martes, 28 de julio de 2009

La verdadera cara del imperialismo estadounidense. ¿Algún cambio?

Por Orlando Cruz Capote

no-podemos-permitirlo.JPGLo que hemos seguido en estos días con atención y cierto sobresalto los acontecimientos hondureños ya podemos extraer algunas conclusiones definitorias sobre el funesto golpe de estado y el proceso de terror que vive ese país. Miedo que pretende expandirse hacia toda América Latina y el Caribe.

La política exterior estadounidense que nunca ha sido una -en el sentido de única-, sino diversa en sus métodos de dominar y hegemonizar (uniformar) al mundo y en especial a su traspatio latinoamericano-caribeño, se manifestó tal y como es, pero con una gran y terrible variante en estos comienzos del siglo XXI. Debía y de hecho lo realizó -entre comillas- denunciar el golpe de estado y planteó la restitución del presidente secuestrado. Pero acto seguido comenzó a titubear y su política se mostró ambivalente y dubitativa acerca del calificativo que le daba a este engendro militaroide-civil ilegítimo. Optó entonces por esconder su participación antes, durante y después del régimen de facto y abrió la puerta a unas conversaciones-diálogo amañadas y engañosas con el presidente Oscar Arias como anfitrión “neutral”. El Premio Nobel de la Paz, el costarricense Arias, no puede y nunca será neutral porque es un peón de la política norteamericana en el hemisferio.

A despecho de los acuerdos de los países que componen el grupo del ALBA, del Grupo de Río, de la OEA, de la Asamblea General de las Naciones Unidas, del MERCOSUR y de la Conferencia Cumbre de los Países No Alienados, los EE.UU., a través de su Departamento de Estado y otras agencias especiales, han estado demorando y obstaculizando el proceso de regreso a la normalidad democrática en ese país centroamericano. Es más, no están interesados en la restitución democrática y están apostando a la vieja -bueno quizás no tan lejana en el tiempo- política de los gobiernos manu militari, de los planes Cóndor y de los propósitos de la “seguridad nacional” continental.

Lo más increíble del caso, es que Honduras no tiene un lobby de poder económico-financiero y político en el Congreso de los Estados Unidos, ni en la Casa Blanca, como para que la potencia más poderosa y agresiva de la historia se pliegue a las demandas de Micheletti y su pandilla de mafiosos. Los círculos de poder del Imperio del Potomac se están comportando con Honduras, como si este país y gobierno ilegal fuera Israel. ¡Algo asombroso!

La pregunta sería ¿qué los mueve a realizar esa torcida de derecha en un gobierno que ha apostado por “el cambio”, bajo el liderazgo -ya cuestionado- de Barack Husseim Obama? ¿Por qué esa mutación de actitud ante los acontecimientos en América Latina, luego de la entrada de Cuba en el Grupo de Río y el mea culpa de la OEA, ante las sanciones anticubanas de 1962? ¿Qué se pretende con ese apoyo a ultranza a un régimen anti jure y de un declarado no Estado de derecho? ¿Por qué se viola la “Carta Democrática” de la OEA, de la cual el gobierno de los EE.UU. es uno de sus autores más significativos?

Parece, y esta es una consideración muy seria, que los neocom y los liberales más derechistas están sumándose como un bloque monolítico hacia un solo bando: el sector desfavorable a los cambios de época o a las épocas de cambio que se están sucediendo en Latinoamérica-Caribe. Si en el gobierno de J. F. Kennedy, este expresó que no quería “nuevas Cuba”, en este momento histórico los gobernantes norteamericanos, movidos por ese espíritu mesiánico del Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe, no desean y no quieren más Venezuela Bolivariana al estilo del mandatario Hugo Rafael Chávez, la Bolivia de un Evo Morales como líder, una Nicaragua con el sandinista Daniel Ortega como presidente, el Ecuador con un gobernante digno y valiente como Rafael Correa, etc. Ya les dieron a algunos de estos la denominación de “izquierdas irresponsables” y a otros el de ineficientes colaboradores del narcotráfico y el terrorismo internacional.

