jueves, 8 de mayo de 2008

Desapolillando archivos (*), por Rosa C. Báez

Furibunda lectora desde “mi mas tierna infancia”, (manida frase imposible de soslayar cuando quiere una referirse a aquellos “tiempos de senseribó”, como reza la canción) no hay pedazo de papel que se cruce en mi camino que no merezca al menos una mirada de soslayo… Me confieso vulgar y maleducada al clavar los ojos en cuanto libro osa leer alguien a mi lado en el ómnibus, o lleva en brazos al cruzar por mi lado… no se escapan de ello ni siquiera los pedazos de periódicos que vuelan a mi lado para morir, ofreciéndose, a mis pies… Antes de envolver cualquier cosa, los reviso primero, por aquello de alguna biografía, o un hecho histórico que tal vez algún vecinito acongojado precise para entregar en su escuela “mañana mismo”…

Y la vida me premia a veces con algún desconocido poema, o me hace enterar a destiempo de la actuación en la Habana de una de mis boleristas preferidas o, simplemente, me da el dolor de enterarme de algún hecho acaecido en el pasado del que no había tenido conocimiento…

Justo esto me paso anoche, cuando por azar cayó en mis manos una hoja de un Juventud Rebelde, diario de la juventud cubana, que continúa presentando una sección que –en su momento- no recibió toda la atención que hubiera debido prestarle…

De esa misma sección, la Tecla ocurrente, difundí recientemente el hermoso ejemplo de ética revolucionaria que fue “Lección” referido a la actitud de nuestro Comandante en Jefe, al abandonar el hábito de fumar… Anoche, me llamó la atención un sugerente título: “Abuelos y nietos”, en el que el desaparecido, pero nunca olvidado Cabrera Álvarez, nos habla de las tertulias que realizaba con sus seguidores, los llamados “tecleros”…

“Nada del otro jueves”, dirán mis ya casi aburridos lectores… pero continué leyendo la sección y casi al final, descubrí este desgarrante mensaje, que podrán revisar en la versión digital de la susodicha sección, del 30 de marzo de 2006:

“Marcelo

Mi amigo Marcelo Vera ha sido asesinado en Miami. Su inmenso padre Ernesto —desgarrado— me llamó. Los detalles: una golpiza brutal y cinco balazos; dice la policía (la misma que golpea y mata), que fue para robar, y él nada tenía. Sí le abundaba el amor a la Patria. Luchaba en solitario. En su contestador respondía un fragmento de un discurso de Fidel. Con el secuestro de Elián, salió a las calles a enfrentar a la mafia. También combatió por la libertad de los cinco prisioneros antiimperialistas. Él saltó al país equivocado, y decidió recuperar, a fuerza de coraje, el respeto de los suyos. Entiendo que murió por sus ideas en un país donde se persigue y asesina el pensamiento. No merece que su vida se cierre en silencio. No te olvido, hermano.”

Como un mazazo me golpeó esa noticia… hoy, que la llamada “paraprensa”, se dedica a ensalzar a supuestos genios del periodismo digital, fabricados por ellos mismos para denigrar la revolución. Hoy, que la alharaca mediática se alza para “alertar de los abusos cometidos en Cuba” contra un exinanido grupúsculo de mujeres que intentan usar el blanco como símbolo de una pureza de la que no pueden alardear, esta noticia, que pasó, sin penas ni glorias, en un pequeño rincón de nuestro periódico juvenil, se alza con toda la contundencia de una denuncia: Marcelo Vera fue asesinado en Miami.

Marcelo, posiblemente un joven, tal vez de esos que arriesgan su vida engañados por los cantos de sirena del imperio, y cruzan un estrecho plagados de tiburones tras el “sueño americano” para muy tarde descubrir que no era más que un sueño, por más que algunos muestren cadenas de oro –pero cadenas al fin- o muestren orgullosamente el “carro del año” –aunque a veces sea sólo alquilado o se lo lleven antes de terminar de pagar las mensualidades por falta de liquidez monetaria…

Marcelo, que llegó y vio y entendió cuál era su papel. Marcelo que luchó, que tal vez por vergüenza del paso errado permaneció allí, pero en cuyo contestador respondía un discurso de Fidel… Marcelo, un hermano que hace dos años murió, pero que está hoy más que nunca junto a nosotros. Marcelo, para el que digo hoy, desde lo más profundo de mi corazón que hoy lo llora, sin conocerlo, estas palabras del Maestro:

"Cuando se muere en brazos de la patria agradecida,

la muerte acaba, la prisión se rompe;

¡empieza, al fin, con el morir, la vida...!"

(*) Nombre que diera Guillermo Lagarde a “las antológicas estampas de aires costumbristas que lograron agotar las tiradas dominicales, tan bien ilustradas por su amigo Grant, de sagaz ingenio republicano”, en el propio periódico Juventud Rebelde. Véase, para más información sobre dicha sección:

http://www.juventudrebelde.cu/secciones/40-aniversario-jr/html/corresponsales.htm

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