Por Ángel Bravo
El
imperio lleva más de cinco décadas tratando de aislar a Cuba de las
relaciones económicas, políticas, sociales y culturales con otros
países. Hoy puede afirmarse que Washington ha fracasado, y se ha quedado
solo en su afán de aislar a la Isla; actualmente Cuba tiene relaciones
diplomáticas con 190 países, órdenes e instituciones (184 miembros de
ONU y 6 no).
En
su propósito de rendir al pueblo cubano el imperio ha llevado a cabo
secuestros y piraterías de aeronaves, bombardeos, abastecimiento de
armas y explosivos, invasión mercenaria (la de Bahía de Cochinos en
1961), guerra biológica (introducción de virus para arruinar las
cosechas, crear la fiebre porcina, la epidemia del dengue, la
conjuntivitis hemorrágica, etc.) y una guerra económica (como el bloqueo
económico, comercial y financiero, el más largo en la historia de la
humanidad, tratando de ocasionar hambre, enfermedades y desesperación en
el pueblo cubano). En este intento el imperio también ha fracasado.
Es
imposible comprender la realidad cubana si no se toma en cuenta que se
trata de un país bloqueado por los Estados Unidos. Sin embargo, el
pasado 24 de setiembre cínicamente Barack Obama dijo en la Asamblea
General de las Naciones Unidas que "las naciones grandes no deben
intimidar a las pequeñas". Esta vez Calígula se olvidó de su política
exterior hacia Cuba. Lo cierto es que los Estados Unidos con todo el
poder económico y militar no ha podido intimidar a Cuba (los cubanos
suelen decir que aún en las peores amenazas del imperio, en la Isla
nadie pierde el sueño). Pero lo que Calígula quiere, es estrangular de
hambre al pueblo.
Una
de las primeras acciones del imperio contra Cuba fue en 1962 en Punta
del Este (Uruguay) cuando ordenó (así es como trataba a América Latina,
les daba órdenes) a los miembros de la Organización de Estados
Americanos (OEA) que expulsaran a Cuba de su seno; el delito de Cuba
había sido seguir un camino diferente al que ellos como amo esperaban de
sus súbditos. En ese entonces como ahora, se machacaba con la falacia
de que el socialismo viola los derechos humanos. En la lógica de
dominación del imperio, había que impedir que un país soberano e
independiente como Cuba se mantuviera dentro del sistema interamericano y
había que acusarlo, que por ser socialista era incompatible con la
democracia.
Lo patético y contradictorio de estas decisiones y
argumentaciones es que en las décadas del setenta y ochenta América
Latina estuvo plagada de dictaduras militares, bajo cuyos regímenes sí
se violaron derechos humanos (se cometieron torturas, asesinatos,
desapariciones, etc.), y ninguno de esos países fue expulsado de la OEA.
Todas esas dictaduras gozaron del apoyo total del gobierno de los
Estados Unidos. Eran tiempos en donde el omnipotente imperio colocaba o
destituía gobiernos.
El
pasado 18 de setiembre la Vicepresidente de Panamá y Canciller Isabel
de Saint Malo estuvo en Cuba, y en una reunión con el Ministro de
Relaciones Exteriores Bruno Rodríguez informó que Panamá como país cede y
organizador invitará a Cuba a participar en la séptima Cumbre de las
Américas el 2015. El anuncio de Isabel de Saint Malo puso al imperio
patas arriba. Éste empezó a mover todos sus tentáculos, para impedir que
el anuncio se hiciera realidad.
Desde
hace algunos años varios presidentes han cuestionado la exclusión de
Cuba. A la Cumbre de 2012 en Cartagena, el presidente Rafael Correa de
Ecuador y Daniel Ortega de Nicaragua decidieron no asistir y anunciaron
que no volverían a concurrir a ninguna otra Cumbre mientras exista el
injustificado rechazo hacia Cuba por parte de Estados Unidos y Canadá.
Hoy todo indica que Ecuador y Nicaragua no son los únicos gobiernos con
esa posición, probablemente serían de la misma idea los gobiernos de
Bolivia, Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay y El Salvador.
Independientemente
de que Cuba asista o no a la próxima Cumbre -o vuelva a la OEA-, la
América Latina de hoy es definitivamente otra. Pero el imperio sigue
creyendo que América Latina le pertenece y que todavía le puede dar
órdenes. Se niega a aceptar que Nuestra América cuenta con gobiernos,
cuyos líderes y pueblos son más independientes y soberanos. El imperio
resiente el ejemplo de la Revolución Cubana, que a pesar del bloqueo
sigue señalando el derrotero para los países de América Latina y el
Caribe.
¿Quién
se iba a imaginar hace algunos años que un gobierno de Panamá invitaría
a Cuba a participar de una Cumbre de las Américas? Es loable la actitud
soberana que muestra el Gobierno de Juan Carlos Varela.
Contrario
a Varela otros presidentes de Panamá han pasado a pertenecer a esa
parte tenebrosa y miserable de la historia; presidentes como Mireya
Moscoso y Ricardo Martinelli fueron entusiastas rehenes de la política
terrorista y agresiva de los grupos mafiosos de Miami y de la Casa
Blanca contra Cuba. ¿Quién no recuerda el indulto que otorgó Mireya
Moscoso el 2004 a los cuatro terroristas cubanoamericanos encabezados
por Luis Posada Carriles que en el 2000 intentaron asesinar al
Presidente Fidel Castro junto con miles de estudiantes en la Universidad
de Panamá? O, ¿quién ignora la actitud tan despreciable que asumió
Ricardo Martinelli cuando en el 2013, olvidándose de su condición de
Presidente, descendió apresuradamente –por órdenes del imperio- a
inspeccionar los contenedores del barco norcoreano procedente de Cuba?
¿Dónde se ha visto, al Presidente de un país, inspeccionar las bodegas
de un barco?
Ese día Martinelli expresó con alegría: “Teníamos sospecha
de que (el barco) tenía droga y lo trajimos a puerto y empezamos a
verificar todo lo que estaba en el barco”. Lleno de ignorancia y regodeo
remató: “hemos encontrado unos contenedores que presumimos tienen un
equipo sofisticado de misiles y eso no es permitido”. Días después el
Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba informó que se trataba de
“armamento defensivo obsoleto… para ser reparado y devuelto a nuestro
país” y que Cuba “reitera su firme e irrevocable compromiso con la paz,
el desarme, incluido el desarme nuclear, y el respeto al Derecho
Internacional”. El aprendiz de presidente hizo el ridículo y no volvió a
abrir la boca. Martinelli había estado frotándose las manos, creyendo
que habría hecho el destape del siglo. Hoy, ambos expresidentes -gracias
a sus maniobras contra Cuba-, disfrutan de agasajos, casas, regalos,
premios y reconocimientos otorgados por la mafia miamense en los Estados
Unidos.
La
resistencia, lucha y dignidad del pueblo cubano, encabezados por sus
dirigentes, ha hecho que hoy, inclusive algunos gobiernos de derecha
-como el de Panamá- asuman una conducta de independencia y coraje con
posiciones más integradoras con respecto a América Latina y Cuba. Isabel
de Saint Malo no solamente llegó a La Habana para tratar la
participación de Cuba en la próxima Cumbre, sino que en representación
del presidente panameño Juan Carlos Varela buscar normalizar las
relaciones entre ambos países, las cuales fueron menoscabadas a través
de Ricardo Martinelli.
Rebelión ha publicado este artículocon el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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