domingo, 7 de septiembre de 2008

Las concecuencias de un Huracán: ¿Por qué los ciclones no matan en Cuba?, por Natasha Vázquez

El ciclón «Gustav» pasó por la isla sin dejar un solo muerto. En el resto del Caribe las tormentas se han cobrado estos días más de 200 muertos. ¿Cuál es el secreto para haber salido bien parada?

Marcela Piloto sabe bien qué significa perderlo todo y empezar de cero. Su humilde casa en Rancho Mundito (San Cristóbal, provincia de Pinar del Río) ha desaparecido más de una vez bajo la furia de los vientos. «Es duro, pero lo más importante es que los míos están bien». Y es que cada vez que se acerca alguno de esos caprichosos organismos tropicales que suelen pasar cada cierto tiempo y que parecen tener predilección por los pinareños, ellos se convierten en una cifra dentro de los cientos de miles de evacuados.

Es precisamente esta evacuación masiva una de las principales medidas que se toman en el país ante la inminencia de un huracán y que explican por qué las cifras de víctimas en la isla por esta causa son siempre mínimas si se comparan con las de otros países de la región. El más reciente de estos indeseables visitantes fue Gustav, que atravesó por el territorio cubano con fuerza 4 de un máximo de 5 en la escala Zaffir-Simpson, rompiendo todos los récords conocidos. Sin embargo, no hubo ni un solo fallecido. Este mismo huracán, pasando con fuerza inferior, dejó casi un centenar de muertos en el resto del Caribe y los Estados Unidos, una cifra que supera los doscientos muertos si se contabilizan las otras tormentas que se han sucedido en los últimos días.

La información exhaustiva ante la previsible llegada del huracán es el primer paso de la cadena que garantiza, sobre todo, la vida humana. El doctor José Rubiera, director del Instituto de Meteorología, es considerado casi de la familia por la mayoría de los cubanos, acostumbrados ya a su constante presencia en los medios de comunicación.

La Defensa Civil, por su parte, es la encargada de poner en práctica las medidas necesarias para llevar al mínimo las consecuencias del desastre. Para ello, se decretan distintas fases en cada territorio, que van desde la informativa hasta la de alarma ciclónica y posterior recuperación, en función del peligro que represente el meteoro en cada momento. Con tiempo suficiente, cientos de miles de personas se trasladan cada vez desde sus domicilios a sitios más seguros. De ellos, una parte se cobija en casas de amigos y familiares, que acogen a veces hasta a decenas de personas. Para el resto, la mayoría, se monta todo un dispositivo gratuito, que incluye desde el transporte hasta las condiciones mínimas de alojamiento y alimentación por el tiempo que sea necesario. Edificios gubernamentales se convierten en albergues. Hasta la sede del Consejo de Estado recibió a un numeroso grupo de habitantes del Barrio La Timba, uno de los más humildes de La Habana.

El suministro eléctrico se corta como precaución Una disposición que ha ayudado a disminuir las víctimas en los últimos años ha sido la de interrumpir preventivamente el suministro eléctrico ante el paso de algún fenómeno de este tipo. Así, los cables eléctricos que puedan caer a consecuencia de los fuertes vientos no constituyen un peligro mortal para aquellos que, por uno u otro motivo, se aventuran a salir durante la tormenta o inmediatamente después. La poda de árboles durante los meses que dura la temporada ciclónica es otra de las medidas que minimiza los riesgos de accidentes.

Muy importantes también son las precauciones que cada cual puede tomar en su entorno, y que son recordadas una y otra vez por medios de comunicación. Así, todos saben que se deben recoger los objetos que puedan salir volando y que, en algunos casos, pueden ser incluso bastante pesados. Hay una foto famosa de una palma atravesada por un raíl de ferrocarril durante uno de los grandes huracanes, por lo que la fuerza del viento no debe subestimarse nunca. No salir a la calle, reforzar ventanas, pegar cinta adhesiva a los cristales, desatascar sumideros y otros detalles como estos ayudan a evitar males mayores. La experiencia y la necesidad hacen también aguzar el ingenio. No hace mucho, a alguien se le ocurrió cubrir con pesados sacos de arena el tejado de su casa y evitar así que fuera arrancado por el viento. El método probó ser bastante efectivo y desde entonces muchos lo aplican.

La reconstrucción

Los que, a pesar de todo, pierden sus casas pueden contar con el apoyo del Estado, que garantiza en muchos casos al menos los materiales mínimos para que nadie quede a la intemperie. No es siempre una respuesta a largo plazo, que debería incluir la construcción de edificaciones más sólidas (algo difícil para la economía del cubano), pero, al menos, es una solución.

De todos modos, el cambio climático parece ser el responsable de que cada vez sean más abundantes y mortíferos los huracanes y se hace difícil predecir el daño que pueden causar. Siempre hay posibilidades de que surjan víctimas mortales. Las pérdidas son incontables, tanto a escala estatal como en la economía familiar. En un país como Cuba, donde conseguir bienes básicos se torna tarea harto complicada, puede ser una gran tragedia perder la nevera, la tele, la cama y hasta la ropa, pues se tarda años en recuperarse. Pero muchos, como Marcela, piensan que «lo demás viene y va, yo lo que quiero, al menos, es ver a mis hijos y nietos sanos».

Tomado de http://www.lavozdegalicia.es/portada/2008/09/06/00031220719229173942553.htm



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