jueves, 10 de septiembre de 2015

¿Los batistianos llegaron ya?

Iroel Sánchez y Luis Toledo Sande
Parte de la "obra" de Fulgencio Batista
Parte de la "obra" de Fulgencio Batista
Reproduzco un texto del escritor Luis Toledo Sande, publicado originalmente en la revista Bohemia, y añado al final varias preguntas y una reflexión.
Que no nos priven las palabras o Fulgencio Batista, ¿un santo constructor?
Cuando en vísperas del pasado 26 de Julio me dirigía al Centro de Estudios Martianos –situado en una de las esquinas de Calzada y 4, en El Vedado habanero– para hacer un trámite profesional, no imaginaba nada parecido a la sorpresa que me esperaba a pocos metros de esa institución. Extenuado por el viaje en una mañana de fuerte calor, sentí la necesidad de sumar algo al desayuno que había ingerido presurosamente, y recordé el timbiriche particular instalado a pocos metros de allí cuando el llamado cuentapropismo no vivía el apogeo que tendría años más tarde. Al acercarme, noté que le había surgido un rival colindante mucho mejor plantado, con entradas por la calle 4 y por Línea.

Cafetería-4
“Plan de obras del presidente Batista. Ministerio de Obras Públicas”. El mensaje lo enfatiza, al pie de la foto, una mesita adosada a la pared y en la cual se reproduce la franja donde aparece el cartel. Foto: Luis Toledo Sande/ Bohemia

