domingo, 1 de noviembre de 2015

Su Ernesto, que es también el mío

Hoy, gracias al trabajo de nuestra compañera Norelys, supe de alguien que escribía sobre el Che... Felizmente, por pura casualidad, la vida me puso este otro trabajo ante los ojos, que los limpia de tanta miasma que leí...

Mi Ernesto

Por Isely*

   atributosConservo pequeños flashazos de aquellos años en mi escuela primaria. Era 8 de octubre de inicios del 2000 y repetíamos incansablemente aquella consigna Seremos como el Che. Ensayábamos por última vez para el acto donde nos pondrían la pañoleta azul y seríamos por fin pioneros moncadistas. Eso era todo un acontecimiento aunque a ciencia cierta no entendía la dimensión de aquel grito a coro de ser como el Che.

Seis años más tarde los libros de Historia de Cuba me describían a Ernesto Guevara como el héroe sin defectos, congelado en un retrato de mi aula. Ernesto Guevara de la Serna, nació el 14 de junio de 1928, protagonizó la Batalla de Santa Clara el 31 de agosto de 1958… y al final, escribir mi valoración personal de la figura histórica. Todo aprendido de memoria para mi prueba final de la asignatura. ¿Y al final del examen? La información quedaba borrada casi automáticamente.

La secundaria fue un poco más de lo mismo. Reproducir tal cual las valoraciones del Che como si fuera un Dios. Me negué ante los profesores de Historia y decidí encontrar otro Ernesto. Aquel hombre infalible de los libros de texto no me convencía. El de las consignas de los matutinos no era mi Che.
Entro a la Universidad y se abren los mundos. Llevo un Che colgado al cuello porque su espíritu de aventura lo comparto. Cae en mis manos casi por azar un libro fascinante: Evocación al Che, escrito por Aleida March, su compañera de vida y de guerra. Esas historias me llevaron a las esencias de Ernesto Guevara. 

Hoy ya mi Che no es el mismo.

Atrapada en la mercantilización de su imagen, mi Ernesto es el de la fotografía de Korda, tomada aquel 4 de octubre de 1960 en el acto por las víctimas de la explosión del barco La Coubre. Mi Che es el muchacho asmático, rebelde y aventurero que emprendió un viaje por toda Latinoamérica el 4 de enero de 1952 con su amigo Alberto Granados en La Poderosa, la motocicleta destartalada que los dejó a medio camino y no por eso retrocedieron en su empeño de viajar.

Mi Che es el excelente nadador, el mismo que prefería a Vallejo y Neruda y dejaba los libros de Marx llenos de apuntes porque hay que crear al hombre nuevo y del capitalismo hay que aprender también. Mi Ernesto es el hombre que dejó a su esposa en México y vino a Cuba a compartir comida enlatada, combates y alegrías con la tropa de la Sierra Maestra. Para mí, es el mismo que con una sinceridad despampanante le cantó unas cuantas verdades al presidente norteamericano en la Asamblea de la ONU en la década del sesenta.

Mi Guevara es el que le dijo un piropo a Aleida a la entrada de un cuartel, el ser humano que añoró a sus hijos, su esposa, su hogar y a la vez convirtió al planeta en su propia casa: Bolivia, El Congo, Guatemala y Cuba supieron de sus andadas. El Che que unos aman y otros odian, pero que sin dudas, despierta pasiones en la opinión pública.

El mío, es el Ernesto que dejó grabados con su propia voz los poemas de Cesar Vallejo dedicados a su esposa; es el doctor que ayudó a curar leprosos en Perú, el que erró varias veces en su vida y no temió reconocer sus errores. El mismo que dijo “pendejo”, “flaco” o cualquier palabra coloquial u ofensiva de su argot argentino. Mi Guevara es el de su carta de despedida a Fidel y al pueblo cubano.

Es el hombre que por convicciones entró a su hogar disfrazado, sentó a los dos hijos en sus piernas y no los abrazó porque era “un amigo de la familia”. Y todo por guardar las apariencias. El mismo Ernesto que con su acento peculiar dijo que al imperialismo no se le puede dar ni un tantito así. Ese que tenía la voz dulce y el carácter recio, la picardía indisciplinada en la mirada pero la disciplina inviolable en sus acciones.

El ser que tenía a la humildad y la igualdad entre los hombres como filosofía constante. El Guevara que pisaba la fábrica al lado del obrero; ese que fumaba un tabaco al tiempo que se devoraba cualquier libro. El Che de la Higuera. El mismo Ernesto que soñó con los ojos abiertos una América sin fronteras.

Tomado del blog Hay locuras
*No logré encontrar más datos sobre la autora en su blog.

Imagen agregada FOTO M.García

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