viernes, 15 de agosto de 2014

La familia cubana en la promoción de valores



En esta etapa del año que vivimos, cuando recesan las actividades docentes y niñas y niños, adolescentes y jóvenes están a tiempo completo en la casa o en relaciones más estrecha con sus parientes, amistades y conocidos, la familia se convierte casi en la vía exclusiva para continuar promoviendo valores y afianzar la labor educativa que durante el resto del año sistematiza la escuela.

 Por supuesto que los patrones de conducta que fija el entorno familiar son siempre los más profundos y duraderos, y en ese sentido las vacaciones son un periodo muy significativo, donde esa estrecha convivencia entre madres y padres con sus hijos e hijas también puede hacer aflorar conflictos generacionales en el hogar, comenta para Haciendo Radio, el periodista Francisco Rodríguez Cruz.

 Pero es en ese marco estrecho de la casa donde en gran medida se fijan, por ejemplo, las pautas de qué consideramos una recreación sana y provechosa, lo cual se aprende desde la niñez, a partir del ejemplo de nuestros padres y otros familiares.

 Ya sea en la playa, en un parque, en una instalación recreativa o institución cultural, no podemos perder ninguna oportunidad de educar y poner a nuestra descendencia en camino de ser personas más realizadas y felices, a partir de un comportamiento social adecuado, constructivo, que les reporte satisfacciones individuales sin olvidar los derechos de las otras personas.

 Si los más pequeños ven que por esta época de asueto casi generalizado sus padres se saltan las más elementales normas de convivencia, abusan de las bebidas alcohólicas o de otros hábitos nocivos, no toman en su mano un libro ni van a un cine, a un teatro, a un espectáculo deportivo, entonces estaremos desaprovechando la posibilidad de ampliar sus horizontes y de que en el futuro puedan ahorrarse esas malas experiencias y trasladar las buenas a sus propias familias.
 Porque esa vieja y nefasta postura, que pocas personas ya declaran pero todavía existe, de esperar que sea la escuela la que eduque a nuestros hijos e hijas, deja de servir como pretexto durante el periodo vacacional.

 Esta educación en valores va incluso más allá de la elemental convivencia humana, el respeto y la elevación del nivel cultural. Estos meses de julio y agosto también son propicios para introducir o reforzar otras responsabilidades en el ámbito familiar, como la propia laboriosidad que debemos cultivar en el ámbito hogareño o del trabajo, y la preocupación, conocimiento y aportes en relación con la economía doméstica, y por extensión, el fomento de esa cultura económica que con tanta frecuencia echamos de menos.

 Dicho de otra manera, no necesariamente todas las vacaciones tienen que ser de actividades puramente recreativas. Estimular la participación de toda la familia en tareas concretas —digamos un arreglo en la vivienda, pintar la casa, matricularse en un curso de verano o hasta trabajar en alguna actividad eventual para obtener algunos ingresos temporales que les permita a los muchachos y las muchachas valorar de dónde salen las cosas y ganarse algún dinero para su propio esparcimiento— podrían ser algunas de esas lecciones esenciales que dejara a nuestra juventud cada temporada veraniega.

 FOTO Kaloian Santos Cabrera

Fuente Haciendo Radio, Radio Rebelde
Tomado de Moncada, Grupo de lectores en el mundo

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