue una mezcla de solemnidad y festejo donde estaban nuestros amigos. La apertura acá el 14 de agosto, fue una lección de cómo generar símbolos que transmitan empatía con fines políticos. Desde los autos yanquis detrás de la embajada, hasta John Kerry hablando en español y recogiendo su bastón, sin olvidar a los antiguos marines y el cubanoamericano poeta. No desperdiciaron una sola oportunidad para afianzar su imagen.
Estamos en desventaja. Mientras nuestras figuras políticas evitan tener presencia en redes sociales (renunciando a esa arma que ha caracterizado el resto de los países latinoamericanos en caminos socialistas), Obama se saca selfies y participa en programas humorísticos en su país. Su discurso el 17 de diciembre generó mucha simpatía entre los cubanos, ¿cuál es el plan para combatir esto? ¿No es un peligro que el acercamiento entre países muestre el contraste de comunicación política y terminamos perdiendo la pelea por nuestros propios esquemas?
La ausencia de una oposición creíble o un período limitado de tiempo para demostrar eficiencia en la gestión política, nos ha permitido llegar hasta aquí pero a lo interno provoca daños colaterales. Los efectos son visibles, desde el presidente abogando por un mejor periodismo sin lograr muchos resultados por la inercia del sistema de comunicación y las desviaciones en la relación Partido-Prensa, hasta el viejo discurso de rehuirle a la crítica para no dar “armas al enemigo”. En la batalla por el cambio de mentalidad, todos subestimamos la capacidad de esa mentalidad obsoleta por autopreservarse.
En un taller de redes sociales y medios alternativos en el Palacio de las Convenciones en 2011, cuando los venezolanos presentaron su @chavezcandanga un funcionario nuestro dijo que pronto en Cuba tendríamos algo similar, ya estamos en el 2015. En nuestros países hermanos de América Latina donde la cultura política es muy baja, se hace bastante comunicación en este sentido. Según un viejo proverbio: “no basta con ser, hay que parecer”. Somos un país con muchas cosas positivas que mostrar desde hace tiempo y no lo hacemos, o lo hacemos mal.
Quizás esto último ocurre porque se quiere dar una imagen tan estereotipada, tan impoluta, tan políticamente correcta que no resulta creíble. Si hacemos un repaso rápido a los medios masivos de Cuba veremos que en ellos están ausentes buena parte de los temas que están a debate en la agenda pública. Otro fenómeno interesante son los límites de la crítica política en los medios de comunicación, incluso dentro de los propios medios oficiales hay zonas marcadas para la crítica.
En los periódicos digitales de nuestra prensa se publican cosas que nunca llegan a formato papel, así como algunos medios específicos están autorizados a practicar una crítica que es imposible para un medio provincial, o unos periodistas en la televisión pueden hacer programas críticos que otros no podrían.
El problema de la comunicación política es grave, pero las fuerzas más revolucionarias dentro del país son precisamente las que más hacen por fortalecerla e impulsar el espacio público de debate. Mientras un funcionario puede creer que con eufemismos y evitando la polémica se está defendiendo la Revolución (cuando en realidad se la destruye), líderes naturales como René González han abierto su espacio en las redes sociales y la blogosfera como mecanismo de expresión. Va llenando así los vacíos de una comunicación política que es bastante pobre.
No podemos esperar que alguien decida que esto es importante, hay que ser propositivos y actuar en este sentido. Hasta que nuestros políticos no entiendan que el lenguaje corporal, las nuevas tecnologías y el Internet son armas que se vuelven revolucionarias en nuestras manos, será Obama y no una figura cubana quien gane los corazones de los cubanos. Y no puede ser así.
Hay que urgir a quienes nos representan, que entiendan que el país necesita esa comunicación. No todos los dirigentes tienen la misma capacidad para hacerlo y debe respetarse también esto pero la ausencia de un mensaje empático por parte de nuestros funcionarios ya está costando caro. Se notan avances en los últimos tiempos, Raúl ha salido en público con más frecuencia y tiene victorias diplomáticas que todos hemos compartido como nuestras. Aun así, la comunicación política no es una opción voluntaria, en el contexto actual de Cuba (y quizás siempre) constituye también un deber que viene con el cargo. Es una lección para quien sea su sucesor en el futuro.
Tomado de La Joven Cuba
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario