Escrito por Dagmara Barbieri López
A diferencia de otros países, los niños aquí echan a volar sus sueños. Fotos: Dorado |
Si repasamos los datos de la UNICEF,
vemos los desafíos para lograr el cumplimiento del objetivo de
Desarrollo del Milenio, referido a la supervivencia infantil, el cual
estipula reducir las defunciones de niños, de 9.7 millones en 2006 a
aproximadamente 4 millones en 2015. Cuba celebra el Día de los Niños con logros en la meta
Nuestros objetivos privilegian a esta tierra, plena de esos bajitos, cual enjambre de duendes, que durante diez meses celebran en las aulas la buenaventura de un porvenir seguro y en el verano se solazan con juegos, canciones, playa y sol.
Otros más pequeños reciben, aun sin conciencia, los cuidados que con amor prodigan ángeles del bien, pues cada mañana en un círculo infantil, les abriga el afecto de quienes los acogen en una fiesta de alegría y saber.
Todos, ya sea en la montaña o la ciudad, van a disímiles sitios al despertar el día, para avivar la instrucción.
A diferencia de otros países, los niños aquí echan a volar sus sueños, como si quienes los guiamos, quisiéramos abstraerlos de tanta desidia o de intersticios tercermundistas, esos que en el orbe hacen a otros crecer de golpe, hacia una madurez para la cual todavía no están preparados, y los obligan a mendigar hambreados por las calles, ante muchas miradas indiferentes.
Suceden espectáculos mediáticos sobre la natalidad que ignoran la importancia de la edad de la inocencia. En 2011, por ejemplo, Naciones Unidas reconoció a la niña Danica Camacho como el habitante número 7 mil millones en la Tierra. Ella nació en Manila, Filipinas, y el citado organismo internacional escogió al continente asiático para el alumbramiento simbólico.
Ignoró la propaganda a los que emergen en la depauperación y el olvido, que nunca recibirán una beca o dinero para un negocio, como la niña de marras. Ni siquiera recordaron que 23 años atrás nació el humano número 5 mil millones, el 11 de julio de 1987.
Transcurridas varias décadas de la última fecha mencionada, en el mundo existen más de 400 millones de menores de 14 años que trabajan, e infinidad de ellos se entregan a la drogadicción, siendo la mortalidad infantil muy alta durante el primer lustro de vida. El adagio de "cada niño viene al mundo con un pan bajo el brazo" se desacredita con la aseveración de que la desnutrición contribuye hasta al 50 por ciento de esas defunciones.
Cuánta desigualdad en relación con los de este pequeño archipiélago, quienes crecen con el asidero de avivar ilusiones.
Hace poco conocimos que Cuba ha sido distinguida como la primera nación en el mundo, en eliminar la transmisión de VIH/SIDA y sífilis por la vía materna, otra de las principales contribuciones a la reducción de la mortalidad infantil, en pos de enaltecer la edad de la pureza.
A muchos cuesta admitir esas y otras verdades, reconocidas desde 2002 por la UNICEF, como que hace años no mueren niños en casi ninguno de los lugares más intrincados de la Mayor de las Antillas.
Por eso este día invocamos una fiesta grande, en la que participan todos con trajes de gala, cantan al sol y la algazara inunda travesías.
Se sumarán los pequeños a plazas radiantes, donde amor y alegría entretejerán
madejas de danzas, cantares, mientras juegos y payasos devendrán destinos de fantasía, pues cada tercer domingo de julio celebran aquí la enhorabuena de un eterno amanecer feliz.
Tomado del Periódico 5 de Septiembre
Nuestros objetivos privilegian a esta tierra, plena de esos bajitos, cual enjambre de duendes, que durante diez meses celebran en las aulas la buenaventura de un porvenir seguro y en el verano se solazan con juegos, canciones, playa y sol.
Otros más pequeños reciben, aun sin conciencia, los cuidados que con amor prodigan ángeles del bien, pues cada mañana en un círculo infantil, les abriga el afecto de quienes los acogen en una fiesta de alegría y saber.
Todos, ya sea en la montaña o la ciudad, van a disímiles sitios al despertar el día, para avivar la instrucción.
A diferencia de otros países, los niños aquí echan a volar sus sueños, como si quienes los guiamos, quisiéramos abstraerlos de tanta desidia o de intersticios tercermundistas, esos que en el orbe hacen a otros crecer de golpe, hacia una madurez para la cual todavía no están preparados, y los obligan a mendigar hambreados por las calles, ante muchas miradas indiferentes.
Suceden espectáculos mediáticos sobre la natalidad que ignoran la importancia de la edad de la inocencia. En 2011, por ejemplo, Naciones Unidas reconoció a la niña Danica Camacho como el habitante número 7 mil millones en la Tierra. Ella nació en Manila, Filipinas, y el citado organismo internacional escogió al continente asiático para el alumbramiento simbólico.
Ignoró la propaganda a los que emergen en la depauperación y el olvido, que nunca recibirán una beca o dinero para un negocio, como la niña de marras. Ni siquiera recordaron que 23 años atrás nació el humano número 5 mil millones, el 11 de julio de 1987.
Transcurridas varias décadas de la última fecha mencionada, en el mundo existen más de 400 millones de menores de 14 años que trabajan, e infinidad de ellos se entregan a la drogadicción, siendo la mortalidad infantil muy alta durante el primer lustro de vida. El adagio de "cada niño viene al mundo con un pan bajo el brazo" se desacredita con la aseveración de que la desnutrición contribuye hasta al 50 por ciento de esas defunciones.
Cuánta desigualdad en relación con los de este pequeño archipiélago, quienes crecen con el asidero de avivar ilusiones.
Hace poco conocimos que Cuba ha sido distinguida como la primera nación en el mundo, en eliminar la transmisión de VIH/SIDA y sífilis por la vía materna, otra de las principales contribuciones a la reducción de la mortalidad infantil, en pos de enaltecer la edad de la pureza.
A muchos cuesta admitir esas y otras verdades, reconocidas desde 2002 por la UNICEF, como que hace años no mueren niños en casi ninguno de los lugares más intrincados de la Mayor de las Antillas.
Por eso este día invocamos una fiesta grande, en la que participan todos con trajes de gala, cantan al sol y la algazara inunda travesías.
Se sumarán los pequeños a plazas radiantes, donde amor y alegría entretejerán
madejas de danzas, cantares, mientras juegos y payasos devendrán destinos de fantasía, pues cada tercer domingo de julio celebran aquí la enhorabuena de un eterno amanecer feliz.
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