La mitad superior muestra, en construcción, el trecho de la calle Línea desde cerca de la nueva cafetería hasta el túnel por donde se rebasa en automóvil la ría del Almendares. Foto: Luis Toledo Sande/ Bohemia
La mitad superior muestra, en construcción, el trecho de la calle Línea desde cerca de la nueva cafetería hasta el túnel por donde se rebasa en automóvil la ría del Almendares. Foto: Luis Toledo Sande/ Bohemia
Poco tiene que ver con los empeños iniciales para revitalizar, por vía privada, la gastronomía nacional. Es otra cosa. Higiene y recursos se unen a una oferta variada, bien servida y no mal cobrada. “Desconocía este sitio”, le dije a uno de los empleados, y me respondió con corrección: “Abrimos hace dos meses”.
No hay duda: aquello se hizo con dinero. ¿Acumulado de qué modo? ¿Dentro del país? Aunque el local es pequeño, con espacio para pocas mesas, se ve bien, confortable. Es un servicio tipo “paraditos”, pero acogedor. Pronto me percaté de la foto de apreciable tamaño con que el propietario, o los propietarios, decidieron personalizar –palabra de moda– su negocio. Bien tomada, bien impresa, bien montada en una estructura vítrea. Allí hay solvencia.
La mitad superior muestra, en construcción, el trecho de la calle Línea desde cerca de la nueva cafetería hasta el túnel por donde se rebasa en automóvil la ría del Almendares. La mitad inferior corresponde a la imagen del mismo tramo, pero con el empaque actual de la célebre arteria urbana. Su nombre –informa la enciclopedia EcuRed– rinde tributo a la vía por donde transitaron los trenes precursores del tranvía que existió hasta mediados del siglo XX, y que aún muchos añoran.
También rinde tributo, sobre todo, a la justa voluntad popular de borrar otros nombres con que los gobiernos de turno la bautizaron: primero, en 1918, Avenida del Presidente [Thomas Woodrow] Wilson, expresión del intervencionismo de los Estados Unidos; luego, en los años 50, Doble Vía General Batista, marrullería del criminal golpista a quien todavía algunos procuran enaltecer.
Me acerqué para ver, en el borde inferior, lo que supuse un recuadro añadido para indicar créditos: fuente documental, fotógrafo, diseñador del montaje… Pero forma parte de la imagen original, y es un cartel con texto en caracteres de apreciable puntaje: “Plan de obras del presidente Batista. Ministerio de Obras Públicas”. El mensaje lo enfatiza, al pie de la foto, una mesita adosada a la pared y en la cual se reproduce la franja donde aparece el cartel.
El texto, parco, parecería querer borrar años de historia. De hecho, voluntades aparte, se inscribe en maniobras dirigidas a idealizar a un tirano cuya ejecutoria abarca incontables y brutales asesinatos y torturas, y gran saqueo de las arcas de la nación. A ese tirano se alude, sin más, como si hubiera sido un gobernante a quien sería justo agradecer un plan de obras públicas, y cuyo Ministerio del ramo se ve exculpado de la gran corrupción que practicó.
En la Cuba actual se ha querido que no nos parezcamos a contextos donde el concepto de reformas y la introducción o crecimiento de modos de propiedad privada –que en determinadas circunstancias y para fines concretos puede ser necesaria, pero caracteriza al capitalismo, que la refuerza como dogma en su etapa neoliberal–, llevaron al desmontaje, programado, de todo afán de construir el socialismo. A este lo definen, entre otras cosas, el peso de la propiedad social en los medios fundamentales de producción y de servicios.
Los términos cuentapropismo y cuentrapropista, y sus derivados, que se han puesto en boga, designan formas de gestión administrativa y de propiedad correspondientes a lo privado y a la privatización. Si lo olvidáramos, acabaríamos con los sentidos privados por la “magia” de las palabras, y la desmemoria podría empujarnos a comportamientos, ideas y decisiones torpes, como pasar por alto quién fue Batista, y qué hizo.
Mucho habrá que seguir esclareciendo, y regulando, para el correcto funcionamiento de la propiedad privada que crece entre nosotros. Una vertiente concierne al movimiento sindical, que debe asegurar la protección a trabajadores y trabajadoras del sector privado, o de gestión no estatal, para quienes ya no será necesario vérselas precisamente con posibles errores, insuficiencias o deformaciones en un Estado erigido con la voluntad de velar por los intereses colectivos, del pueblo. Ahora necesitarán, cada vez más, protección frente a dueños que se enriquecen con la plusvalía extraída de la fuerza de trabajo que explotan, cualesquiera que sean los salarios que paguen, y a quienes voceros del imperio han declarado que ven como germen de una clase social en que tendrían aliados.
Por mucho que ganen quienes trabajan en ese sector, hay una realidad que deben conocer: sus empleadores –ojalá todos paguen escrupulosamente los debidos impuestos–, no tienen que construir ni mantener escuelas, centros de salud ni otros modos de servicios fundamentales para la población. Esto va dicho sin desconocer que quienes siguen trabajando en el ámbito de la propiedad social, administrada por el Estado, y básica para el socialismo, también necesitan que sus salarios crezcan en términos absolutos y en relación con el costo de la vida.
Ese tema requiere estudiarse a fondo, y los presentes apuntes se centran someramente en la foto ya comentada, y en sus alcances. No es una política de prohibiciones lo que urge tener: ellas pueden acabar siendo contraproducentes, si no lo son o lo han sido ya. Pero prohibiciones necesarias hay y habrá, y deben cumplirse al servicio de una adecuada cultura de civilidad y orden. (Tomado de Bohemia)
Mis preguntas:
¿Cuál es la postura ante lo que relata Toledo Sande de aquellas organizaciones donde militan víctimas de la dictadura de Fulgencio Batista? No estoy llamando a ninguna acción extrema ni a prohibiciones absurdas pero el silencio y la renuncia al debate son los mejores aliados de la desmovilización y la derrota, ¿no debería la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana del área donde está enclavada esta cafetería hacer llegar su parecer, en boca de algún combatiente de la clandestinidad o el hijo de algún mártir de la tiranía que se cuentan por miles en toda Cuba, a los dueños de este lugar donde se homenajea el "Plan de obras del Presidente Batista"?
¿Los revolucionarios cubanos vamos a continuar en silencio ante la reescritura de nuestra historia, la degradación de nuestros símbolos o su hibridación y sustitución nada ingenua por otros, como ya ha ocurrido recientemente más de una vez en nuestros medios de comunicación?¿Qué sucederá cuando no viva la generación que enfrentó a la dictadura batistiana?
¿Para defender la memoria de la Revolución hay que pedir permiso al organismo superior?¿Como los militantes del Partido Comunista de la Unión Soviética contemplaremos disciplinadamente las tareas de desmontaje del socialismo que ya empiezan a ejecutarse por sus referentes simbólicos?
¿Es casual que sitios como el Parque Lenin o el Coppelia, símbolos de la democratización de la recreación y el acceso de las mayorías al refinamiento, abierto por el proyecto colectivo de la Revolución, languidezcan entre el mal servicio y el deterioro estructural, mientras se asienta la idea de que lo bueno y lo bello son patrimonio exclusivo del pasado prerrevolucionario?¿Por qué cada vez más al Estadio Latinoamericano se le llama en nuestros medios el "Estadium del Cerro"?
¿Es una Habana para turistas la que va a esperar sus 500 años, reproduciendo las celebraciones con tufo colonial que a diferencia de lo sucedido con el medio milenio de Santiago de Cuba tuvieron lugar en buena parte de las villas fundadas por los españoles?¿O como en Santiago, los barrios hechos por la Revolución y hoy más o menos barbarizados (Camilo Cienfuegos, San Agustín, Alamar, Mulgoba, Reparto Eléctrico..) podrán renovar su (falta de) urbanismo y elevar la calidad de vida de cientos de miles de trabajadores habaneros que nunca han podido sentarse en una paladar?
¿Será el remozado Capitolio de La Habana vieja forma para una democracia nueva o un casacarón que entre mármoles y bronces, tan caros a las dictaduras y las plutocracias, olvide consagrar el nombre de Jesús Menéndez, el parlamentario negro y obrero que impuso a los yanquis y la burguesía cubana un trato justo para los trabajadores azucareros y por eso lo asesinaron sin que valiera su inmunidad parlamentaria en "el periodo más democrático de la historia contemporánea de Cuba", según dice el diario español El País bajo la firma de un "historiador" cubano?
Son algunas preguntas que me destraba este artículo de Luis Toledo Sande porque nuestro problema no es cómo decide ambientar el dueño de una cafetería su negocio sino por qué éste cree legítimo hacerlo con un tributo al que -enseñan nuestras escuelas y repite nuestra televisión- es el asesino de miles de cubanos,  y cómo funciona el resto de la sociedad en relación con ello.

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