domingo, 12 de diciembre de 2010

Derecho al derecho

 Es gratificante, en estos días que huelgas estudiantiles y golpizas nos acosan desde las pantallas de TV, encontrar estas notas, que una vez más nos llenan de ese orgullo que la Revolución nos permite sentir:
Derecho al derecho



Escrito por Mayra García Cardentey  
http://www.guerrillero.cu/index.php?option=com_content&view=article&id=6613:derecho-al-derecho&catid=38:cultura&Itemid=58 

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Las escuelas de arte y de superación de la cultura, se encuentran diseminadas por todas las regiones de la Isla, para que se tengan iguales derecho a la enseñanza artística
Diría Denise Jodelet, una de las principales teóricas de la Psicología social de todos los tiempos, que las personas hoy día buscan el protagonismo en la sociedad, ser punto de partida y no de llegada en los contextos cotidianos, tener simplemente "derecho a tener derechos" sobre cualquier ámbito de la vida sociocultural, política y económica de una nación. Mas uno de los escenarios donde la existencia se vuelve única e imprescindible es en los espacios cultural y educativo de un país. Sin estos la civilización humana sería apenas una especie biológica en una escala del tiempo.

La cultura es lo que hemos sido, somos y seremos; la educación, la constancia del conocimiento sobre lo primero. Una y otra se entremezclan, bifurcan y resultan vitales para cualquier ser humano.

Y en Cuba, más que un derecho a tener el derecho de poseer una instrucción y participar de manera consciente en la cultura diaria de la Isla, es un deber.

La educación obligatoria hasta el noveno grado, las posibilidades de estudios técnicos o de bachiller, o el acceso a la universidad, no son privilegios de unos pocos, y sí tangibles para muchos cubanos.

Ni hablar entonces de la producción artística y el consumo cultural, hechos de pueblo y para el pueblo, desde todos los gustos estéticos y formaciones intelectuales.

No importa si se prefiere la música popular bailable, la última moda del reguetón, el ballet más clásico, o una obra de teatro posmoderna. El Estado y Gobierno cubanos ennoblecen a un pueblo que puede lo mismo bailar con los Van Van, en una las plazas más importantes del país, que ver en actuación especial al afamado bailarín Carlos Acosta en un pequeño teatro de provincia.

De ínfulas y parafernalias no se hace la cultura en Cuba, tanto derecho tiene el hijo de un pescador a ser un gran pintor, como el de un camionero a ser un excelente bailarín, pregúntenselo a Humberto Hernández (El Negro) o a Carlos Acosta.

Las grandes compañías de ballet y danza del país, y del mundo, como el Ballet Nacional de Cuba y el Lizt Alfonso, no escatiman esfuerzos en presentarse en los escenarios de la capital, o en las tablas de los diferentes territorios de la nación, y siempre con el mismo ímpetu y profesionalismo.

Diseminadas se encuentran también las escuelas de arte y de superación de la cultura, por todas las regiones de la Isla, para que se tengan iguales derecho a la enseñanza artística.
Igualmente tropas enteras de instructores de arte, reinan en campos y ciudades para repartir conocimientos de amor y cultura.

Todo se multiplica en millones de personas que disfrutan de tradiciones, de su idiosincrasia, como acervo cultural, pero que además saben apreciar las mejores artes del mundo en suelo propio.

No hay exclusiones, no hay privilegios, sí muchas ganas de ser cubano, social y culturalmente, con los Van Van o con Carlos Acosta, cubanos todos, por derecho propio y para siempre.

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