El expediente puede ir in crescendo y después se arrogarían la justificación para una intervención humanitaria, sorpresiva, selectiva y quirúrgica, lo que conllevaría a que sus odiosos marines hollaran las tierras “de cualquier rincón oscuro” del subcontinente y demolerían el renacer y fortalecimiento constante de los movimientos sociales y políticos de Nuestra América. Ese es el verdadero propósito en este tour de force en el que se encuentran las autoridades de los EE.UU., contra las fuerzas políticas y sociales más progresistas de esta América nuestra.

No es una aseveración atrevida advertir que si Zelaya entra de nuevo a Honduras desde la vecina Nicaragua, los EE.UU. puedan acusar al gobierno sandinista de Managua de permitir esa intromisión; no sería una palabrería hueca el advertir que se puede provocar un conflicto fronterizo entre esas dos naciones si el gobierno fantoche y fascista de Honduras insufla ánimos nacionalistas en su pueblo que está al borde de la desesperación luego de casi 30 días de heroica resistencia antigolpista interna; no es una locura el expresar -como si fuéramos profetas- que si se produjera una guerra civil en Honduras, las 101 y 82 Divisiones del US-ARMY, estén prestas a realizar una operación relámpago para pacificar ese país y brindarle seguridad ciudadana a la población de esa nación hermana. ¿No es ese un viejo libreto, al estilo de Holywood, que ya Estados Unidos ha utilizado para pretextar invasiones en otros lugares del planeta? ¿Tendremos tanta desmemoria histórica para olvidar y obviar esas enseñanzas y experiencias de la política imperialista y, específicamente, en América Latina y el Caribe?

La verdadera cara del imperialismo norteamericano está al desnudo y la supuesta credibilidad de Barack H. Obama está en entredicho. Nada ha hecho que no sea apoyar a esos grupos neoconservadores que aún poseen el poder real dentro de la sociedad estadounidense.

Es hora de que el presidente yanqui hable claro y alto. O no será más el presidente de los EE.UU. con contenido real, y -cuando más- pasará a la historia como un hombre de lo peor del establischment, defensor de las colosales transnacionales, los enormes emporios bancarios, las intocables farmacéuticas, el engrandecido Complejo Militar Industrial y el gobernante de un país donde radican las casas matrices de las más grandes 500 empresas monopólicas transnacionales del mundo (de un total de 700), la nación de los ciclópeos paraísos fiscales, el mayor productor y consumidor de drogas y el padrino de los terroristas más connotados de la Tierra.

Valdría más la pena morir asesinado como J. F. Kennedy, en un complot “secretísimo” por su actitud liberal y antiguerrerista, que ser una marioneta más de esos grupos que tienen hasta el poder de los medios de (in)-comunicación y (des)-información que poseen al mundo bajo sus pies con el silencio cómplice y el más descarado terrorismo mediático. No se puede ser presidente de una nación imperialista y pretender jugar en los dos terrenos de juego, aunque nada hay más parecido a un demócrata que un republicano.

Por favor, señor Obama, defínase rápido porque la historia no cree en los hombres pusilánimes y menos en los cobardes, y sobre todo en aquellos que dicen algo y hacen otra cosa. Es hora de que demuestre que esa alta responsabilidad que le dio el pueblo de los EE.UU. en las votaciones, es merecedora de una actitud y aptitud suya diferentes, un hombre inteligente, negro y que llegó a la Casa Blanca con promesas de cambiar (Change) en algo ese régimen capitalista corrupto, desigual, parasitario, en descomposición y derrochador de los últimos recursos del planeta.

Ya sabemos que en su país hay muchos poderes ocultos, pero usted es el presidente de los EE.UU., no la Secretaria de Estado, ni el Jefe del Pentágono o el de la CIA, menos de los lobby de poder económicos, financieros y políticos, que están en la oscuridad y que pretenden hacer un cambio cosmético y no de fondo en la política interior y exterior del imperialismo norteamericano.

Solo le queda cumplir con el mandato del pueblo y eso no nos lo enseñó el marxismo, sino un presidente de su país: Abraham Lincoln. Revise las páginas de la historia de su nación y déjese de retórica ideológica contra Cuba y Venezuela. Un solo gesto suyo y esta historia contra la democracia en Honduras tendría quizás un final feliz. Hágalo por su pueblo, por el pueblo hondureño y por los pueblos latinoamericano-caribeños.

Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba

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